-Kouro, cielo, despierta, ya hemos llegado.
Habían dejado la casa en un carruaje pero apenas se alejaron un par de kilómetros antes de dejarlo, Shizen no soportaba lo que consideraba un viaje en una caja, una vez afuera ella y Rina regresaron a sus formas originales, Kouro trepo al lomo de su abuela y se quedo dormido mientras andaban, así de seguro se sentía con ella, las luces del alba coloreaban el cielo cuando despertó acunado en sus brazos.
-¿Abuela?
-Sé que es temprano pero aquí se suele madrugar-lo dejo en el suelo-bienvenido, ahora eres parte de la manada.
El territorio de los Zenko parecía una plaza de juegos con décadas de abandono, Tadashi había hecho construir medias estructuras, columpios, banquillos, todo estaba cubierto de enredaderas, la vegetación florida y sus singulares habitantes le daban al sitio un encanto mágico, Kouro estaba tan fascinado que se sobresalto cuando Rina paso por su lado riendo a carcajadas.
-¡Vamos, Kouro!, ¡Vamos a jugar!
Ese fue el momento en que realmente empezó a vivir, las Zenko le recibieron encantadas y se desvivieron por darle comodidad, pasaba los días jugando con Rina o estudiando con su abuela Shizen, tenía prohibido embotellar energías y se le había ordenado liberar su colección pero poder contemplar el movimiento de la magia libre de toda cadena lo compensaba con creces, por las noches dormía acurrucado junto a su abuela y cobijado por sus colas, casi siempre al aire libre, lo que iba perfecto para disipar la sensación de encierro que siempre le había dominado.
-Lo primero que debes conocer son las energías elementales-le aleccionaba junto a la laguna-Agua, Tierra, Aire, Fuego y Metal, juntas conforman todo cuanto existe.
-¿Todo?
-Se manifiestan en lo físico e influyen en lo espiritual, tu padre por ejemplo, y tu hermano, ambos están fuertemente vinculados a la tierra, tu madre sabe ajustarse a los cambios como el agua.
-¿Y tú, abuela?
-A nosotros los Kitsume nos mueve el fuego, somos salvajes, libres y apasionadas-le miro con ternura-aun no se qué te influye a ti, eres único, como mi Tadashi cuando lo encontré.
-Tal vez soy un elemento nuevo, magia.
-¿Magia pura?, podría ser-lo abrazo-tenemos mucho tiempo para averiguar.
Rina pasaba la mayor parte del tiempo con él, aunque no necesitara las mismas clases, cuando su abuela debía atender a otros asuntos de la manada ella le llevaba a jugar, a explorar, a perderse por ahí, fue su primera y mejor amiga, la única que tuvo se diría después, su gracia solo era superada por su vitalidad, tenía talento para dar con los nidos de ciertas criaturas y llevaba a Kouro consigo a explorar.
-Ahora, no vayas a hacer ningún ruido-habían rectado en la espesura hasta un nicho oculto donde un reptil rojizo cuidaba sus huevos-allí esta, ¿ves?, eso es una salamandra de fuego.
-¡Se está quemando!
-No se quema, sobreviven en medio del fuego, ¿Ves como gira sus huevos para que todos tengan el mismo calor?, mamá dice que las salamandras de fuego si viven lo suficiente pueden convertirse en auténticos dragones.
-¿Pero entonces los dragones si existen?
-Los dragones existen pero no andan por allí manejando la vida de la gente.
-¿Y son buenos o malos?
-Los hay de todo tipo, igual que con la magia y las personas.
Cuando llego el día de la visita en su casa apenas lo reconocieron, estaba radiante, alborotador y feliz, ansioso por contarle a todo el mundo sus aventuras, casi era un niño normal y sus padres estaban encantados.
-Míralo, Hikari-correteaba junto a su hermano en el patio-es otro.
-Sigue siendo el mismo, solo que más feliz.
-Y apenas aprecian la superficie-dijo Shizen-dejen que lo trabaje a fondo, hare de él un hombre de bien, uno del que puedan sentirse orgullosos.
Aceptaron continuar con eso, emocionados por los resultados…quizás demasiado, de a ver mostrado algo más de cautela podrían a ver ido notando los paulatinos pero profundos cambios que Shizen haría en el pequeño.
Editado: 07.08.2018