Dime que te Iras (amor a lo Escoces #2)

Capítulo 30

¿Cómo explicarle a mi boca
que no la besarás?
 

 

Una pequeña mancha de sangre traspasaba el pantalón de chándal de mi tía, era pequeña, aun así, sangre era sangre y en su condición, no debía ser un buen augurio. El pánico invadió mi cuerpo pero me obligué a reaccionar, manteniendo la calma por las dos.

Si las dos sucumbíamos a los nervios, estábamos jodidas.

—Estoy sangrando —exclamó horrorizada— Fabiola... estoy perdiéndolo.

El pensamiento envío un escalofrío desesperante a través de mi espina, la guie hasta el mueble con pasos lentos para ayudarla a que se tendiera mientras pensaba que hacer.

—Tranquila, no es mucha sangre. —exclamé tanto para ella como para mí

Nancy me veía con preocupación y horror, si no actuábamos pronto ella iba a empezar a tener un ataque de pánico. Buqué por mi celular y llamé a la primera persona que se vino a mi mente

—Voy a perder al gusanito —Nancy repetía— Lo voy a perder.

La línea sonó y sonó, con cada repique mi calma disminuía, cuando creí que no atendería, la voz del Doctor Webber me saludó

—Hola Fabiola, que sorpresa

—Está sangrando —notifiqué al instante sin detenerme en saludar— tiene dolor y su pantalón tiene sangre.

Escuché un ruido atravesar la conexión como si se hubiese levantado de su asiento con brusquedad.

—¿De qué color es la sangre? —Preguntó de inmediato— ¿Puedes indicarme el volumen del sangrado?

Miré a mi tía, su rostro estaba contorsionado, sus manos sostenían su vientre abultado, su respiración era agitada y veía su vientre con preocupación, seguía susurrando que perdería al bebé

—No es mucha sangre, es roja supongo... dice que le duele el vientre Anthony, no sé qué hacer.

Lo escuché moverse como si estuviese en medio de algo

—¿Están en el mismo lugar donde las visité el otro día?

—Sí. Sí, en el mismo apartamento.

—Estoy enviando una ambulancia, estaremos ahí en cinco minutos, Fabiola, necesito que tu tía mantenga la calma y que esté acostada. Ejercicios de respiración ¿Recuerdas?

—Sí, yo....

Lo escuché a lo lejos, hablando con otras personas, murmurando palabras que no entendí hasta que volvió a la llamada

—Ponme en altavoz, quiero hablar con Nancy.

Tragué saliva y asentí, nerviosa, una ambulancia venia en camino.

El miedo se instauró dentro de mi comprendiendo la gravedad del asunto, Anthony no se escuchaba preocupado o ansioso pero si venia en una ambulancia, tan rápido, tenía que ser objeto de preocupación.

—El doctor Webber esta al teléfono —dije a mi tía intentando calmarla sin mucho éxito porque yo misma estaba perdiendo la calma

—Doctor Webber, ¿Voy a perder al gusanito? —Nancy preguntó con voz asustada

—No Nancy, no lo vas a perder —la voz segura y pausada del doctor Webber nos inspiró calma, nos inspiró confianza— Voy en camino con una ambulancia ¿bien? No colgaré la llamada, la mantendré activa hasta que lleguemos, necesito que estés tranquila, el bebé estará bien. ¿Si?

—¿Vienes para acá? —mi tía preguntó, su voz tuvo un matiz de alivio.

—Sí, ya estoy en camino con la ambulancia, estaremos ahí en unos minutos y revisaremos la causa del dolor, lo vamos a solucionar.

—Estoy sangrando —mi tía avisó

—Lo sé —El doctor Webber respondió como si eso no fuese motivo de preocupación— hagamos unos ejercicios de respiración, ¿Puedes hacerlos conmigo?

De fondo escuchaba el sonido del tráfico y la sirena de la ambulancia en su camino hacia acá. Anthony, mi tía y yo empezamos a hacer ejercicios de respiración

Inhala aire por seis segundo, mantén la respiración por cuatro segundos, exhala durante diez segundos.

El aire se instauró en mis pulmones, tomé la mano de mi tía y respiramos al mismo tiempo, por el altavoz, la voz calmada y suave de Anthony nos guiaba a través de los segundos. Él arribó al apartamento tan rápido como prometió, y para mí era una verdadera sorpresa la eficacia de su traslado, había dicho que vendría rápido pero nunca creí que fuese así de rápido.

Los paramédicos entraron al apartamento con la camilla, me pregunté cuanto peso podría resistir esas camillas porque mi tía no era exactamente liviana ahora mismo. Solo cuando Anthony puso un pie dentro del apartamento, colgó la llamada y guardó su celular, me dio un saludo rápido antes de enfocar su atención en Nancy.

— Hola otra vez —saludó con una sonrisa que intentaba transmitir tranquilidad, no creo que mi tía lo haya apreciado porque respondió:

—No tengo nada en contra de usted, Doctor pero... me encantaría no volver a verlo.

En vez de sentirse ofendido, Anthony amplió su sonrisa y asintió, entendiendo el punto al cual mi tía quería llegar. Este mes había sido de todo menos tranquilo, y el Doctor Webber había estado presente en cada uno de los episodios.

Observé desde un lado de la sala controlando los temblores de mi cuerpo, los dos paramédicos aguardaban por las instrucciones del Doctor, palpó el vientre de mi tía, le hizo una evaluación rápida bajo la atenta mirada de mi tía y la mía, el corazón lo tenía en la garganta mientras la inspección continuaba.

Si mi padre estuviese aquí, diría algo como "Dios le da las grandes batallas a sus mejores guerreros" y yo discutiría con él acerca de lo injusta de esa frase, mi madre se mantendría escuchándonos e intervendría solo para darle la razón a mi padre.

Mi mamá, cuanto la necesitaba aquí, empezaba a sospechar que no importaba lo grande o lo mayor que fueses, tu madre siempre te haría falta.

Anthony asintió hacia los paramédicos y ellos se acercaron para mover a mi tía, su rostro había adquirido un tono de seriedad que no había estado antes, Nancy también se dio cuenta porque enseguida preguntó

— ¿Qué sucede?

El Doctor lanzó una mirada en mi dirección antes de volver a mi tía.



#1065 en Novela romántica

En el texto hay: humor, drama, amor

Editado: 19.04.2022

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