Texas, Estados Unidos
No sabía dónde se encontraba, todo era oscuridad, lo único que podía divisar eran unos grandes árboles, que eran muy diferentes a los de su lugar, ahí se podían ver unas gemas preciosas que podían relucir en la oscuridad, eran frutos de los árboles, era muy extraño para ella. El aire era mucho más frio, más denso. La oscuridad invadía todo, tanto que ni siquiera el cielo no podía apreciarse.
Se podían oír a lo lejos las voces de personas que exclamaban ayuda, que gritaban por una salvadora, también se oía el choque de las espadas, y los lamentos de hombres y mujeres a manos de varios guardias con el emblema de un cisne negro, oyó un grito especial que le llamo la atención: Por la Princesa.
Pudo ver como una docena de hombre se enfrentaba al doble de guardias, y a pesar de que eran pocos tardaron en abatirlos, luchaban con ferocidad, sin importarles que murieran en la batalla. Al ver tal sangrienta pelea se preguntó dónde estaba, incluso había varias mujeres con sus armaduras matando a uno que otro guardia, hasta que otro llego y las cegaba mientras que otro las mataba.
- ¿Dónde estoy? -se preguntó aterrorizada.
-En tu reino -respondió una seria voz femenina.
Busco en todas direcciones de dónde provenía esa voz, pero no había nada en el bosque más que ellos y aquellos hombres que estaban siendo abatidos.
-No es mi Reino -contesto, tratando de hacer salir de la oscuridad a esa mujer-. Esto es solo un mal sueño.
- ¿Crees que esto es un mal sueño? -pregunto molesta- ¡Obsérvalos Regina! Mira como tu gente está muriendo por ti y tú no estás haciendo nada.
-Lo lamento, pero no me gusta estar hablando sola -respondió Regina, buscó en todos lados a la mujer-. Prefiero hablar cara a cara así cualquiera puede ser valiente.
No recibió respuesta. En cambio, una luz de color bronce apareció de la oscuridad iluminando todo el bosque, conforme iba avanzando hacia Regina se comenzaba a figurar la forma de una mujer hasta que se formalizo delante de ella una mujer bella de tez aperlada de cabello castaño metálico reluciente, unos ojos bronces iguales a los de Regina, labios gruesos y rosados, un cuerpo esbelto con unas curvas muy bien definidas y su sonrisa haría que cualquiera temblara. Llevaba un vestido largo de escote v de oro con un cinturón hecho de diamantes que le daba un toque elegante, sin duda era extravagante porque estaba hasta el tope de joyas con gemas preciosas, pudo reconocer zafiros, rubís, esmeraldas, pero hubo otros que no.
- ¿Mucho mejor? -pregunto sarcástica, al no recibir respuesta por parte de Regina continuo-Hola Regina no me conoces, pero lo vas hacer, me presento me llamo Metalia y soy la Diosa del Metal.
-No puedo creerlo -susurro atónita-. Entonces esto no es una locura... o estoy alucinando.
-Me temo que no -repuso Metalia-. Todo lo que te ha dicho mi hija es cierto.
- ¿Henry?
-Todos los hijos de metal son míos -dijo seria- Incluyéndote.
-Si eres su madre ¿Por qué dejas que estén muriendo? -pregunto audaz-. ¿Porque no ir tú misma a salvarlos a los que dices profesarles tanto amor como la haría una madre?
-Así no funcionan las cosas Regina -contesto Metalia-. No puedo salvarlos de sus propios errores más cuando fueron ellos quienes trajeron su propia destrucción.
-A una madre jamás le importaría eso -replico Regina-. Si algo he aprendido de vivir en el mundo gaiano como ustedes lo suelen llamar, y es que a una madre jamás le importara los errores de un hijo siempre buscara la forma de salvarnos incluyendo si tienen que dar su vida por ello.
-Eres muy joven apenas comprendes este mundo-dijo Metalia seria-. Las Diosas tenemos diferentes reglas que los gaianos nosotras tenemos prohibido interferir en la vida de nuestros hijos, eso implicaría cambiar el destino, lo cual está prohibido por eso no nos queda de otra más que ver como ellos traen su propia destrucción sin poder hacer nada más, pero nunca los dejamos solos, por eso hemos mandando a nuestras propias hijas, nuestra sangre para que traigan de nuevo la paz a la tierra soñada.
-Lo único que están haciendo es dejarle el problema alguien más para librarse de ello -dijo molesta-Solo están evadiendo el problema para sentirse las grandes Diosas que son y quitarse el remordimiento de encima.
-Sino fueras mi hija créeme que estarías muerta por hablarme de esa manera -dijo fría Metalia, sembrándole el miedo a Regina-. Sé que estas asustada y le temes a la responsabilidad por muy educada que seas, pero es tu gente no puedes dejarlos morir mientras ellos esperan por ti.
Editado: 26.04.2020