Dime que te Iras (amor a lo Escoces #2)

Capítulo 29

"No sé encajar que ningún tren traiga tu abrazo"

 

AIDEN STRACHAN

 

Mi hermano tenía minutos caminando en círculos a lo largo de la amplia oficina de Medialuna, los pasos en sus mocasines marrones esparcían polvos de preocupación sobre la alfombra azul marino, casi negro, del piso. Me gustaba esa alfombra, la había escogido yo mismo, al observarla la imagen del cielo nocturno, en su pleno apogeo, abordaba tu imaginación, como un cielo carente de estrellas, y sin las estrellas, no existía ningún deseo por pedir, ningún recuerdo que desempolvar.

La mirada de Rupert estaba en sus pies, mientras se desplazaba de una esquina a la otra, sus pensamientos se sumergían en la alfombra como un mar hondo y profundo, silencioso como si estuviese en el ojo del huracán.

Me recosté del espaldar de mi asiento, uniendo mis manos en mi regazo, había estado observándolo por tanto tiempo, que empezaba a marearme, mi paciencia menguaba en cada paso.

—Desde que llegaste no has emitido ni una sola palabra —observé, desgarrando el silencioso ruido de sus pensamientos.

Mi teléfono volvió a encenderse ante un nuevo mensaje de Mitch, mi cabeza punzó, intenté ignorarlo y volver a concentrarme en mi hermano. No sabía quién de los dos me volvería loco primero, si Mitch o mi hermano.

—¿Hablaste con el agente de Míster Brinth? —preguntó mi hermano sin dejar de caminar.

— Esta mañana... están pidiendo más de lo que yo consideraría prudente.

—Nuestra oferta fue lo suficientemente generosa — dejó de caminar por primera vez desde que ingresó a la oficina.

—Les di un ultimátum, toman nuestra oferta o tendrán que buscar a otra editorial.

—El libro es bueno —Rupert observó con gesto pensativo.

—Eso no basta para que tenga éxito, ellos intentan pasarse de listillos, así que esto es lo que obtienen —dije decidiéndome a mirar por fin el mensaje de Mitch para pensar en otra cosa, la reunión con esa gente me cabreaba.

"Tienes que venir a Glasgow"

Dios santo, eso solo significaba más problemas. No estaba de humor hoy y esto lo empeoraba.

— ¿Todo bien? —Rupert preguntó.

—Problemas en Glasgow

—¿Con el local?

—Eso parece. —respondí secamente sin ánimos de ahondar en los detalles, le había delegado a Mitch esa labor pero parecía que las cosas no iban a progresar sin mi presencia.

Asintió y siguió caminando, mi hermano lucía como si tuviese sus propios problemas.

— ¿Que estoy haciendo? —preguntó de pronto.

Me enderecé en mi asiento mirándolo con seriedad, esto era nuevo y sorprendente. Mi mayor y sabio hermano estaba preguntándome, a mí, el hermano descarriado, qué era lo que estaba haciendo.

— No sé que estoy haciendo. —sentenció.

Si él no lo sabía, yo menos.

— ¿Acerca de La Editorial? — pregunté sabiendo que ese no era el problema sin embargo no sabía cómo aconsejarlo, siempre fue al revés, yo hablaba, él me escuchaba, yo daba vueltas en círculos, él se sentaba, estaba seguro qué esta era la primera vez que las cosas eran distintas.

Durante toda nuestra vida, Rupert siempre fue el centrado de los dos, él parecía saber todo lo que quería y lucía como si tuviese y estuviese en el lugar donde quería estar mientras yo, daba rumbos y tumbos buscando por mi lugar y definiendo quién era y qué deseaba. Él pensaba muy bien las consecuencias antes de dar un paso, yo daba el paso y luego notaba las consecuencias cuando ya estaban sobre mí.

Ahora yo me encontraba en el lugar exacto en el que había esperado estar durante todos estos años, por fin, había encontrado donde y con quién estaba mi lugar, mi hogar. No podía pedir por más, estaba con la persona que amaba y no deseaba estar en ningún otro lugar que no sea donde estuviese ella.

—Estoy jugando a la casita feliz... me siento en esa silla todos los días y le leo estas historias de Spiderman al bebé y siento su reacción hacia mi voz... ella toma mi mano, la sostiene sobre su vientre, la siento a ella y siento a la criatura dando patadas, me dice que es por mí, porque le agrado al bebé y me da las gracias —sus ojos verdes parecidos a los míos lucen torturados— ¿Gracias por qué? Siento que soy yo quien le debe dar las gracias a ella, por permitirme.... Hoy le compré flores ... siento que estoy a punto de perder el control de la situación. ¿Qué estoy haciendo?

Yo tampoco lo sabía.

Exhaló todo el aire y me miró derrotado

—¿Estás viendo? —Exclamó— Estoy viniendo a ti, ¡a ti!, por consejo, esa es muestra suficiente de que estoy perdiendo la razón

Yo pensaba exactamente lo mismo pero preferí no decir nada

—¿Le lees las historias de Spiderman? —pregunté. Eso era lo que yo no sabía.

—Cada día, a la criatura parece gustarle.

—Creo que te estás encariñando con el bebé.

—Ya lo estoy y... es un conflicto porque siento que estoy traicionando a Bodrick. ¿Cómo me puedo sentir de esta manera acerca de su esposa y su hijo cuando él tiene menos de un mes muerto?

Mi hermano se encontraba en una situación complicada y más aún si estaba aquí, hablando en voz alta sobre eso, él no hablaba sobre sus sentimientos o sus pensamientos.

Lo admiraba, no entendía como era capaz de controlarse teniéndola tan cerca, conviviendo día tras día a su lado de esa manera, cuando Fabiola regresó se me hacía difícil tenerla cerca, entender y luchar al mismo tiempo con los sentimientos que producía su cercanía, su roce, o su voz, mantener mi mente ocupada para no quedarme observando fijamente su sonrisa, o esos gestos que solo le pertenecían a ella y ahora, que la tengo de vuelta, sabiéndola mía, era casi imposible e incluso doloroso tenerla al frente y no tocarla, como hoy en Evanna's, que estuviese tan pegada a mí, con sus ojos deseosos de un beso y no poder dárselo, como todo mi cuerpo me suplicaba que lo hiciera, me molestaba, me jodía y me mataba, tuve que parecer distante, me vi forzado a alejarme, a no mirarla y ni siquiera tocarla porque si lo hacía, ahí, frente a todo el mundo, no me haría responsable de mis acciones.



#1037 en Novela romántica

En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 19.04.2022

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