-Hey, jefe-la voz de Akuma le despertó-ya vamos a llegar, creí que te gustaría darle un primer vistazo a China.
Antes de acompañarle afuera tomo su pecera colgante, algo que había hecho con una lámpara de papel y un hechizo impermeabilizante para que le sirviera de cuna y transporte a Mizu, la pequeña serpiente de mar; apenas amanecía pero ya se distinguía una línea de tierra en el horizonte, tierras extranjeras, el punto de partida de una aventura sin igual.
-Es maravilloso, ¿no te parece, Mizu?-la criaturita aplaudió con sus aletas-cuando lleguemos lo primero será comprar dos buenos caballos, de camino a Chang'an planearemos el itinerario.
-Entendido, aunque la verdad-se estiro-luego de tantos meses viendo agua me encantara descansar unos días en tierra.
Al llegar les recibieron con gran sorpresa pues el barco llegaba atrasado y señales en lontananza les habían hecho creer que fueron destrozados por un tifón, el relato de la serpiente que casi les hunde causo sensación y durante la fiesta del gremio tanto por llegar como por haberlo logrado, Kouro conoció a un sujeto que vendía caballos, unas horas más tarde tenía un magnifico par tirando de su carromato, listos para viajar, aunque el primer camino que recorrieron fue para acercarse a la costa.
-Nuestro camino nos alejara cada vez más del agua-dijo, colocando a Mizu en la orilla-tu aleta ya está sana, asique creo que lo mejor para ti sería volver al mar, pero es tu decisión, si quieres también puedes quedarte conmigo.
Por un momento los ojitos de la serpiente se enfocaron en él y a Kouro le pareció ver algo similar a una chispa de gratitud antes se que se diera la vuelta, saltara al agua y comenzara a alejarse.
-Fue lo correcto-dijo Akuma, poniéndole una mano en el hombro-pasaremos meses en el desierto, ¿Cómo íbamos a mantenerle allí?
-Lo sé, pero es tan pequeña.
-Va a estar bien, andando, hay mucho camino que recorrer hasta Chang’an.
Estaban casi en el carromato cuando escucharon un gemido, Kouro fue el primero en volverse, hay estaba Mizu, se había metido en su pecera y palmeaba para llamar su atención, sus ojitos casi parecían decir “¡Oye!, ¿No piensas dejarme aquí, verdad?”, Kouro soltó la risa y fue por él.
-Supongo que desde ahora seremos tres.
Así llegaron a Chang'an, la ciudad más grande que Kouro hubiera visto hasta entonces y su mercado no se quedaba atrás, no había sitio donde instalarse y de repente le cohibió la idea de ponerse a hacer negocios allí, se limito entonces a abrirse paso lentamente para poder admirar los puestos, si daba con donde ubicarse podría dejar a Akuma cuidando mientras él salía a regatear, había tanto que ver y tantas energías que pululaban en el aire, comenzaba a sentirse mareado.
-¡Allí hay un lugar!-grito su compañero, sobresaltándole.
-Por mi vida, no vuelvas a hacerme algo así.
-¡Rápido o te lo ganan!
El carromato hallo puerto al costado de una casucha, frente a esta estaba colocada una tarima donde un hombre con ropajes aun más exagerados que los suyos hacia pasar a jóvenes hombres y mujeres de razas que nunca había visto, un gentío contemplaba la exhibición, el que manejaba aquello proclamaba por todo lo alto las virtudes de una jovencita de rasgos asiáticos y piel de color oscuro.
-Ya vengo, preguntare si nos podemos quedar aquí.
-Akuma, espera, ¿Qué estoy viendo?, ¿Qué espectáculo es este?
-Ningún espectáculo, así a grandes rasgos yo diría que es una venta de esclavos-le pareció que no entendía-esclavos, gente de razas que, algunos, consideran inferiores, se venden al mejor postor para diversos trabajos.
-Pero como, ¿se vende a las personas?, ¿En qué mundo eso tiene algún sentido?
-En este en que vivimos-dijo con pesar-tu es que eres un alma inocente y no te enteras pero para muchas personas ser diferente a los que tienen el poder es un crimen que se paga perdiendo el derecho a su libertad.
-A mi padre le horrorizaría ver esto.
Editado: 07.08.2018