𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 8
ℋ𝒶𝓎 𝓂á𝓈 𝓆𝓊𝑒 𝓊𝓃𝒶 𝒷𝓊𝑒𝓃𝒶 𝓅𝓇𝒾𝓂𝑒𝓇𝒶 𝒾𝓂𝓅𝓇𝑒𝓈𝒾ó𝓃.
___________! CC ¡___________
Estaba cepillando mis dientes mientras encontraba la manera de poder salir de la casa y ver que tan cerca del burdel puedo llegar hoy. Con mi ropa cómoda y unos zapatos deportivos prestados me dirigí a las escaleras.
Eran cerca de las seis de la mañana, el horario regular que se maneja aquí se esta volviendo loco. Comer a ciertas horas y quedarme en la habitación porque me apenaba demasiado salir. La única aparte de mí que iba a la habitación era Judith.
El miércoles suele ser uno de mis días menos preferidos, pero en este caso no se siente así, el tiempo se vuelve eterno esperando a que sea sábado para poder irme; el señor sale desde las ocho de la mañana y vuelve cerca de las ocho para la merienda. Intento verlo lo menos posible, pero suelo verlo fumar en las mañanas. A pesar de estar metida en este mundo tan descontrolado de la prostitución, nunca aprendí a fumar. Supongo que me llamó la atención, pero nunca tuve la oportunidad de que alguien me convidara un cigarrillo o me enseñase.
Tampoco tenía ningún tatuaje y solo bebía en los eventos porque se me obligaba a hacerlo por la atención al cliente “Nunca rechazar una copa que se te ofrece de un cliente”, así que mi tolerancia al alcohol vino de todo ese tiempo de práctica.
Me recargué sobre el mesón de la cocina y pude ver que el pastel que hizo el señor hace unos días estaba casi completo.
¿No le gustaran los dulces?
Corté una rebanada y la mordía para poder saborearla a profundidad. Intenté analizar el sabor lo más que me fue posible.
–Mmmmhm…sabe horrible…–Dije mientras escupía el pastel sobre una servilleta para poder botarlo al tacho debajo de la estantería.
–Lo sé…– Me volteé al escuchar esa voz tan grave.
El señor sentándose en la silla de comedor para disfrutar de su desayuno, mirándome con lo que parecía una pisca de ironía.
–N-no quise decir que…– Mierda porque este hombre es tan sigiloso.
–Descuida, no soy bueno y lo admito–
Que bocota tienes…idiota
Volví a poner la tapa de cristal sobre el pastel y lavé el cuchillo.
–¿Sabes cocinar? – estaba tecleando en su computadora portátil.
–No señor, solo se de repostería…– Me miró unos segundos para levantarse y caminar hacia mí, quedando a algunos pasos de distancia.
–Enséñame…–
–¿Disculpe? –
–Solo necesito verte hacerlo…–
No comprendía, Judith cocina muy bien y nunca le había pedido que le enseñase. ¿Acaso le daba pena? ¿O solo buscaba molestarme?
–De acuerdo–
Regresó a su posición anterior, terminando de comer dejó su maletín en el sillón. Cuando estaba por subir nuevamente a esperar que se fuera me preguntó:
–¿Quieres venir conmigo hoy? –
–A su…–
–Oficina. Siento que te aburres aquí, igual te vas el sábado– mencionó
Acaso este señor no comprende el “estado de crisis” por el que estoy pasando al estar lejos de todas las chicas, tenía demasiado que hacer y en lo que preocuparme de llano. Pero igual me aburriría aquí. La única vez que logré salir fue el lunes y no llegué ni a la parada de buses.
–Bien…–
–Si quieres puedes ir ya con Gary, traeré unas cosas y estaré allá en un momento–
…
Una vez frente a ese elegante edificio me quedé anonadada ¿Qué tan importante era este sujeto? El portero lo saludo con mucho respeto al igual que en la recepción refiriéndose a él como “jefe”. Unas letras en dorado formando G.W en cursiva, llamaron mi atención, al parecer era muy reconocido en el mundo de la arquitectura por los marcos que adornaban las paredes con las entrevistas de televisoras y artículos importantes.
Una vez en el ascensor, él presionó el botón del piso 50. Las puertas se abrieron dejando ver los grandes ventanales que cubrían la gigantesca oficina. El largo escritorio con su silla rotatoria, una pequeña sala, algunos libreros y un cajón de madera con diseños plateados donde había decenas de planos.
A los lados del ascensor se encontraban dos puertas; a la izquierda un baño y a la derecha un pasillo corto con dos cubículos.
–Ella es mi secretaria, Rose Grace. – Una joven chaparra con cabello negro corto liso detrás de sus orejas me dedicó una sonrisita y me extendió su mano en forma de saludo.
–CC, es un gusto– me presenté estrechando su mano. Ella parecía confundida, pero lo pasó por alto.
A decir verdad, Rose me recordaba mucho a Mónica, mi linda compañera de cama que dormía arriba mío; Tenían la misma manera de enchinar los ojos al sonreír
La extraño
Mucho
El señor fue hacia el otro cubículo, este se encontraba vacío.
–Rose, ¿Dónde está Miranda? – volteó a ver a su secretaria.
–Amm, aun no llega señor…–
–Eso ya lo pude notar, es tarde…–
–DISCULPEN LA DEMORA– apareció una chica bastante delgada y alta con un cabello negro azabache y la respiración agitada. Su altura con tacos era tal, que llegaba a ver de frente al señor.
–No tienes excusa el día de hoy–
–Perdón, enserio había un tráfico horrendo en la avenida Prince…– La chica pasó a su cubículo, poniendo su bolso blanco en el escritorio y acomodándose el cabello despeinado que traía.
El señor se sobó la frente con los dedos de su mano derecha y continuó:
–Ella es Miranda Currey, mi asistente personal –
La chica al notar mi presencia levantó la vista, sus grandes ojos celestes se encontraron con los míos y sonrió ampliamente.
–CC, un placer– Me acerqué a el escritorio dando un ligero paso, pero ella se levantó para correr a tomar mis manos y mirarme más de cerca agachando un poco su cuerpo.
–¿CC? Es un nombre curioso, eres muy hermosa. Un placer– Me ruboricé un poco.