Dile al corazón

Capítulo 24: Bruja vestida en seda (2).

«Los sentimientos pueden ser tanto buenos como malos, el usarlo para beneficios mal intecionados; no estás amando, estás alejando todo lo bueno que una vez sentiste, y eso, eso te pierde, te pierde, y no deberías, cuando lo más precioso de esos sentimientos; fue que lo sentiste, no importa si no fuiste correspondida».

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Sorprendida, veo como estábamos en la antigua casa del árbol. Estaba escondida en unos matorrales de la casa de los antiguos vecinos, no me acordaba de su apellido, o sí aún seguían viviendo allí, ha pasado mucho tiempo. Se rasca la cabeza, tratando de encontrar lo que se supone que me quería mostrar.

—Estoy seguro de que estaba por aquí —rebusca en los montones de cajas, avivando cada vez más mi memoria, y mi sonrisa—. Apenas ayer lo vi por aquí, no puede escaparse de aquí —gruñe molesto, tratando de encontrar algo.

—Umh —me acerco lentamente hacia una de las cajas que grita Callum—. Esto me recuerda bastante a algo —quito el polvo que embarga a la caja, sí, esta es la caja memorial—. Así que aun la conservas. Pensé que por la discusión de aquel día la hubieras tirado todo —sonrío con nostalgia al ver lo que contenía.

—Ahora que lo pienso, tú y yo siempre hemos discutido. Por alguna razón, tienes ganas de desperdiciar hermosos momentos de calma en guerrillas totalmente innecesarias. Deberías dejar eso, no me conviene calmar la fiera que hay en ti, eso cuesta mucho trabajo Lulú —lo veo sentarse en el piso, adoptando una pose cómoda, confirmando que no se parará de allí hasta en un rato.

—Te recuerdo, que no soy la única culpable de que eso pase, siempre tiendes a hacer que mi furia incremente a dos, lo tuyo es enfurecerme a lo grande, como que no te cuesta nada complacerme, pero al joven le parecía más adecuado molestar mi pobre tranquilidad —me acomodo a su lado, trayendo la caja conmigo.

—¿Ahora me culpas de lo que causas? ¿Deberíamos revisar mejor esa memoria? Está comenzando a fallar de nuevo —acerca su mano hacia mi frente, dejándola por unos momentos, los cuales, terminé quitando con fastidio—. La verdad duele, siempre te lo he dicho Lulú. No siempre tendrás la razón. Es parte de la vida.

—No te pongas de filosófico conmigo, te aseguro que terminarás completamente acabado. Soy hija del hombre más refranero que he visto en mi vida —le alcé una ceja, desafiante—. De todos modos, ¿por qué vinimos aquí en primer lugar? No veo que tengas nada en las manos, Albertson. 

Se removió en su lugar, repentinamente nervioso. Me quedé observando esa reacción tan poco usual en él. Creo que es la primera vez que lo veo de esa manera.

—Te ríes y te quedas sin nada, ¿estamos? —Dice completamente avergonzado. 

Muerdo mis labios, evitando que mi sonrisa salga a la luz. Asentí en confirmación. Saca una cajita musical bastante vieja, parece de hace muchos años. 

—Puedo comprarte cosas más caras, que puedan estar a tu altura. Pero la verdad es, que eso no te importa, y esto es algo sumamente especial que me había regalado mi abuelo en su tiempo, dijo que se lo diera a la persona que considerara correcta, que esto es solo... un indicio de que amamos de verdad a esa persona. La fecha en que te la entregaría no sería exactamente esta, pero —tuerce los labios unos segundos, levantando la vista por fin, mirándome fijamente—. La descubrí hace unos días, y no pude evitar querer entregártela de una vez por todas. Después de todo, eres la que tiene mi corazón.

Me entrega la pequeña caja musical, con una sonrisa penosa entre sus labios, desestabilizándome por completo. No logré sostenerla bien porque me había quedado hipnotizada en sus ojos. Ahora lo veo. Ahora lo veo y siento como no solo mi cuerpo, sino que también la forma en la que lo veía; que era exactamente la misma, pero, ahora es mucho más diferente. Mucho más.

Pongo la caja a un lado, temiendo que la pulsación se me disparase en cualquier momento. Lista. Estoy realmente lista para hacerlo. Observa cómo me acerco, los pocos tramos que me quedan, no sabiendo que haré a continuación, pero yo lo tenía claro ya; lo iba a besar. Deseaba saber de una vez por todas a como sabían sus labios. Si esto que siente mi corazón, era en realidad lo que yo profesaba desde hace unas cuantos días.

 —Creo que cuando alguien te confiesa algo tan profundo, le respondes Luna. No te quedas callada —comenta, un tanto desilusionado.

Con un poco de vergüenza, inclino mi cuerpo hacia su rostro, mostrándole que no sería con palabras; las acciones se me hacen más productivas. Sonrió seductoramente. Agarró mi cintura con fuerza, subiéndome a su regazo. De a poco, siento como posa sus labios sobre los míos, tímidos, disfrutando de la sensación de tenerlos sobre él.

Al principio, acariciaba mis labios, con suavidad, pero luego, luego subió la temperatura, me besó con ansiedad, como si quisiese más de ellos. Sus manos acariciaron mis hombros, generándome un leve escalofrío. Dios, su boca, era un paraíso oculto. ¿Cómo no la descubrí antes?

—Veo que no pierdes el tiempo, por fin la conseguiste hermano, una vez que las cosas te salgan bien —la voz, levemente ruidosa, nos tomó desprevenidos. 

Pero no nos separamos por completo, aun estábamos cuestionando lo que había sucedido. Sonreímos a la par, sabiendo cual había sido mi respuesta a lo que había dicho antes.

—¿No necesitas nada más, cierto? —Divertida, comenté. Me robó un pico antes de pararse, y agarrar mis manos en el proceso.

—¿No? Temo desilusionarte, pero ansío más de lo que me diste. Tan solo me volviste codicioso, fue una mala idea hacer eso —seductoramente, me dijo al oído. Negué con diversión al entender sus palabras. 

—Oh vaya, dejen de comer pan frente al pobre. Los felicito por hacer lo que hace años esperaba, pero, no es momento para ponerse en esa faceta, disfrútense cuando estén a solas, y sin nadie al lado, por favor —suspiró con lamento, saliendo de allí.




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