Robert.
No puedo creer que Natalia me haga esto, estoy de nervios, mis manos sudan y no quiero dar ni un paso. ¿Qué hare? Su padre debe ser un gruñón y me matara toda la cena con la mirada, aunque aguantaría todo por mi chiquilla, pero no me atrevo a mover ni un musculo.
-La esperan señorita, debe entrar a casa— dice el chofer y la miro.
-Vamos— me mira suplicante, suspiro.
-Está bien preciosa— me animo a dar pequeños pasos a su lado.
Al llegar a la puerta suelta mi mano, “no, no preciosa necesito sentirte”, le digo con la mirada, pero antes de que ella diga algo la puerta de la casa se abre.
-Ya era hora de que llegaras jovencita- una señora muy bien arreglada y de buen porte la mira con molestia, respiro profundo cuando clava su mirada en mí.
-Buenas noches señora— saludo.
-Buenas noches— me mira de pie a cabeza y hace un gesto con su boca— debes ser el joven que invito mi esposo— miro a Natalia y asiente, yo la imito— pasen, ya la mesa está servida— nos da paso para entrar.
-Debo ir a cambiarme— la miro suplicante para que no me deje solo, pero ni se inmuta y camina hacia las escaleras.
-¡Mi princesa ha llegado!— escucho una voz masculina decir con emoción, pero no puedo ver su rostro—¡Ya era hora! me tenías preocupado mi niña— la abraza, le da muchos besos en la mejilla y frente haciéndola reír.
-¡¡Papi ya!! Me avergüenzas ya no soy una niña— lo dice con voz chillona y me causa gracia.
-Para tu padre siempre serás su pequeña— dice la señora a mi lado— vamos a cenar, luego te cambias— ordena seria.
-Usted debe ser el joven que estaba esperando— volteo mi mirada al hombre que todavía no había visto su rostro y me llevo una gran sorpresa.
-Señor— me guiña el ojo.
-Un gusto muchacho, pasa adelante, vamos a cenar— me guía hasta el comedor.
La mesa no es muy grande, esta solo tiene seis sillas, me siento en una que esta frente a mi preciosa chiquilla y cerca de su padre. La cena estuvo deliciosa y fue muy tranquila, solo se conversó de estudios y trabajo, nada fuera de lo normal.
-Bueno, la cena estuvo deliciosa, un gusto haber hablado contigo muchacho, si prefieres puede quedarse en nuestra casa, hay muchas habitaciones disponibles, mi hija lo puede guiar a una— lo miro con cautela y me guiña el ojo sonriendo, no sé qué insinúa.
-Sí, puede quedarse joven, la verdad ya es algo tarde, que tengan buenas noches debo descansar, mañana me espera un largo viaje— la señora se levanta y pasa su mirada de la mía a la de su hija— recuerda que debes prepararte muy bien y nada de descuidos mientras no estoy— le dice con una mirada que me da escalofríos.
-Si madre, descansa— se despide con la mirada baja que me molesta.
-Descansa princesa— el señor besa su frente lo que me causa admiración— que descanse joven Peralta— se despide de mí.
-Igualmente señor del Villar—me sonríe y sube las escaleras junto a su esposa.
Volteo a mirar a la chica a mi lado y suelta el aire como si lo hubiese tenido contenido. Me mira y sonríe.
-No ha estado nada mal, ¿verdad?— ¡Que hermosa es!
-Para nada preciosa— se sonroja y me provoca darle un beso a sus lindas mejillas.
-Acompáñame— me tiende la mano y la tomo.
Subimos las escaleras y me lleva a la cuarta puerta que esta al subir. Entramos y veo que es una habitación hecha para una princesa.
-Wow— admiro el lugar.
-Mi padre la preparo para mí— dice emocionada.
-Es hermosa tu habitación, digna para una princesa— le sonrío y se sonroja aún más.
-Ven siéntate— me lleva a la cama y me empuja para quedar sentado— debo cambiarme, solo espera aquí— veo recoger algo de un armario e irse a una puerta que al parecer es un baño.
Suspiro y miro alrededor, hay una camiseta en la cama, la tomo en mis manos y la llevo a mi nariz, su olor me encanta, tiene una fragancia a rosas, escucho abrir la puerta y pongo la camiseta en su lugar.
-Si deseas darte una ducha… puedes usar mi baño— la miro de pie a cabeza y me encanta su hermosa pijama, se moldea perfectamente a su cuerpo.
-Creo que debería irme— me levanto y se acerca a mí.
-Por favor no te vayas— me suplica— quédate— me mira con esos ojos tan lindos.
-Como decirte que no, si me miras de esa manera— me abraza, lo que me toma por sorpresa y caemos juntos en la cama.
-Gracias— levanta su mirada y su rostro queda muy cerca del mío, llevo mi mano a su mejilla y la acaricio.
-Me gusta tenerte así, sentirte tan cerca, me siento tan bien a tu lado chiquilla— digo con ternura.
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Editado: 26.06.2020