David se quedo sentado en el banco mientras un bus pasaba uno tras otro, en realidad no iba a coger ninguno, de vez en cuando solo venia a la parada para pintar. Los rasgos de la gente que aparecía por allí eran diferentes, unos venían agobiados, otros con prisa, otros tranquilos, otros nerviosos por alguna entrevista que iban a hacer, otro hablaban por teléfonos. Los rasgos de la gente y las distintas emociones que surgían de ellas era lo que hacia a David encontrar la inspiración necesaria para crear sus propias obras. A partir de las emociones de los demás el sacaba su creatividad modificandolas.
Sin embargo aquella chica...aquella chica desprendía felicidad, risas, alegría. Era algo que no quería modificar, quería representar en papel tal y como era. Con su moño y sus mechones rebeldes escapándose de el. Sus ojos verdes y sus largas pestañas y su sonrisa...Una sonrisa verdaderamente preciosa.
Creía que ya la había visto antes e hizo un esfuerzo por intentar saber donde, pero por mas que lo intento no pudo recordar. Aun así eso no le impidió dibujar y marcar con trazos sus rasgos.
Había dicho que lo quería volver a ver, el no estaba muy seguro de ello. Había sido la primera chica que bajo su punto de vista se había acercado a el y no había pretendido ser otra para intentar impresionarle. Aun recuerda como aquella chica rubia se hizo pasar por una artista solo para conseguir su interés, se había informado bien en la teoría pero a la hora de la practica, no sabia ser creativa, no tenia armonía, equilibrio ni si quiera el desorden que hacia era bello.
Pasaron las horas y decidió levantarse y dar por concluido su mañana de pintar. Después de la anciana con el niño solo habían retratos de aquella chica de la cual no sabia su nombre.
Miro su reloj y después se levanto para ir a su apartamento. Hoy no tenia clases y no tenia muy claro que hacer ni como rellenar los huecos libres de su día.
Cuando entro en su apartamento lo primero que vio fue un grupo de personas sentadas en el suelo o en el sofá fumando hierba, el humo se alzaba por toda la casa impregnando su olor en prácticamente todas las esquinas. En realidad ya estaba acostumbrado, desde que se fue a vivir con su hermano mayor esta era la imagen que siempre tenia cuando entraba en la casa.
También el se había acostumbrado a aquel mundo y de vez en cuando se integraba en el grupo de amigos de su hermano a fumar, incluso ese día una chica con pelo rojo se levanto del sofá donde estaba sentada con una gran sonrisa y se acerco a el pasando los brazos alrededor de su cuello, echándole el humo suavemente sobre sus labios. David no aparto la mirada de la suya incluso cuando Carla le coloco el porro en su boca para que diera un tiro. Con el tiempo había aprendido a disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Paso su brazos por la cintura de la chica atrayendola hacia el mientras esta sonreía victoriosa.
- Si vais a hacer algo hacerlo detrás de unas paredes por favor.
La voz de su hermano resonó incluso por encima de la música, la chica sonrió y apoyo la cabeza en el hombro de David mientras este mantenía su indiferencia habitual. Carla no le gustaba como tal, se acostaba con ella de vez en cuando pero nada mas serio, en realidad nunca había sentido nada por una chica, no por el hecho de que le habitan hecho daño o por el hecho de que lo había pasado mal. Era simplemente porque no encontraba a nadie interesante y el hecho de que su madre le hubiera puesto los cuernos a su padre hacia que no creyera en el amor, solo era una ilusión, algo para mantenernos ilusionados cuando no tenemos nada mas a lo que aferrarnos y cuando la gente no se daba cuenta vivía feliz en su ignorancia pero cuando te dabas cuenta no eras mas que un desdichado que conocía la verdad.
En todo caso le gustaba pasar tiempo con Carla, era tatuadora y compatían la pasión de dibujar y hacer arte, incluso el había diseño algunos tatuajes para sus clientes.
Su hermano mismo llevaba en el cuello un tatuaje de un fenix que le había hecho el. Sin embargo el no tenia ni un rastro de tinta en su cuerpo, en varias ocasiones le habían dicho que se hiciera uno pero el simplemente no quería.
Carla y David se sentaron en el sofá uno al lado del otro, la joven puso sus piernas sobre las de el para hacer ver a las otras de la habitación que no le habían quitado ojo nada mas entrar que en cierta manera le pertenecía, aunque ella sabia muy bien que no era así que posiblemente cuando acabara la tarde se habría metido en la cama con alguna de ellas. Por eso mismo se limito a hacer saber a las demás que no se acercaran.
Mientras tanto Mateo le pasaba el porro a su hermano que este aceptaba.
- ¿Que tal te ha ido el día hermanito?-. Le pregunto recostándose sobre el sofá
David se encogió de hombros y expulso el humo aun mantenía una mano sobre la pierna de Carla.
- Nada fuera de lo normal.
- Seguro que has dibujado otra vez a gente. Dejame ver-. Dijo Carla metiendo la mano en el bolsillo de su chaqueta para conseguir la libreta.
El joven no hizo ningún amago de recuperar su libreta. Todo el mundo en esa habitación sabia que pintaba. Todo el mundo en aquella habitación sabia que cuando se aburría se iba a la calle a pintar a los transeúntes que pasaban por ahí porque no podía estarse quieto y no podía pasar ningún solo día en que sus dedos no controlaran un lápiz creando su mundo. Carla recorría hoja tras hoja mirando maravillada todos los dibujos de David. Pero de repente su cara cambio cuando vio que hoja tras hoja el mismo rostro.