Poco a poco comenzó abrir los ojos adaptándose sus ojos a la intensa luz que la rodeaba. Violeta, ese fue el primer color que vio cuando pudo recobrar la vista, todo lo que la rodeaba era de ese color incluso el candelabro que colgaba sobre Leari era violeta y emitía una luz intensa que le molestaba en los ojos.
Parecía estar en una habitación lujoso incluso era más grande de lo normal decorado con un tapiz de rosas violetas que era el color que predominaba en el dormitorio, el piso era de mosaicos violetas con incrustaciones de amatista, una cama estilo princesa gigantesca de color violeta con un pequeño bulto de cobijas del mismo color, a un lado de la cama se encontraba una gran mesa de té junto con sus vasos de porcelana donde había azúcar y café con una tetera violeta, todo era violeta no había nada de otro color incluso la habitación tenía olor a violetas, unos cuatro estantes en los lados de la habitación repletos de libros incluso del mismo color forrados de terciopelo o de cuero y había un gigantesco espejo hecho de plata que resaltaba en la pared.
Busco a Regina con la mirada hasta que vio que está aún seguía inconsciente a un lado de ella, Leari pudo permitirse suspirar aliviada, la removió suavemente hasta que comenzó abrir lentamente los ojos mientras le lanzaba un gruñido dándole a saber su inconformidad.
- ¿Dónde estamos? -pregunto soñolienta mientras estiraba su cuerpo.
-No lo sé.
Se quedó quieta, parecía estar pasmada como si los recuerdos comenzaran a llegar de repente a su mente, su mirada estaba perdida en la nada, Leari enseguida se preocupó aplaudiendo enfrente de ella para quitarla de su transe, pero Regina estaba perdida en su mente hasta que su mirada se dirigió a Leari parecía estar confundida y angustiada.
-Me estaba hablando -dijo Regina conmocionada, mirando hacia la nada-. Oí una voz dentro de mi cabeza que me hablaba.
Leari se inclinó más hacia Regina preocupada, lo último que necesitaba es que su salvadora oyera voces dentro de su cabeza.
- ¿Qué te decían? -pregunto angustiada.
-Era la voz de una niña -respondió Regina, mirando fijamente a Leari-. Era tan melodiosa tan dulce que se me hizo inevitable escucharla y cuando recuerdo no podía dejar de escucharla, mi cuerpo ya no me obedecía, la obedecía sin dudar un segundo.
- ¿Te dijo lo que quería?
-Quería hablar conmigo en un lugar privado, dijo que había demasiados oídos y que no todos eran confiables, pero no quería solo hablar conmigo sino contigo también, no paraba de decir algo acerca del sol y la luna una leyenda más bien
- ¿Te dijo su nombre?
Se quedó un tiempo pensando tratando de recordar su nombre, pero esos pensamientos eran tan lejanos que le costaba tanto recordar hasta que miro al suelo y vio el piso violeta con incrustaciones de… amatista.
-Amatista -recordó Regina-. Su nombre es Amatista.
-Qué raro nombre.
-Dijo algo más -mencionó Regina- Cuando vengas solo tienes que decir -se separó de Leari poniéndose en el centro de la habitación en donde había una alfombra con el emblema de las diamantes- Hasta la flor más hermosa puede caer ante la envidia.
No pasó nada, Leari empezaba a creer que la pérdida de su amiga había terminado de enloquecerla, Regina sabía lo que pensaba Leari lo cual le molestaba, aunque también lo comenzaba creerlo, pero entonces ¿Cómo se explicaba dónde estaban?
-Creo que hay que ver cómo salir.
-Te estoy diciendo la verdad.
-Y te creo, pero debemos encontrar la manera de salir de aquí.
-No podremos salir de aquí al menos que la Amatista lo diga.
-Yo no la veo aquí.
Se oyó un pequeño bostezo melodioso, miro sorprendida a Regina porque estaba segura de que ella no había sido menos Leari, pero si ninguna de las dos bostezo entonces ¿Quién? No tuvieron que esperar mucho para saber su respuesta pues se vio un pequeño bulto en la cama moverse, Leari puso atrás de ella Regina protegiéndola de lo que sea que estuviera en la cama. Se quedaron mirando curiosas aquel bulto que no paraba de removerse de un lado a otro entre las cobijas violetas hasta que vieron como comenzaba a quitarse de encimas las cobijas. Leari estaba a punto de abalanzarse hacia ese bulto cuando vio una chica rubia de unos diecisiete años salir del montón de cobijas mientras estiraba su cuerpo al mismo tiempo que bostezaba, su bostezo era tan melodioso ahora entendía porque Regina se le hizo imposible no escucharla era como oír a las mismas Diosas.
Supo de inmediato que no era una amenaza por lo que se apartó de Regina para que viera aquella chica dotada de una enorme belleza que estaba despertándose. Cuando abrió por completo sus ojos notaron que los tenía violeta, su tez era cremosa con algunas pecas, poseía un sedoso y alborotado cabello rubio dorado, sus labios eran delgados y rosados con una sonrisa angelical, vestida con un blusón violeta de encaje floreado con unas zapatillas violetas. Su belleza era comparable a la de una Diosa, su sonrisa eran tan cautivadora como encantadora igual de resplandeciente que las gemas.
Editado: 26.04.2020