Por la ventana del departamento de Alberto escapaba una música, cuyo ritmo era propiamente referencia del género regional mexicano; fusión de instrumentos de banda sinaloense con el compás de la cumbia.
A Natalia eso le pareció de lo mas extraño. De ser que Alberto se había desocupado pronto de la conversación con Jorge, sería posible, pero… acababa de dejarlos hacia poco menos de una hora. Era improbable que él llegara antes, aunque ella había manejado hasta la casa de una conocida de su madre que había olvidado anotar en su lista mental de amistades probables que pudieran saber de su paradero. Pero aun así era difícil que Alberto le ganara el camino.
El volumen de la cumbia y la cortina al ritmo del viento alarmaron a Natalia, llenándola de curiosidad. Así que apresuró los pasos para subir por la escalinata del edificio y llegar rápido a la puerta del departamento de su novio. Sintió la seguridad de que se trataba de Alberto. Verlo con bien, sin un rasguño, después del encuentro con Jorge, era lo que mas deseaba en ese momento.
Al llegar al piso, se halló con que la puerta del departamento estaba abierta. Una rara sensación se apoderó de ella. ¿Podría Alberto ser tan descuidado, sobre todo en estos momentos tan difíciles, donde un descuido, como dejar la puerta de su departamento abierta, podría costarle la vida?
¿y… si no era Alberto quien estaba al interior del departamento?
Empujó con suavidad la puerta sin hacer el menor ruido. Dio tres pasos y descubrió que la sala se hallaba solitaria. La música salía de una de las habitaciones. Natalia no conocía el interior del departamento de Alberto, pero adivinó que la escandalosa música provenía de su habitación. No recordaba haber conversado con él acerca de sus gustos musicales, pero al fin hombre, era lógico que el género de esa música fuese de su elección. La letra era de lo mas vulgar y absurda. El cantante amaba los autos lujosos, mejor dicho, las camionetas aparatosas, las mujeres con buena figura a las que, mediante un lenguaje folclórico, rayando en lo grotesco, las alababa e incitaba a usarlas para satisfacerse y remataba despreciándolas; diciendo que la mejor compañía era un buen trago de cerveza. Definitivamente habría que influenciar en Alberto para que dejara de lado ese gusto por ese género de música y se enfocara en incorporar nuevos estilos con buen gusto.
En fin, eso sería algo que después charlaría con él, por lo pronto iría hasta su habitación y lo sorprendería. Le pareció que tal vez sería buena idea hacer el amor en su recámara. A Natalia le pareció sexy dejarse recostar en su cama y percibir el olor de sus sábanas. Eso indudablemente la excitó. Aunque no era el momento para ello, pues las cosas no estaban nada inspiradoras para estimular los cuerpos, pero después de todo la vida debía seguir, y hacer un paréntesis entre tanta angustia podría motivarlos y cargarlos de energía para seguir y salir bien librados de todas las dificultades que estaban enfrentando.
La puerta de la habitación también estaba semiabierta. Apenas un resquicio permitía ver al interior. Natalia sonrió y caminó de puntillas con la idea de hacerle una travesura cuando empujara la puerta. Lo sorprendería segura de que Alberto saltaría como un gato asustado.
Contó hasta tres y con ambas manos empujó la puerta sorpresivamente.
Pero la sorpresa fue para ella…
Brenda gritó despavorida y se trepó a la cama girándose del cuerpo para enfrentarse a la mujer que había gritado de esa manera tan aguda.
Natalia se llevó ambas manos a la cara para taparse la boca. Brenda tenía una mano arriba empuñando el teléfono celular a manera de demostración de que tenía un arma con que defenderse de un posible ataque.
Ambas se quedaron algunos segundos en silencio, completamente sorprendidas. Brenda no esperaba que fuese asaltada por una mujer enloquecida. Natalia no esperaba hallarse a una mujer en la habitación de su novio.
- ¿Quién eres tú? - Brenda fue la primera en reaccionar. Aunque siguió con la mano en lo alto, amenazando con arrojarle el teléfono en la cara.
-Eso mismo te pregunto yo. ¿Quién eres tú? ¿y que haces en la recámara de mi novio?
Brenda se llenó los ojos de asombro y los abrió tan enormes para clavarlos con rabia en los de Natalia.
- ¿Tu novio? ¿De qué rayos estás hablando?
-Soy la novia de la persona que vive aquí. A menos que en lo que nos fuimos de viaje le hayan rentado el departamento a otra persona.
-No puede ser-. Brenda tenía los ojos desorbitados y temblorosos.
-Le pido que se identifique. ¿Quién es usted y que es lo que hace encima de la cama de mi novio? - Natalia volvió a remarcar la palabra novio.
-Tú no puedes ser novia de...
- ¿Alberto? – Completó Natalia, adivinando mentalmente la identidad de la intrusa. - ¡Si! ¡Si lo soy! ¡soy la novia de Alberto! - Expresó con fuerza en la voz.
Brenda frunció el entrecejo, rabiosa.
-De seguro que tú eres la mentada Brenda, la que lo dejó para casarse con otro hombre.
Natalia caminó hasta el estéreo para apagarlo.
-Horrible música. ¿Eso escuchan en tu pueblo?
Brenda dejó el anonadamiento y se preparó para atacar; clavó una mirada de águila en aquella mujer que tenía el descaro de presentarse como la novia del hombre por el que ella había echado a perder su luna de miel.