Diez segundos de magia

Emoción de otro planeta

Las buenas noticias no vuelan. Flotan con suavidad. Se mecen por el aire, al estilo de las pompas de jabón que tanto me gustaron cuando llegué aquí. En cambio, las novedades más desagradables, las que no queremos escuchar, se comportan como el agua. Fluyen por la grieta más pequeña de la puerta mejor cerrada y van venciendo esa resistencia. En especial, cuando a las personas de tu entorno les hace gracia abrir una rendija y ver qué ocurre. Si total, no son ellos los que están al interior de la fortaleza, en peligro de ahogarse de recuerdos.

Eso debe explicar que me olvidase de respirar por un buen rato, cuando mi compañera corrió a poner el canal de las noticias, gesticulando y diciendo algo entre grititos de emoción. Acababa de mencionar a Dante. Estaba segura. Sentí las pulsaciones en mi cabeza, mi piel se puso algo pálida, mis uñas se volvieron azules por un instante, pero a Lila no le alcanzaban los ojos para fijarse en tantos detalles. Con la pantalla minúscula de la tv empotrada en nuestra habitación de la universidad ya tenía desafío suficiente.

La foto del joven moreno de rizos oscuros y mirada seria que mostraba el comunicado me trajo a aquel adolescente con el que viví los meses más intensos en este lugar. Y no había cambiado demasiado, por lo que se veía en las filmaciones de la conferencia de prensa de la NASA.

«Quiero saber más de ti».

Sonreí y me acerqué a verlo mejor. El anuncio incluía las palabras «viaje sin retorno» y «estación espacial». Sabía que él lograría todo lo que se propusiera. Tenía la inteligencia y la disciplina para vencer cualquier obstáculo. Incluyéndome a mí.

«Esto es importante. Juntos podríamos lograr tantas cosas».

No podía evitar decir que era una pena. Si, al menos, me hubiese visto como la chica enamorada que era, y no como a uno de sus problemas matemáticos a resolver. Esto era casi una traición. Una declaración de problemas.

—Fedra, ¡tienes los labios azules! —exclamó Lila, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿Te sientes mal? ¿Ha sido mucha la impresión? ¡Lo siento, de verdad! ¡Lo siento tanto!

Entonces, recordé lo más importante.

«¡Voy a resolver este misterio! ¡Sea contigo o sin ti, Fedra! ¡Iré a Marte, sea como sea!»

No. Eso no. Me refiero al bendito oxígeno de este planeta de bobos. Mi cuerpo se había acostumbrado tanto a este gas, que no podía pasar sin él más de unos minutos.

—No te preocupes, lo superaré —respondí, tomando una bocanada de aire.

—De verdad, no te ves bien. Voy a llamar al servicio de emergencias.

La detuve y la convencí, más con mi pensamiento que con mis palabras, de que mi apariencia era normal y que lo mejor era seguir con lo que venía diciendo. Creo que se me fue un poco la mano, porque la pobre Lila blanqueó los ojos, parpadeó sin cesar, y solo volvió a la normalidad cuando la solté. Temí haberme pasado.

—¿Qué haces? —preguntó, desorientada.

Entonces retrocedí, nerviosa. Algo podía haber fallado.

—Ehh, yo...

—¿Desde cuándo miras el canal de la NASA? —agregó, como si no hubiese sido ella la que lo había sintonizado en primer lugar, antes de ver la repetición del anuncio de mi ex en la imagen—. ¡Oh, Dios mío! ¡Ése es Dante!

Volví a sentarme en mi cama, aliviada. Mi amiga había regresado, con las palabras sin sentido entre grititos de emoción. Porque, sí, conocer al primer tripulante de un viaje a otro planeta debe ser emocionante. Lo vi en los ojos del mismo Dante, hace algunos años, y en los de mis amigas de la infancia, en mi casa.

 



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En el texto hay: traicion, amor, crimen y locura

Editado: 14.10.2022

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