"I've tried to tell you
I'm sorry for breaking your heart"
Trotar se había convertido sin evitarlo en uno de mis pasatiempos favoritos. Me gustaba trotar, me gustaba la sensación de llegar al límite cuando creía que mis piernas no daban para más y me gustaba el golpear de la brisa contra mi piel mientras mi cuerpo resquebrajaba sus partículas. Trotar era sinónimo de libertad y fue una de las mejores cosas que aprendí de Aiden. El habito había persistido en mí a través de los años.
Me senté en una de las mesas que estaban fuera de la panadería a comer mi desayuno, había perdido el miedo a hacer las cosas sola y aunque mi acento aun no era el mejor, con los señores Mackenzie de alguna manera me podía entender a la perfección. Sin saber por qué, alcé mi mirada de mi comida y miré a Aiden Strachan entrar a la panadería.
Algo que me gustaba de Aiden era que, a diferencia del noventa por cierto de la población, él no escuchaba música mientras trotaba, a él le gustaba trotar escuchando el sonido de la naturaleza y de los pájaros cantando a su alrededor, y esa era otra cosa que había aprendido de él.
A apreciar mi entorno y alejarme de la tecnología, quizá por eso él era tan buen Dj, porque sabía escuchar los propios sonidos que la naturaleza nos regalaba, los cuales era únicos y exquisitos. O quizá era porque él era un viejo anticuado, reí para mi interior al verlo salir de la panadería con su propia bandeja, tuvo que sentir mi mirada porque en menos de un segundo, nuestros ojos se encontraron.
Y para mí, la cotidianidad de verlo tan seguido seguía siendo tan extraño que tenía miedo de pellizcarme y darme cuenta de que todo había sido una ilusión.
Sus ojos se quedaron fijos en mí en un segundo que alcanzó el infinito y luego se desplazó hasta las demás mesas vacías, había alrededor de seis mesas cercanas a él sin personas y realmente no lo culparía si llegara a sentarse en alguna de esas pero Aiden volvió a mirar a mí y caminó hasta donde estaba yo
Su pelo rojo estaba mojado adhiriéndose en su cuero cabelludo, una fina cadena de oro adornaba su cuello y se escondía debajo de su camisa deportiva que se pegaba a su pecho musculoso demarcando cada uno de sus pectorales y sus brazos se flexionaban al cargar su bandeja permitiéndome ver su fuerza. Mi interior empezó a derretirse por cada paso que él daba y mientras más se acercaba más patética yo era
Tenía sentimientos encontrados por mi jefe que resultaba ser el jefe de mi tía, quien además era diez años mayor que yo, quien además resultaba ser mi ex amor de verano y quien aparte estaba comprometido.
Buenísimo Fabiola, que en vez de hacer una especialización en Diseño de Interiores parecía que ya tenías una en cómo enredarte la vida sin necesidad.
—Hola, buen día —saludó con su misma voz cordial y amable— ¿Puedo sentarme?
Parpadeé porque a una parte de mi le parecía increíble que él estuviera preguntando eso
—Si claro. No espero a nadie.
Me regaló una pequeña sonrisa y asintió, colocando su bandeja en la mesa para sentarse. Enseguida se hizo un silencio entre nosotros tan incómodo y espeso que si no me atragantaba comiendo de seguro me atragantaba respirando. O bueno ahogando.
Odiaba este silencio.
Cualquiera diría que a él no le gustaría estar sentado aquí y que solo lo había hecho por educación porque por supuesto, Aiden tenía buenos modales
—¿Sigues odiando comer solo? —pregunté
Sus ojos subieron hacia mí
—¿Cómo?
—Antes no te gustaba comer solo —recordé tranquilamente
Su mirada recorrió cada pulgada de mi rostro antes de soltar una pequeña risa que me llegó hasta el alma
Hombre comprometido Fabiola. Hombre comprometido.
—Algunas cosas son difíciles de cambiar
—¿Ah sí? Ahora eres famoso y tienes un verdadero club de fans
Aiden se removió en su asiento con incomodidad y no pude evitar sonreír, al menos no era la única sintiéndose incómoda
—No diría que soy famoso
—Eso díselo a google y a tus millones de seguidores en Instagram —reí y el rostro de Aiden se volvió serio
—¿Tú me sigues en Instagram?
—Yo...mmm —lamí mis labios— no exactamente.
Aiden asintió sin decir nada más y el silencio fue ruidoso para mí
—No sabes cuánto extrañé estos Croissant, son incluso mejor de lo que recordaba —murmuré tomando un bocado y cerrando los ojos para poder saborearlos como se merecían. Estos Croissant sabían a gloria— Ningún croissant que alguna vez probé durante este tiempo les hicieron justicia.
Cuando abrí mis ojos me encontré de golpe con un par de ardientes esmeraldas.
—¿Probaste muchos Croissant? —preguntó lentamente y de alguna manera una calidez en mi vientre se asentó porque hubo una parte de mí que empezó a darle otro sentido a esta conversación
—No. —susurré— no en realidad.
Me lo quedé viendo otra vez porque a mi organismo le era imposible apartar los ojos de él, era como si vieran la luz del sol luego de meses en oscuridad, logrando cegarme. Mis ojos estaban buscando acostumbrarse a la luz.
Hombre Comprometido. Hombre prohibido.
Yo no tenía, ni quería o estaba esperando algo con Aiden, sabía muy bien que cualquier relación entre nosotros solo sería de amistad pero no podía negar que hablar con él de nuevo, y tenerlo de frente en esta panadería que tantas veces habíamos frecuentado hacia lo suyo por remover sentimientos que hace mucho había guardado y encofrado para siempre.
—¿Entonces, es cierto? El gran Aiden Strachan, escocés codiciado por la mitad de la población británica femenina va a casarse. —intenté que mi voz sonara fresca, ligera, bromista pero Aiden no rio, ni siquiera sonrió
Compartimos otra mirada, parecía que él tampoco podía apartar sus ojos de mí, como si quisiera al igual que yo, asegurarse que mi presencia era real.