𝓒𝓪𝓹í𝓽𝓾𝓵𝓸 10
ℒ𝒶𝓈 𝓈𝑜𝓂𝒷𝓇𝒶𝓈 𝓈𝓊𝑒𝓁𝑒𝓃 𝒾𝓇𝓈𝑒 𝒸𝑜𝓃 𝑒𝓁 𝓉𝒾𝑒𝓂𝓅𝑜
_________! Gal ¡__________
Ya había puesto al tanto de mi situación a Ángel, y una vez él estando en mi oficina se sentó en la silla frente a mi escritorio poniendo los codos en este y apoyando su mentón en una de sus manos.
–¿Es enserio lo que me contaste? –
Asentí mientras me recargaba en el espaldar de mi silla. Él me miró muy seriamente.
Hasta que se empezó a carcajear.
–VAMOS, ESTO ES SERIO– me levanté al ver que no paraba de reír.
–PERDÓN…ES QUE…–sujetó su estómago intentando recuperar el aliento para continuar– ¿Como es que TÚ, el amo del orden y la planificación, hizo algo tan inesperado?
–No estoy seguro, pero creo que simplemente sentí… ¿Compasión? –
–¿Y por eso robaste a una chica? –
–Lo haces sonar peor de lo que ya es…–
–De acuerdo, pero necesitas saber que hacer ahora–
–Me pidió que anule el contrato y la lleve de vuelta–
–Pobre mujer, ¿Qué le hiciste para que quisiera volver a ese lugar tan horrible? –
–No es mi problema, es sábado a primera hora volveremos al burdel…–
Ángel es uno de los pocos amigos que tengo desde la universidad, siempre estuvo ahí para mí; hasta cuando me apoyó para empezar esta empresa mínimo nos graduamos, él creía que era muy joven e inexperto, pero igual lo hicimos.
–¿Es bonita? –
–¿Disculpa? – Regresé a verlo.
–Te pregunto si al menos escogiste a una chica bonita–
–Ah eso, no lo sé. Supongo que sí–
–¿Cómo que no lo sabes? Si duerme en tu casa amigo…–
–Solo no le he prestado atención, es todo–
No parecía muy convencido dado a que cruzó los brazos y acomodó sus lentes circulares de un marco delgado con detalles dorados.
–¿Ya lo hicieron? –
–Si serás idiota…– le aventé uno de mis blocs de notas que estaban al alcance de mi mano; él lo esquivó y lo puso en su lugar.
–Eso es un no–
Voltee a ver el reloj de mi muñeca, cerca de las once de la mañana ¿Cómo le estará yendo? Espero que no se sienta mal ya que no vino con ropa para una oficina y no conoce a nadie.
–¿Quieres conocerla? –
–Si claro…espera… ¿LA TRAJISTE? – Abrió mucho los ojos mientras miraba a su alrededor para ver si estaba sentada por algún lado de la oficina.
–La dejé con tu novia, vamos– Dije mientras me levantaba para caminar a la puerta.
…
–CC…–
Las dos chicas del cubículo voltearon a verme, estaban comiendo un refrigerio que seguramente Miranda había traído.
–Miranda, no puedes comer refrigerios a esta hora, y si lo vas a hacer espera a que sean las doce al menos–
–Lo siento Gal, ya lo guardo– Tomó su bolso para guardarlo. CC se limitó a ponerlo en el empaqué de plástico y dejarlo sobre el escritorio.
–Y no me trajiste uno a mí– Ángel se dirigió a su novia con un tono de comedia.
–Claro que te traje uno, solo que se lo di a Rose–
–Rose, tú tampoco puedes comer en la oficina– Alcé la voz para que me alcanzara a oír.
–L-lo siento señor…– Rose regresó a mirar a Miranda reprochándole y ella se encogió de hombros mientras soltaba una ligera risita.
–CC, él es Ángel Ricci. Amigo y mi agente de ventas…–
–Es un placer señorita– CC estrechó su mano a la vez que se presentaba.
–¿Tienen planes para el almuerzo? – preguntó mi amigo mientras se arrimaba a la pared del cubículo poniendo sus manos en los bolsillos del pantalón.
Pensaba ir a comer con CC a la sala de juntas, pedir comida y con la completa privacidad talvez podía sentirse menos incómoda.
–Yo no, pensaba quedarme aquí, aunque no hay mucho trabajo– Mencionó Miranda.
–Vamos a comer todos a “El palacio del taco”, queda a la vuelta de la constructora y tiene buenos tacos– Ángel se notaba entusiasmado, de buen humor como es de costumbre.
–El” Todos” me incluye, ¿verdad? – Su novia se cruzó de brazos fingiendo demencia.
–Por supuesto, seríamos Gal, tú, CC y yo–
Espera, ese no era mi plan, se supone que CC se debería sentir menos incómoda. Cuando esté rodeada de extraños temo pensar que se sienta fuera de lugar. Estaba a punto de oponerme, pero Miranda volvió a hablar.
–Si vendrás con nosotros CC, ¿verdad? – Le tocó el hombro ligeramente y CC sonrió.
–Si, me gustaría–
Eso acababa de darme a entender que no tenía ni la más remota idea de lo que pasaba por la mente de esa chica. Los últimos días que hemos estado coexistiendo pacíficamente no había servido de nada para conocerla.
…
–Cuatro órdenes de tacos y una jarra grande de limonada– Veía el menú confirmando que no faltara nada más.
–No te olvides de la ensalada– Miranda me señalaba un tazón grande de lechugas y vegetales en la imagen del menú que tenía.
–No quiero…–
–¿Por qué? – La de cabellos azabaches frunció el ceño
–Todas tienen tomate, no me gusta–
–PERO NO SEAS EGOÍSTA LOS DEMÁS SI QUEREMOS, ¿Verdad CC? –
CC me miró unos segundos y después asintió con timidez apoyando a Miranda. Ángel seguía con su mirada fija en el menú.
–De acuerdo…y la ensalada número 5– me dirigí al mesero.
–¿De qué tamaño es este pie de limón? – Ángel miró al mesero con seriedad.
–Bueno, rinde para cuatro porciones señor…–respondió el mesero.
–Bueno… dos órdenes de pie de limón– Y el joven que nos atendía anotó la orden para después alejarse de la mesa.
–Pero, si solo somos cuatro ¿Por qué pediste dos pasteles? – Miranda se veía confundida.
–Son ocho porciones…– mencioné.
–Ajá–
–¿Y POR QUÉ PEDISTE DOS? – Miranda lo veía con los ojos entrecerrados.
–Pues lo repartimos equitativamente. Uno para Gal, uno para CC, uno para ti y cinco para mí– Se encogió de hombros como si hubiera dicho algo muy lógico.