Dioses de la penumbra

Sin salida

-Arthur, Arthur, levántate- me decía Carol con suavidad. Su llamado me hacia sentir que reposaba en mi mullida cama después de un agotador día.

- ¿Qué pasa? Aún quiero descansar.

- Tenemos que irnos- me aclaro mientras tiraba de mi brazo; sin embargo, nunca había reparado que su mano fuera tan cálida y blanda.

- No pretendo incorporarme por un buen rato – le especifique mostrándole con mi tono de voz que hablaba en serio.

- ¡Ponte de pie, ahora! – me espeto con contundencia. Rápidamente me levante solo para darme cuenta que no, no estaba en mi confortable lecho.

- ¿Dónde estamos? – inquirí con miedo.

- Estamos en Eversor, el reino de Abaddón- Observe a mi alrededor y note que en el horizonte un sol rojo casi se ocultaba. Los alrededores eran escabrosos y escarpados.

- ¿Dónde están Noah y Jacob? – la interrogue, pronunciando el nombre de Jacob con un acento de amargura.

- Cuando desperté no estaban, solo vi que unos pocos oyentes se alejaban. Te sugiero que no mires allá- me explico con un semblante afligido. Me esforcé por seguir su consejo, pero la curiosidad ya me mataba. Era espeluznante, ¡restos de cuerpos esparcidos por el suelo rocoso! Daban la idea, por la forma en la que quedaron, de haber sido metidos a una batidora enorme para licuarlos atrozmente.

- ¿Hacía dónde iremos? Este sitio parece inmenso.

- Propongo que subamos por aquella pendiente para que podamos orientarnos – Lo hicimos no sin antes sentir nauseas por el panorama que veíamos.

- ¿Viste hacía dónde caminaron los adeptos?

Carol no respondió, seguramente se hallaba preocupada por Jacob y Noah. Entretanto subíamos por la pendiente mi mente se angustiaba más y más, pensando como demonios saldríamos de este lugar. A medida que avanzábamos era evidente que la gravedad de este planeta era un poco mayor que la de la tierra. Después de batallar mucho llegamos a la cúspide, únicamente para advertir que tratar de salir de allí era el menor de nuestros problemas. Hacía donde miráramos solo había montañas gigantescas y un sol rojo que calentaba como el infierno.       

 

 




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