"Mil kilómetros se restan cuando dos almas se suman"
AIDEN STRACHAN
—Gracias por dejar que me quedase anoche —Hilka comentó mientras bajábamos las escaleras.
— Ésta es tu casa, puedes venir cuando tú quieras, las veces que lo necesites. Quiero que estés bien.
—Estoy bien, Aiden. Te lo digo en serio ahora, puedo que no lo haya estado últimamente pero haberme alejado un tiempo me ayudó a pensar las cosas con claridad.
Sonreí hacia ella
—Me alegra escuchar eso.
—Y a mí me alegraría saber que ya te arreglaste con Fabiola. Que todo esto tiene un verdadero propósito.
Fabiola.
Solté un suspiro sin querer amargarme el día tan temprano.
—Estaba besándose con Hans. —solté con amargura.
—Que estén besándose no significa que estén saliendo. Tenías que dejar que te explicara el motivo de ese beso. Si ella quería explicarse es por algo ¿No?
—Y de todos los lugares que existen en Edimburgo, ¿ella tenía que ir a besar con otro, precisamente en Medialuna?
Justamente en Medialuna.
Después de que le conté lo que ese lugar significaba para mí. Para nosotros. Después de que le regresé el arete.
¿Qué hace ella? Escupir mis palabras en mi cara.
No sabía que me mosqueaba más, si verla besándose con Hans o que lo hiciese en Medialuna.
—Háblalo con ella. Tú no eres de los que no escuchan.
Yo no era así, claro, porque yo siempre tenía que ser Aiden, el comprensivo, el que escuchaba, el paciente, el que todo lo entendía. Estaba cansado, tenía el estómago hecho un nudo y no tenía paciencia para escuchar explicaciones. No quería saber nada sobre ese tema, no todavía.
Mi paciencia había expirado, los celos habían ganado la batalla y lo mejor que yo podía hacer por los momentos era apartarme, si no, haría o diría cosas de las que después podía arrepentirme.
Salí del edificio respirando el aire fresco que la mañana me regalaba, me gustaba el olor del aire a esta hora, cuando todavía estaba limpio y no se veía turbado por la contaminación diaria.
Escuché a Hilka salir y le tendí mi mano para que la tomara.
—Si necesitas algo me llamas. Si necesitas que te acompañé a hablar con tus tíos o con tus padres, ahí estaré. Llámame, ¿Sí?
—Lo haré. Por ahora iré a darles la noticia a mis tíos. Y tú mejor prepárate para la llamada de Helena, se pondrá histérica.
—Dile que yo pagaré por todo, me haré cargo de todos los gastos de la fiesta...
—El dinero es lo de menos, Aiden, ella solo quería verme casar.
—Aun así, lo justo es que yo me haga responsable
—Te quiero, Aiden.
Apreté su mano y la llevé a mis labios para depositar un beso en sus nudillos
—Yo también te quiero. Cuentas conmigo para lo que necesites.
—Esto no es una despedida ¿Esta bien? —Sus ojos brillaron, sabía que ella intentaba no llorar— nos seguiremos viendo. Que no nos casemos no significa que dejemos de ser amigos.
—Claro que no. De mí no te desharás tan fácil, te estaré llamando todo el tiempo para que me cuentas de ti.
—Y caminemos por el parque.
Ella sonrió, yo asentí, su mano acarició mi rostro con ternura y se inclinó hacia mí para darme un beso, de esos que saben a despedida.
—Te voy a extrañar —confesé.
—Yo no extrañaré tus ronquidos en las noches —Hilka río y sonreí.
—Yo no ronco.
Hilka iba a responder pero su mirada se quedó atenta a un punto detrás de mi espalda, sus ojos se abrieron con horror.
—¡Acaban de atropellar a alguien!
—¿Como?
Seguí la mirada de Hilka y fui consciente del caos que se estaba formando detrás de nosotros. Un cuerpo estaba tirado en la calle, la gente empezaba a aglomerarse a su alrededor, cerca del cuerpo, un vehículo que parecía ser un triciclo, estaba estacionado, el conductor, pálido, se bajaba del mismo.
—Es una chica.... vamos a ver si podemos ayudar. — la voz de Hilka llegó hasta a mí pero la sentí lejana
Yo me sentía lejano, estaba aquí, observando el cuerpo de esa chica en el piso pero al mismo tiempo no.
Seguí los pasos de Hilka de modo automático, sin embargo, mis ojos no podían alejarse del cuerpo de la chica tirado e inconsciente. No estaba moviéndose. Ni siquiera podía distinguir si estaba respirando.
Escuché las voces de las personas a nuestro alrededor, pero no pude distinguir lo que estaban diciendo
Un espantoso frío congeló mi cuerpo.
Un sentimiento desgarrador me rasgó, dentro, ese sentimiento conocido pero al mismo tiempo olvidado, esa misma sensación de terror que solo he sentido una vez antes, hace muchos años, cuando era tan solo un adolescente perdido y me notificaron que mis padres estaban desaparecidos. Muertos.
Era un sentimiento tan agonizante que nunca pensé que podría volver a sentirlo. Hasta ahora
Porque era el tipo de sentimientos que solo aparecían cuando piensas que lo más importante en tu vida, puede irse.
Pero no era así, porque la persona que estaba tirada en el asfalto, no era la persona más importante en mi vida.
Ella era mi vida
Mis ojos se quedaron fijos en las botas negras, en ese abrigo de lana verde, en el cabello castaño que caía libre por su espalda y rozaba el asfalto. Me temblaron las piernas, se me nubló la visión y mi capacidad de reacción se evaporó, solo pude volver a mí cuando noté que alguien intentaba llegar a ella y moverla.
—¡No la toques! —grité acortando la distancia que me separaba en zancadas largas, no quería que nadie pusiera sus manos en ella.
El señor se detuvo en seco y sus ojos aterrados me miraron.
—Ella salió de la nada. Ella no estaba ahí. No la vi. Salió de la nada
—¿Aiden? —Hilka preguntó
—Es Fa... —mi voz se cortó y caí en mis rodillas junto a ella— Fabiola.