FALSA TRANQUILIDAD
Veo monstruos.
No me refiero a los humanos que hacen cosas horribles como el asesinato, pedofilia, la discriminación, entre otras cosas. No me refiero a aquella clase de personas. Me refiero a esa clase de monstruos que asustan por las noches y por las cuales tienes pesadillas. Esos de los cuales dicen que no existen, pero no es cierto. Porque yo los veo.
No sé por qué, pero ellos saben que los puedo ver. Los siento en cada parte de mi cuerpo.
― ¡Ireland! ¿Te acabas de caer? ― Nora se carcajeó con suavidad ―. A veces eres torpe.
Sonrío, y me levanto del suelo con la mayor dignidad posible y con el nítido dolor en las palmas.
― Disculpa por ser así ― Suelto, irónica.
― De todas formas, torpe o no, te amo muchoooo ― Alargó la frase y me abrazó, sin darse cuenta del monstruo que estaba colgado en mis hombros ―. Vamos a clases.
Nora deja de abrazarme y me pasa el brazo por encima de los hombros, solo aleja un poco a las criaturas, pero hay varios rodeándome el cuerpo, acosándome y tirándome el pelo.
Nora comienza a hablar sobre una cita del fin de semana y que la tuvo emocionada por el chico.
También quisiera tener una cita, pero para alguien como yo es difícil. No puedo actuar con normalidad. Es difícil fingir, y de todos modos no hay muchos chicos que lo hagan.
Algunas criaturas, pequeñas y viscosas, se me cuelgan por los brazos provocando un peso, por lo que voy encorvada por el pasillo de la preparatoria. Pesan demasiado, sobre todo cuando son dos en ambos brazos.
No puedo y llegar dando manotazos sin hacerme ver como loca.
Suspiro, exhausta.
De pronto, evoco el recuerdo de ese niño. A ese niño de cabello oscuro que también los podía ver. No recuerdo su rostro o más de su aspecto. Solo que él también los veía, y los espantaba cuando estaban encima de mí. Sin embargo, creo que era más bien mi imaginación porque algunas veces soñaba con él y luego no recuerdo mucho.
― ¿Qué nos toca? ―preguntó Nora.
Y como si hubiera sido una señal, el timbre del comienzo de clases se oyó por todo el pasillo.
Los alumnos comienzan a murmurar y reírse mientras se van a sus respectivos salones, y yo sigo la marea con Nora sujetándome temerosa por si me vuelvo a caer por mi supuesta torpeza.
― Historia ―respondo con clara emoción en mi voz.
― Solo a ti te gustaría una materia tan aburrida ― bromeó. Me apretujó más consiguiendo que riera.
Hacemos una rápida parada a los casilleros, dejamos lo que no necesitamos en esta primera hora y nos vamos a nuestro respectivo salón de clases.
Nora saluda a un par de compañeros que están en grupos conversando y yo repito su acción, yendo hacia mi puesto, al lado de la ventana de aspecto gótico.
Todo el colegio tiene un aspecto antiguo, hecho de piedra, con ventanas enormes de la edad gótica.
― Rarita, ¿qué hiciste el fin de semana? ― La voz Sawyer suena por el salón. Blanqueo los ojos por el apodo.
Él fue conmigo al kinder, y digamos que no era discreta en ese entonces y hablaba de los monstruos que me acechaban, por lo que me gané el apodo de “rara”. No esperé ver a Sawyer en la preparatoria porque se había ido a estudiar a Londres, pero aquí está.
― Nada que deba decirte, Sawyer ―digo.
Sawyer achica los ojos al reírse.
― ¿Qué podrías hacer el fin de semana si no sales con nadie, excepto esa chica fea? ― Se burla.
― Cualquier cosa interesante donde no caigas tú ― Me defiende Nora.
Nora se sienta a mi lado haciéndole burla a Sawyer, quien se fue refunfuñando molesto hacia su asiento en cuanto el profesor Langdon llegó.
Dejo de prestar atención a Sawyer y Nora peleando a lo lejos lanzándose miradas fulminantes, y le dedico toda mi atención al profesor Langdon, uno de mis profesores favoritos que tiene un marcado acento escocés.
El profesor Langdon comienza a hablar y pone el proyector para empezar la clase, mientras que por el otro lado alejo a una pequeña criatura que está cerca de mi oído y me tira del cabello.
Mi cabello es de una cosa de lo más extraña y también lo que más destaca. Es una mezcla entre castaño y rubio. Bajo el sol se ve de un rubio muy dorado, pero en las sombras es un castaño opaco.
Gruño de dolor cuando un nuevo tirón vuelve, y golpeo al bicho ese alejándolo.
Regreso mi atención al frente y encima de mi escritorio aparece un… ¿Pingüino? Sí, parece un pingüino, hasta que gira y veo parte de su cerebro asomándose por el cráneo. Mi estómago se revuelve y la bilis amenaza por escapar de mi boca, así que dejo de verlo.
Comienzo por anotar en mi cuaderno lo que muestra el profesor Langdon, sumergiéndome en mi clase favorita. Intento ignorar a una criatura que se sujeta en la mesa de mi compañera de enfrente balanceándose.
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Editado: 01.05.2022