Había acabado por fin esa molesta reunión que parecía haber durado toda una eternidad cuando solo le llevo toda la mañana, sin duda las más largas para Henry, hablándoles sobre la estrategia que tenían planeada para que sirviera como distracción y esa era que querían reconquistar la ciudad de Níquel, pues era una de las ciudades alejadas de la capital y con menor población de oscuros, por lo que era indicada para empezar primero. Solo veía que de vez en cuando le pedían su opinión para asuntos sobre la guerra, lo único que faltaba era que Regina aprendiera a controlar sus poderes para poder estar listos en contra de Noche. Pensar en que Regina estaría involucrada en una sangrienta guerra le provocaba un sentimiento nuevo que jamás había sentido después de todo ella era la Reina de Metalion debe de pelear por su trono le gustará o no. Los únicos que se habían quedado a la junta completa fueron Henry y Celine, Leari al ver que Henry podía resolver aquel asunto por si solo mientras ella necesitaba entrenar a Regina decidió marcharse.
Se encontraron en el campo de entrenamiento a Leari e Izan discutiendo ferozmente, sobre todo Leari quien parecía querer matar con sus propias manos a este mientras Izan la miraba como un cachorro regañado por su madre, sorprendiendo a Henry ya que nunca había visto de aquella forma a Leari, poco le faltaba para que lo golpeara, se encontraba roja de la furia, pero lo que desconcertó a Henry fue que esta hacia un esfuerzo por no gritarle a Izan como si quisiera que nadie se enterara, empezando a preocuparse.
Se miraron mutuamente Celine y Henry como si tuvieran un presentimiento de lo que estaba pasando entre ellos, corrieron en dirección a ellos, cuando se dieron cuenta de su presencia se callaron totalmente.
- ¿Qué pasa? -pregunto Celine preocupada-. Desde lejos se puede ver que están peleando.
Se dirigieron miradas cómplices entre ellos, tratando de formular alguna mentira para despistarlos, y al no tener ninguna respuesta concretamente se quedaron callados.
-Nos contamos desde pequeños todo lo que nos sucedía fuera malo o no -les recordó Henry-. Esta vez no va a ser la excepción.
Leari suspiro profundamente tratando de conservar la calma.
-No encontramos a Regina.
Todo pareció como si fuera en cámara lenta, dejo de escuchar lo que pasaba a su alrededor tratando de asimilar la noticia, su corazón dejo de latir por unos segundos quedándose congelado, su respiración se volvió lenta, un inmenso sentimiento de preocupación despertó dentro de él, su enojo aumento al igual que los latidos de su corazón.
Ahora entendía las razones por las que Leari quería matar a Izan al igual que el ahora, tenía tanto que gritarle tanto que decirle, pero el momento no era el indicado, debían de encontrar a Regina, ella es la única salvación de su pueblo y de su mundo, o eso era lo que quería creer, pues sabía que esas no eran las razones por las que quería encontrarla.
- ¿Cómo? -pregunto Celine consternada- ¿No estaba contigo Izan? ¡Por Metalia es la salvadora! Como pudieron cometer semejante error.
-Me descuide por unos momentos -dijo Izan culpable-. Cuando vine encontrarla aquí como habíamos acordado no estaba, al no verla salí a buscarla al bosque, pero no la encontré, después regresé al campo para ver si había regresado cuando me encontré con Leari… fue mi culpa.
-Fue mi culpa -se reprochó Leari, soltó una risa histérica-. Sin duda Regina se las arregla para meterse en problemas en un lugar tan seguro como esta base.
- ¡Como te atreviste a dejarla sola!
-Tranquilízate Celine -dijo Henry-. Si nos culpamos entre nosotros, jamás la encontraremos.
-Tienes razón -concordó Leari-. Este lugar es una fortaleza nadie podría haber entrado y salido sin que se dieran cuenta.
-Debe de estar aquí -repuso esperanzado-. No pudo ir a otra parte, solo hay que buscarla.
-De acuerdo -dijo Celine calmada-. Pero sino la encontramos debemos de decirles a los demás.
Salieron en busca de Regina recorriendo cada centímetro de toda la base, tanto adentro como afuera, tratando de no levantar sospechas a los demás sobre todos a los pertenecientes del Consejo. Se dividieron tratando de abarcar todo el terreno, pero por más que buscaban no la encontraban, ni siquiera usando el relicario de las guardianas ya que había un campo de aislamiento que rodeaba a Regina impidiendo ser rastreada por magia según les había explicado Celine, por lo cual ahora tenían menos probabilidades de encontrarla, y aun así no se dieron por vencidos.
Conforme el tiempo pasaba se volvía más desesperante Henry al no hallar con su paradero, se maldijo por haberla dejado por una simple reunión en vez de haberla acompañado, después de todo estaba a cargo de ella y como siempre había fallado, parecía estar maldito, a todo aquel que dejaba entrar en su corazón desaparecía de él, si lograba encontrarla la alejaría de el mismo con tal de verla a salvo, aunque eso incluyera tener que arrancarse el corazón. Decidió ir a buscarla nuevamente al bosque para poder rememorar aquella noche donde habían platicado hasta caer rendidos al sueño mientras admiraban el cielo estrellado, donde pudo respirar el olor que desprendía sus cabellos. Miro por un instante más lejos del bosque observando aquel lago, su instinto le decía que debía acercarse, era como si su corazón le estuviera guiando hacia ella.
Se acercó con curiosidad al lago, observó unos destellos dorados provenir de lo más profundo del agua lo que se le hizo extraño, sin pensar, se lanzó hacia el lago nadando hacia aquella luz con la esperanza de encontrarla sin importar ahogarse. Trato de contener la respiración pudiendo aguantar unos minutos en el agua, su corazón se volvió a detener cuando la encontró ahí mismo en lo más profundo del lago, tan pacífica y tan hermosa, con sus cabellos levitando en el agua sin abrir siquiera los ojos. Por un momento creyó que el mundo se le veía abajo creyendo que estaba muerta, pero al ver una burbuja de aire cubriéndole su cabeza, su corazón volvió a latir con la misma normalidad, trato de jalarla hacia él, pero se dio cuenta que su pie estaba amarrado a una alga que logró cortar gracias a que traía consigo una daga. La atrajo hacia su cuerpo agarrándola con tanta fuerza como si temiera volver a perderla, que se escapara de sus manos, nadaron juntos hacia la orilla del lago sintiéndose agotado ya que no estaba acostumbrado a nadar, pero cuando deposito con delicadeza a Regina en el pasto sintió como sus fuerzas volvían a él.
Editado: 26.04.2020