Para Hakai Koukamy el levantarse cada mañana era todo un desafío, su vida era una tortura desde que su hermano se hiciese con el poder y sin embargo aguantaba, por su hija y por las breves pero significativas miradas que lograba intercambiar con su amada.
-Buen día, general.
Todo el mundo se inclinaba a su paso y él los saludaba con un ademan, sin demasiado interés, le enfermaban aquellas marionetas, la forma en que le observaban, y sin embargo no podía odiarles, en su mayoría eran solo víctimas inocentes de su hermano.
-¡Papá!-su primera parada cada día era la habitación de su hija.
-Buen día, general-dijo la pequeña Kiori.
-Buenos días, niñas-tomo a Tara y la puso sobre sus rodillas para cepillarle el cabello-ya deberían estar desayunando.
-Nos estamos arreglando-se fijo en el vestido de Kiori-¿no es hermosa?, como una muñequita.
-Casi tanto como tú, princesa, ¿Y porque tan bonitas?, ¿Algún plan especial?
-El tío Kouro nos llevara al lago-el cepillo se detuvo pero ella no lo noto-va ha hacer ese hechizo para que no se congele, yo ya lo he visto pero pensé que a Kiori le gustaría, asique le pedí que nos llevara.
-Es lindo de tu parte-volvió a cepillar-pero recuerda que debes ser muy cuidadosa.
-Buenos días-a diferencia de la mayoría, Hakai había aprendido a no sobresaltarse cada vez que su hermano aparecía, adivinaba su cercanía como quien intuye una tormenta-¿Ya están listas, niñas?
-Casi-Tara le dio un abrazo a su padre antes de bajar-vamos, Kio, a desayunar.
-Sí, señorita-al pasar junto a Kouro hizo una rápida reverencia-con su permiso, señor.
-Propio…que adorable pequeña, no me convencía al principio pero ha demostrado gran entereza y madurez, será una doncella estupenda.
-A mi me alegra que Tara tenga una amiga-se puso de pie-¿Tienes alguna tarea para mi hoy?
-Tomate el día, sal a cabalgar, te he visto tenso estos días.
De poder le habría replicado que llevaba tenso los últimos doscientos años pero cabalgar era una buena idea, se dirigió a la caballeriza y cuando pregunto por su yegua le dijeron que su nuevo asistente la estaba cepillando.
-¿Koguchi?
-Buen día, general.
-¿Qué haces aquí?
-El señor Koukamy me envió- parecía ligeramente avergonzado-me dijo que le dijera que yo iba a ser su asistente.
-Kouro…debí suponer que me reservaba algo.
-Casi termino, ¿pido que se la ensillen?
-¿No sabes ensillar un caballo?
-Lo cierto es que jamás he montado uno…
-Entonces haz que ensillen dos, si vas a estar conmigo debes poder montar a mi lado.
Le prepararon un corcel joven y salieron a los campos, allí Hakai le ayudo a montar y le fue enseñando lo básico, Koguchi había temido que no le quisiera pero de momento nada se lo indicaba, era un maestro paciente aunque distante, se le ocurrió entonces que si comenzaba acercándose a él, ganándose su aprecio, sería más fácil aproximarse a Kouro después, no dejaban de ser hermanos.
-¿Preparado?-monto-daremos una vuelta y luego iremos al lago, trata de seguir mi paso.
El potro de Koguchi era hijo de la yegua de Hakai, cuando esta emprendió la marcha el otro le siguió sin dudar, obligando al chico a sujetarse y poner su atención en la rienda para no caer.
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En el lago, Kiori y Tara asaban castañas, una leve capa de niebla producto del hechizo anticongelante cubría el lago, dándole un aspecto encantador, Kouro se relajaba en la orilla, practicando el estilo de combate danzante que aprendiera de las Kitsume.
-Siempre esta tan ocupado-le comento Tara a su amiga-en el laboratorio y así, me gusta cuando sale a despejarse y juega conmigo.
-Yo entiendo, así era papá, siempre estaba ocupado en el taller pero en invierno nos íbamos a un refugio y entonces nos ponía atención, mamá decía que tenía problemas para mostrar sus emociones.
Editado: 11.08.2018