Alberto entró a la casa y se alarmó al escuchar gritos, berridos y golpes. Pareciera que había una batalla campal en su habitación.
Se dirigió rápidamente hacia allá y al intentar abrir la puerta, un objeto se estrelló en ella. El estruendo lo estremeció y lo hizo encogerse de la parte de los hombros.
Escuchó claramente el par de voces que gritaba; provenía de dos mujeres y las reconoció con facilidad: Natalia y Brenda, expresó, y se están dando hasta por debajo de la lengua. Estas dos ya se conocieron, fue el pensamiento que le cubrió el cerebro en ese momento.
Abrió la puerta lo más que se pudo, arriesgándose a recibir en la frente algún objeto que volara desde las manos de alguna de las dos mujeres.
Lo que vio lo dejó paralizado. Natalia estaba encima de Brenda, propinándole bofetadas sin parar.
- ¡Alto! ¡Deténganse! ¡Por favor!
Brenda hacía por defenderse de las manos repartidoras de Natalia.
- ¡Natalia! - Alberto fue directo a controlarla de las manos, pero la mujer parecía un demonio de Tasmania repartiendo bofetadas.
Brenda gritaba suplicando a Alberto que se la quitara de encima, que esa mujer la iba a matar, y que hiciera algo por el amor de dios, que Natalia le arrancaría la cara, que se apresurara. Pero era bastante complicado contener la fuerza y coraje de Natalia.
- ¡Basta, Natalia! ¡No hay necesidad de esto!
Optó por tomarla de ambas axilas y jalarla hacia un costado, en volantín.
- ¡Suéltame! - Gritó Natalia, furiosa. - ¡Todavía no termino de tumbarle los dientes!
- Es suficiente.
- ¡Se merece eso y más por atrevida! La voy a dejar paralitica y chueca de la cara para que nadie más se fije en ella.
Brenda estaba llorando con intensidad. Tenía parte de la cara manchada de la sangre que le estaba saliendo de una fosa nasal y de un labio partido.
- ¡Esto no se va a quedar así, estúpida! -Emitió Brenda entre sollozos. Después se incorporó como pudo y una vez de pie, estuvo dispuesta a la revancha, pero Alberto se interpuso con entera determinación.
- ¡Hasta aquí llegó este escándalo!
Las dos mujeres, una enfrente de Alberto y la otra por detrás, se cruzaban miradas de odio y exhalaban aire con violencia hacia los pulmones.
Alberto, cuando ambas mujeres sostuvieron un silencio por algunos segundos, habló:
- Será mejor que te marches, Brenda. Comprenderás que aquí no hay solución a lo que hubo entre nosotros.
- Tan solo dame la oportunidad de hablar contigo.
Natalia volvió a gritar:
- ¡Sobre mi cadáver! ¡No te vas a quedar a solas con mi novio! ¡Primero te termino de romper la cara!
- ¡No es tu novio! ¡No puede ser tu novio! -. Contestó gritando, Brenda.
- ¡Si lo es! Y sabes una cosa, Alberto es mi novio gracias a ti, a tu grandiosa idea de engañarlo con otro.
- Fue un error, y de eso he venido a hablar contigo, Alberto -. Brenda se fue de manos al pecho de Alberto. Pero él la miró fijamente y la apartó.
-No, Brenda. Natalia tiene razón. Así como tu elegiste a ese tipo, yo he decidido hacer mi vida con ella. No hay vuelta atrás. Vuelve con tu marido. De seguro que él te ha de estar buscando.
Natalia volvió al ataque de gritos:
- ¿Cómo es que eres tan hábil para escaparte de tu luna de miel? ¿Dónde está tu marido? ¿Ahora a él lo dejaste plantado? ¿En la luna de miel? Me cae que no tienes vergüenza. ¡Cuánta vergüenza ha de sentir la que te parió!
- ¡Alberto! ¿Vas a dejar que esta mujer me siga humillando? – Brenda habló a gritos.
- Natalia, te suplico que pares, por favor.
- ¿La vas a defender? – Natalia puso las manos en jarra sobre sus caderas, mirándolo indignada.
- ¡Claro, que me va a defender! Él siempre ha sido un caballero y lo conozco más que tú.
- Las dos deben controlarse…
- Aquí la única que está mal es ella, Alberto. Esta zorra no debió dejar a su marido para venir hasta acá a buscarte.
- Debía venir para aclarar lo que siento por Alberto y pedirle perdón.
- Por supuesto que ni pienses que él te va a perdonar. Lo que le hiciste, el dolor que le causaste, solo te lo puede perdonar dios. Eres una sinvergüenza y estafadora de lo peor y ningún hombre en su sano juicio volvería a confiar en ti.
- ¿Tú qué sabes, estúpida, de lo que Alberto siente por mí? Él no pudo olvidarme tan pronto.
- Pues lo hizo. Se ha olvidado de ti porque ahora me tiene a mí. ¿Lo has escuchado bien?
- Las dos tienen que calmarse. No es momento de estar en medio de una trifulca.
Alberto se volvió hacia Natalia y la tomó de los hombros.
- Natalia, recuerda lo que te dije cuando nos separamos hace rato.