Dioses, Historias & Mitos Griegos

Hiperión & Tea

A medida que pasaba el tiempo, Urano se iba tornando un ser menos tolerante, se enojaba con mucha facilidad, por cualquier cosa, pero lo que más le enojaba era ver como sus hijos e hijas iban formando familias.

Estos sentimientos estaban llenando el corazón de Urano, pero lo trataba de disimular muy bien, sin embargo, su esposa notaba algo extraño en su comportamiento.

¿Qué pasaba con Urano? dejo de ser el dulce y amoroso esposo, aquel que era amable con la creación de su esposa. ¿Será que tenía miedo que alguien quisiera quitarle el reinado? Pero había algo que Urano estaba olvidando y es que dicho puesto es de Gea, el padre Caos le había dado a ella el poderío, sobre todo, pero él se había aprovechado del amor de ella para apoderarse de todo lo que era de Gea.

En cambio, a Gea nunca le interesó mucho gobernar sobre todas las cosas, ella era completamente feliz estando con su esposo y sus hijos, —aunque la reunión con estos últimos era muy corta—, ver cómo poco a poco el planeta, el universo, todo lo que su padre le había dado poco a poco iba tomando vida y color.

Gea al ver la incomodidad y desprecio que su esposo expreso más de una vez, cada que nacía uno de sus hijos o hijas, decidió que era mejor hacer lo que él le había dicho, de mantenerlos ocultos de su presencia.

Cerca de los dominios de Tártaro, Gea pidió a su hermano ayuda para mantener oculto a sus hijos e hijas.

Los niños y niñas tuvieron que ser ocultos en el mismo lugar, pero a la vez separados, no tenía por qué conocerse hasta el momento en el que fueran adultos y se dispusieran a buscar a la pareja ideal para vivir con ella o él por la eternidad. Hasta ese entonces estos niños vivirían con su tío, con visitas diaria de su madre y lejos, muy lejos de la vista de su padre, el lugar donde estos niños fueron escondidos era un lugar sumamente oculto apartado de la vista de Urano un punto en la tierra donde sus ojos no lograban llegar.

Tiempo después, los niños y niñas mayores, crecieron fuertes y sanos con los cuidados de su madre y de su tío que suplía el lado paterno que necesitaban, crecieron y se convirtieron en seres sumamente hermosos, especialmente dos seres.

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Hiperión era sumamente inteligente, tan inteligente que de él emanaba cierta luz que te hacía ver las cosas con mucha claridad. El otro ser, Tea era otra cosa, de todas sus hermanas, era la fémina más gloriosa alguna vez vista, su esplendor era tal que nadie lograba permanecer observándola más de un minuto sin sentirse agotado, claro que todos los titanes poseen un brillo especial, un brillo único que sólo ellos tienen, pero Tea su esplendor era 10 veces más, solo una persona con la misma luz sería capaz de observar cada detalle.

—Hiperión, hijo mío —dijo Gea con semblante preocupado y triste.

—¿Pasa algo madre? —dijo preocupado por su expresión.

—Mi niño bello, como sucesora de mi padre Caos me concierne a mí darte tu tarea, tienes la edad suficiente para dejar el reino de tu tío Tártaro, puedes escoger cualquier lugar que tú quieras para vivir ya sea aquí en la tierra, en el submundo o en el universo.

—Madre mía ¿Es acaso esto lo que te tenía preocupada? —Sonrió— sé que a padre no le agradamos mucho que digamos, pero yo no le tengo miedo, pero para no preocuparte he decidido dónde quiero hacer mi reino.

—¿Y...? ¿Dónde será tu morada? —pregunto.

—He visitado este lugar una vez con mi tío y quede maravillado de lo que se logra observar desde ahí —dijo visualizado el lugar.

—Mi niño —sonrió al ver la cara soñadora de su hijo, sin poder contener su amor de madre, pasó el dorso de la mano sobre la mejilla de su hijo— dime ya ¿qué lugar es ese?

—Madre, viviré en el universo, desde ese lugar se puede ver todo, incluso más de lo que es capaz de ver mi padre.

—Así será, si es lo que quieres —sonrió y se despidió de su hijo besando ambas mejillas.

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Hiperión se fue ese mismo día, vago por años en todo el universo observando todo lo que le podía ofrecer, adquiriendo conocimientos que nadie más en ese momento llegaría a poseer.

Tras haber vagado decidió asentarse en un lugar cercano a su antiguo hogar, este lugar es cerca de lo que ahora llaman Sol, desde esa ubicación podría observar todo lo que podía sobre ella, como Dios de la observación y con los años recorriendo el universo tenía muchos conocimientos que compartir, pero faltaba recopilar conocimiento sobre la tierra.

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Tea, por ser una las menores su estadía en el Tártaro sería más largo. Tea esperaba con ansias que su madre llegara y le dijera que era su turno de abandonar ese oscuro lugar, no es que se quejara, pero ella deslumbraba a cualquiera, lo que en ocasiones causaba molestia a los demás habitantes de ahí, cuando fuera su turno se iría a un lugar muy lejos de la tierra.

—Mi niña bella —llamo Gea a Tea.



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En el texto hay: mitologia griega, leyendas, dioses griegos

Editado: 09.06.2021

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