Una corriente de aire en el rostro despertó a Suéh. O quizá fue la suave respiración de alguien que se acercaba a ella.
Cualquier persona habría seguido su sueño, pero cuando entró al Centro de Entretenimiento para cazadores a los dieciséis años no imaginó lo ventajoso que sería un sueño ligero, con el paso del tiempo había perfeccionado el percibir presencias o cambios mientras dormía, al menos para que cuando fuera a cazar por varios días lejos de casa pudiera descansar un poco.
Abrió los ojos y vió a Loryen a su lado. Con un gesto él le señaló que guardara silencio y lo siguiera, ella se sentó y debajo de sus cobijas preparó sus dagas.
Vió cómo Loryen se acercaba a la entrada de la carpa y cuando él salió entró ahora Rewn. Suéh, que ya se había preparado se fue de la tienda mientras veía cómo el joven se encargaba de despertar a Pamela y Rhin.
El silencio era casi absoluto, de no ser por el olor a podredumbre y sangre pensarían que no había nada raro. Esa era una debilidad de las bestias, a los cazadores les daba ventaja percibir su olor a metros, el problema era su astucia. Ellos percibían que las bestias estaban ahí, muy cerca, pero no sabían en dónde se ocultaban o en qué momento atacarían.
—Necesito ir al baño —le dijo Loryen a la chica. Sabía que no era eso, quería despistar. Porque aunque eran inteligentes comparados con otras criaturas, su razonamiento no dejaba de ser mediocre.
—Vamos.
Empezaron a caminar y cuando se alejaron unos metros del campamento el olor de las bestias se hizo más fuerte.
Loryen dejó de caminar y se giró hacia Suéh, alzó la mirada y las cejas al cielo, como señalando algo, mientras decía: —No vas a mirar, ¿cierto?
Ella entendió a qué se refería: las bestias estaban arriba de los árboles.
—No —dijo mientras se giraba.
Una de las cosas que Suéh más adoraba era su lanzadardos. Un invento de algún legado de Thyxo que se fue haciendo popular y muchos terminaron replicando. Se trataba de un artefacto funcional con una sola mano, solo necesitabas el índice para sostener la boquilla de dónde salía el dardo y darle dirección, el pulgar para recargar el extremo opuesto de la boquilla y el dedo medio para tirar del gatillo. Tenía cabidad para cinco dardos pequeños o para tres normales, ella llevaba cinco; además de el veneno que se encontraba en la boquilla, así no tenía que recubrir los dardos antes de cargar el arma.
Como adoraba aquel lanzadardos es lo que llevaba siempre, en ese momento mientras se giraba para darle la espalda a Loryen aprovechó para tenerlo listo en su mano derecha.
Escuchó cómo unos pasos se alejaban corriendo y pisadas más duras se acercaban. Antes de que pudiera darse cuenta de que Loryen ya no se encontraba cerca, un bestia saltó frente a ella. Le disparó casi por inercia y el dardo cayó en su pierna, sabía que pasarían veinte segundos antes de que muriera así que lo pateó con fuerza en el pecho para que se cayera al piso.
Antes de tocar el suelo la bestia a la que había escuchado acercarse apareció y se lanzó hacia ella, fue su mano izquierda la que reaccionó más rápido y lanzó la daga a la garganta de la bestia, falló por unos centímetros.
Si hubiera acertado ahí, así como si la daga hubiera tenido veneno, habría muerto al instante; pero como no era el caso solo se quedó clavada en su cuello.
Suéh rodó en el piso para esquivar sus zarpas, pero en el proceso soltó sin querer el lanzadardos de su mano. Llegó junto al ahora cadáver de la primer bestia y solo le quedaba su espada.
Como la otra se acercaba rápido su primer instinto fue tomar el brazo de la bestia muerta a su lado y ocupó las zarpas de este para desviar el ataque del otro. Sintió que las garras del cadáver habían herido el peludo brazo negro de su atacante, no se detuvo a comprobarlo.
Desenvainó la espada, se la encajó en la cola y fue rasgando la piel pelona por todo lo largo. La bestia se tambaleó aturdida y Suéh aprovechó para sacar su daga del cuello y clavarla en la garganta. Ahora eran dos muertos.
Miró a su alrededor, estaba casi segura de que ya no había ninguna amenaza cerca de ella, ¿a dónde había corrido Loryen?
Escuchó un grito y corrió hacia allá.
✧️✧️
Josu y Yian estaban de guardia esa noche. Pero no fueron ellos los primeros en oler a las bestias, sino Loryen.
Los hermanos estaban enfrascados discutiendo acerca de lo que Josu sentía y lo que quería hacer, mientras que Yian intentaba persuadirlo de hacer lo que a él le parecía lo más correcto. El joven interrumpió en medio alegato del hermano menor, justo cuando le decía a Josu que tendría que hablar antes con Kena.
Loryen, que recordaba lo que había sucedido en su expedición subterránea y había hilado ideas muy cercanas a la realidad, empezó a prepararse para lo que podría pasar si una pareja de esposos recién separados estaba en la misión. Lo normal para él sería ignorar el hecho, confiaba en la profesionalidad del equipo, pero los problemas maritales en una misión de vida o muerte no podían hacer más que empeorar su panorama.
Ahora, con todos los cazadores despiertos y alerta, Josu buscaba a Pouhl con la mirada. Lo descubrió junto a Kena, pasándole un frasco de veneno mientras ella sacaba su espada del cinto. Su corazón se contrajo con dolor cuando ambos se dieron un corto beso y se dedicaron una sonrisa de mirada profunda.