GRAVITY
Mi respiración está agitada, inspiro y expiro para regularla mientras veo mi reflejo completamente deformado. Mantengo la mirada en el espejo roto y ensangrentado.
No me reconozco.
Esto es tu culpa.
Eres la mayor desgracia.
Retuerzo los pequeños y punzantes cristales en el puño de mi mano hasta que el dolor recorre cada terminación de mi cuerpo. Hasta que las palabras desaparecen y el silencio se ciñe en la habitación.
— Lo siento— me disculpo para nadie en particular. Al final no importa cuantas veces lo diga porque la culpa seguirá sin desaparecer.
Nada volverá a ser lo mismo.
Mia seguirá muerta. La pequeña Daphne también. Y ellos seguirán destruyendo vidas, alimentándose del dolor y el miedo hasta que alguien los detenga.
La imagen de él sentado tranquilamente sobre un cimiento de cadáveres como si fuera un rey prevalece en mi memoria.
Quiero hacerles pagar. Quiero cumplir la promesa que me hice y matarlos.
No puedo cerrar los ojos sin encontrármelo en la oscuridad.
Sus malditos ojos nunca dejan mi cabeza; aterrorizando mis sueños y acompañando mis pesadillas, un enfermo recordatorio de que ni el tiempo ni el olvido borraran lo sucedido durante los meses que me tuvo.
Entró a la fuerza y extermino todo a su paso. Hizo pedazos mi corazón, piso mi dignidad y se burlo de mi humanidad.
Vuelvo a golpear el espejo con mis puños llena de rabia arruinándolo por completo sintiendo el cristal atravesar mi piel de nuevo. Abriendo las brechas que creía sanadas. Respiro hondo bajando la mirada con pesar, cierro mis puños y aprieto más fuerte aún, notando el escozor ir en aumento, y la sangre derramarse y teñir el lava manos.
Nada está bien conmigo.
— ¿Por qué no continuas?— incita una voz que reconocería en cualquier parte.
Rhett.
Siempre ha tenido la habilidad de entrar y salir desapercibido, al igual que un fantasma. Le envidio por ello.
Me pregunto si algo hubiera cambiado si tuviera esa capacidad suya.
— ¿Que haces aquí?— murmuró liberando mis manos.
Mi nuca quema y recuerdo que está completamente a la vista. Llevo mi mano rápidamente a mi moño y lo deshago, escondiendo la marca que él posiblemente ya ha visto.
Pasan unos largos minutos que parecen una eternidad, hasta que vuelve a hablar. Tengo pavor a que pregunte sobre la quemadura en forma de K hecha intencionadamente. Si pienso mucho en ello, siento aún el ardor del hierro presionar mi piel.
No obstante no saca el tema.
— Por mi no te cortes. No voy a detenerte— manifiesta con su característico desinterés.
— Se que no lo harías, soy un bache en tu camino— digo girándome y dándole toda mi atención.
Su expresión es fría e inexpresiva. Sus mortíferos ojos azules me inspeccionan de pies a cabeza buscando el mínimo detalle para dar nuevamente otro golpe.
No le caigo bien y aunque siempre ha sido así, ahora ni se molesta en ocultarlo.
— ¿Que te traes entre manos? Entrenamientos a cambio de tu desaparición, tu oferta, ofende mi inteligencia Gravity.
Llevo una semana en el club y sigue poniendo en duda mi testimonio. Él no me cree y utiliza cualquier método para desacreditarme, sin embargo el lado bueno si es que lo hay, es que aún no ha ido con el cuento a los demás. Y debo hacer lo posible para que siga así.
Si la verdad sale a luz, estoy muerta.
No puedo confiar en nadie.
La confianza es un arma de doble filo, nunca sabes cuándo se volverá en tu contra. No correré los riesgos, actuaré hasta que la mentira se convierta en mi vida.
— No creo eso te incumba.
— Tienes razón no es de mi incumbencia. Pero no voy a jugarme mi cabeza por nada— expresa amenazante cortando la distancia que nos separa.
La lucha de miradas termina con mi derrota.
— Ella sigue ahí dentro— confieso finalmente.
No pregunta de quién se trata y lo agradezco. No puedo volver a utilizar a Mia como tapadera sin evitar las ganas de vomitar. Y no puedo decirle quién es realmente la que me espera.
Se negara a ayudarme si lo sabe, lo conozco.
— Si él cae, no tendrá problemas en arrastrar a todos con él— mi pecho se encoge aunque ya sabia que existía esa probabilidad—. No tendrá piedad en deshacerse de las otras chicas.
— Es un precio que estoy dispuesta a pagar.
Mamá ya se ha sacrificado demasiado por mi. Es hora de que yo haga lo mismo por ella.
— Morirás— sentencia.
— Esperar sin hacer nada me matará igual— si no actuó antes que ellos, si no voy un paso por delante puedo despedirme de la vida.
En el club o en ese infierno habitado por auténticos demonios, solo ha cambiado el lugar donde voy a morir.