Kouro salió al puente a tomar aire, se apoyo en la barandilla del barco y vio como el puerto se hacía más y más pequeño conforme se alejaban, dejaba atrás su país y en este su oscuro pasado.
Decidido a recuperar el control de su vida se fue justo donde se lo habían quitado, y de allí a China, donde nadie sabía de él o de los Uni, allí trabajaría por un nuevo nombre, por la reputación que siempre quiso, por su libertad y un destino que no fuera manipulado por los caprichos del Dragón.
-Ya estoy en camino-se dijo, y miro a la sombra de Sakkaku a su lado-¿Te quedaras conmigo?
-“Mientras me necesites, papá”
-Sera para siempre, entonces.
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Koguchi se quedo en Japón, nunca abandono la isla pues aunque lo intentaba algo más allá de su control lo guiaba siempre de vuelta a Nagasaki.
Durante un tiempo se mantuvo en las sombras, como fugitivo, pero eso fue hasta que sus verdaderos apetitos surgieron, accidentalmente descubrió que podría alimentarse de las emociones reprimidas de las personas así como su maestro podía tomar las emociones puras para aumentar su tamaño y poder; este hallazgo aunado a la carencia de límites que tenia ahora que nadie le daba órdenes y la influencia de los factores demostrarían ser una combinación letal.
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Y pasaron los años, muchos de hecho, durante los cuales Kouro ni supo ni se molesto en averiguar qué estaba haciendo su aprendiz; la emoción del comercio le llenaba y le hacía olvidarse de todo así como en su tiempo lo hizo la ilusión del poder.
Al viajar averiguo con gran sorpresa que no era del todo responsable por la caída de la magia en Japón, sucedía lo mismo en todas partes, una nueva fuerza se adueñaba del mundo llevándose por delante tradiciones, vidas y los sueños de miles de generaciones, era la fuerza del progreso y la razón; su influencia no era tanta aun para remover los cimientos de una China conservadora pero se empezaba a notar, se notaba en las nuevas tecnologías y en las historias que tenían cada vez más de mito que de realidad.
Esta nueva era de desarrollo y cambios le fascinaban, pensar que había malgastado doscientos años construyendo un imperio homogéneo más fundamentado en los prejuicios heredados de su abuela que en algún motivo valido, y es que no había tal motivo, finalmente comprendía las palabras de su padre quien siempre admiro la variedad como lo mejor que el mundo tenia y anhelaba más que cualquier otra cosa un mundo de paz e igualdad.
Un día que se detuvo por la zona de Pekín se topo con dos granjeros regresando del trabajo, les ofreció agua fresca y así se gano su simpatía, tenía que ser siempre muy gentil porque a algunos clientes no les hacía gracia que fuera japonés.
-Yo sé donde no le va a pasar eso-dijo uno-tome el siguiente cruce a la izquierda hasta llegar a un pueblo, el hombre más rico de ese pueblo es japonés, de apellido Miyaku, todos lo aprecian.
-Si se va ahora llegara antes de que se haga de noche, tiene un pequeño festival por el comienzo del verano.
-Suena excelente, muchas gracias, señores-chasco las riendas y se alejo por el polvoriento camino.
Rina asomo la cabeza con ligera curiosidad, olfateo el aire y regreso al interior; cuando dejaron Japón se había deprimido y con el tiempo se termino amansando, al menos antes podía ver a su esposo y a su hija, esos eran sus alicientes para pelear, ahora solo la sostenía la cada vez más leve esperanza de que Hakai la fuera a salvar o de que Kouro recordara su promesa e hiciera la llave para liberarla, ninguna alternativa parecía muy cercana.
Llegaron al pueblo cuando la música comenzaba a sonar, era una población prospera, relativamente grande, al menos esa fue su impresión mientras se abría paso entre las calles hasta dar con un buen sitio para estacionar el carromato.
-¿Vienes o te quedas cuidando?-Rina solo resoplo-como prefieras, te traeré algo.
Se alisto como el evento lo ameritaba, el exagerado cuidado personal que su abuela le había inculcado era algo de lo que jamás se pudo desprender de modo que busco su mejor atuendo, se peino cuidadosamente y repaso su aspecto ante el espejo antes de ir, la fiesta ya estaba en su apogeo cuando llego a la plaza.
Editado: 11.08.2018