—¿Como que hubo una fiesta de compromiso? ¡¿Y no me invitaron?! Mira pero es que cuando vea a Aiden lo halaré de esa fea oreja suya. Y a Rupert, ya Rupert me va a escuchar. ¡Me va a escuchar!
Hice una mueca pensando que siempre si había sido una mala idea contarle a Nancy lo de la fiesta de la noche anterior
—Fue una sorpresa, no sabían
—¡Pero Rupert sí! Y mira qué no decirme nada, que desconsideración hacia mi persona. ¿Qué cree, que porque estoy embarazada no puedo salir de la casa?
—Sí. Exactamente es así. Estas embarazada y no puedes hacer ese tipo de ajetreos.
—Cuando regrese Bodric de la reunión recuérdame lanzarle un zapato por tener la desfachatez de poner un bebé dentro de mí.
—Estoy segura que no lo lamentabas en el momento en el que eso sucedió —solté una risotada y mi tía me miró con cara de pocos amigos.
—Mejor escucha a tu tía y no esperes mucho para tener un gusanito porque es que a esta edad, hasta respirar cansa.
Rodé los ojos acomodándome en la cama a su lado.
—Nadie te mandó a ti a esperar hasta los finales de los treinta. Ahora te lo aguantas.
—Ya ¿Bodric te enseñó los muebles que elegimos para la decoración del cuarto?
—Elegimos me suena a mucha gente porque las únicas personas involucradas en eso fuimos Bodric y yo. Tú estabas muy tranquila roncando
—Bueno para que tengo un arquitecto en la casa si no me ayudará con el cuarto del bebé.
—Todo sería más fácil si se decidieran a averiguar el sexo...
—Que no, Fabiola, que no. No queremos que su sexo definida su personalidad. La decoración debería ser independiente de si es niño o niña.
—En eso te doy la razón.
—¡Milagro! ¿Qué pasa, estas enferma?
—Enferma sí, pero de escuchar tus quejas. Solo te aguanto porque quiero mucho a mi futuro sobrino, que lo sepas.
—Si lo quieres tanto anda a hacerle un té. Tiene antojo de té verde.
Rodé los ojos pero me levanté de la cama para ir a la cocina
—La esclava Fabiola.
El timbre de la casa sonó y caminé hacia la puerta para abrir, me detuve al último momento recordando que estaba descalza, mis ojos tenían ojeras horrendas, mi pelo estaba enmarañado en un moño que ni sabía cómo desenredar y todavía andaba en pijama. Hice una mueca sabiendo que la flojera iba a ganar y que como era sábado en la mañana probablemente fuese Candice o la vecina de al frente con galletas. Alcé mi brazo, olí mis axilas y pasando el aprobado para el buen olor abrí la puerta.
Sorpresa, sorpresa.
No era una vecina. Tampoco Candice ni Blair. Era el famoso escocés, Aiden.
Sí, acabas de ganar la apuesta porque yo la perdí.
—Hola —saludé sin disimular mi sorpresa.
Aiden sonrió, me dio un beso en la mejilla logrando que su barba de un día raspase en mi piel y entró a la casa inundando todo con su olor.
Casi me contuve de cerrar los ojos y suspirar.
—Buenos días. ¿Cómo estás?
Cerré la puerta cuando ingresó y me giré hacia él. Estaba tan impecable como siempre, a pesar de que hoy vestía más casual e informal seguía viéndose como para lamerse los dedos. Zapatos negros, vaqueros y un suéter de lana negro que parecía hecho a su medida porque todo su torso se marcaba como si quisiera incitar pecados que de seguro las monjas no aprobarían.
Qué lástima... Por las monjas, quiero decir.
—Bien. No sabía que vendrías.
—¿Acabas de levantarte de la cama? —Aiden me echó una ojeada y me sentí descubierta.
Por dios que si no traía brassier puesto.
Creo que supe el momento exacto en el que se dio cuenta de ese hecho porque apartó su mirada de inmediato y un carraspeo se escapó de su garganta. Bajó su mirada hacia el sobre amarillo que tenía en su mano.
—Estaba con Nancy —murmuré queriendo correr dentro de mi habitación a ponerme un suéter diez tallas más grandes.
—Yo vine a traerle esto a Nancy —alzó el sobre sin mirarme.
—Fabiola ¿Sonó el timbre? —Nancy vino en pasos lentos hacia la sala y tuvo la misma sorpresa en su rostro que yo cuando lo vi— ¡Pero mira quién es! Espero que vengas a pedirme perdón, si es de rodillas quizá hasta considere perdonarte.
Aiden pareció desconcertado por un segundo antes de entender
—Lo siento Nancy, Hilka y yo pensábamos que era una de esas fiestas que a su tía le gusta organizar sin razón aparente. Nosotros no queríamos ninguna fiesta de compromiso, lo sabes.
Nancy soltó un resoplido
—Me gustaría conocer a esa dichosa tía, me está empezando a mosquear. Para que veas que soy noble, a ti te puedo perdonar pero ¿Rupert?... ¿Cuál es la excusa de tu hermano?
Aiden miró hacia mí buscando ayuda pero yo me quedé calladita disfrutando de este encuentro.
—Rupert es cien por ciento culpable. Él lo sabía todo, te doy permiso de hacer lo que consideres necesario cuando lo veas.
Mi boca se abrió sin poder creer que Aiden acababa de vender a su hermano con tanta facilidad. Es que cuando Rupert se entere...
Nancy entrecerró sus ojos con suspicacia
—No creas que no me doy cuenta que intentas lavarte las manos hombrecito pero lo dejaré pasar. ¿Que traes ahí?
Aiden le tendió el sobre
—Nuestra muestra de buena fe. Te lo manda Rupert, es un manuscrito que mandaron. En papel.
Los ojos de Nancy se abrieron con tanta emoción que cualquiera diría que se acababa de ganar la lotería.
—Con cuánta facilidad dejas que te compren tía querida
Nancy me ignoró abiertamente
—¿Estabas en la oficina? —preguntó abrazando el sobre a su pecho.
—Sí, estaba en la reunión
—Ah pero Bodric me lo podía traer cariño, no hacía falta que te molestaras. Gracias de todas formas.
—Si pero ellos se quedaron resolviendo otros asuntos, decidí adelantarme. Y así aprovechaba a darte una vuelta, que tengo días que no hablo con mi sobrino.