Diez segundos de magia

La apuesta

Esto había sido su idea. Juro que no tuve nada que ver.

Sara me había desafiado a escaparnos de esa fiesta. Escuchamos que estaban por demoler el Hotel Dorado, ese nido de cucarachas que había dejado de funcionar hacía más de veinte años. Bueno, excepto para los adictos, los vagabundos y los imbéciles como nosotros. Sabíamos que lo habían vaciado, pero los del patrullero a la entrada roncaban cuando les pasamos por el costado. Envalentonado por todo lo que me había metido, dejé que Sara me convenciera de pasar la noche en ese edificio fantasma sin salir corriendo. Si ganaba, podía pedirle lo que quisiera. Pensé en hablarle de noviazgo, juro que no soy ningún degenerado.


No me costó nada quedarme hablando con ella por horas, aunque no me dejara usar el baño mugriento que teníamos cerca. Reía como si yo también le gustara. Me hizo feliz pensar en el premio.

Cuando el sol empezaba a trepar por los huecos de las ventanas, comencé a sentir el bajón, ya sabe. No quería quedarme dormido sin que Sara declarara el reto cumplido. Y ella iba a hacerlo, cuando llegaron ustedes. ¿Cómo iba a saber que ella ya estaba en esa bañera inmunda? Si pasamos la noche charlando, oficial, se lo juro. Se hizo humo cuando entraron. Le pedí que se quedara conmigo, fue lo único que no pudo hacer.



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En el texto hay: traicion, amor, crimen y locura

Editado: 14.10.2022

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