La mañana había sido perfecta para dar un recorrido por el parque de la ciudad, pero ella había preferido ir al bosque a recoger algunos frutos secos y plantas medicinales. El bosque de Strigor era frecuentemente visitado por el ejército del reino, en especial en las madrugadas.
~Dos, tres, el ejército de Osiris va a vencer, cuatro, cinco, con límites y riesgos por correr, Dos, tres, somos el ejército de Draugr, somos el ejército del rey~
-Buen día, señorita Koemi -la voz demandante del duque la sorprendió.
-Duque Stavrou -hizo una pequeña venia.
-No tenía conocimiento de que los galenos iniciaran su trabajo tan temprano -los ojos penetrantes de iris dorados del joven vampiro la miraban directamente a sus ojos verdes opacos.
-Creo que no tiene mucho tiempo para estar pendiente de las pequeñas cosas de la ciudad -le dio una rápida mirada al grupo de commons que cantaba el coro -parece bastante ocupado con los entrenos.
El duque hizo una mueca -tampoco es que sea mi deber saberlo. Los que se encargan de ello son los vizcondes y el que debe saberlo es el rey.
-Tiene razón. Estoy de acuerdo.
-Un duque jamás debería rebajar a un cargo menor al del que le ha sido correspondido, como por ejemplo, realizar trabajos de Barón, ¿no lo cree? -Koemi desvió su mirada, una sonrisa incrédula aprecio en los gruesos labios del duque -Ten buen resto de día, señorita Koemi -paso a su lado, haciéndola sentir más pequeña de lo que ya era.
Ella soltó un pesado suspiro cuando escuchó los pasos firmes del duque desaparecer, tomó la canasta con las flores y frutas, y se dispuso a volver a la ciudad.
-Estoy de vuelta -se anunció en cuanto entro a la cabaña de Galeanos.
-¿Qué has traído? -el chico de tez morena dejó de jugar con la bola de sangre que tenía en sus manos y se acercó a la canasta que Koemi dejó sobre la mesa .
-Algunos frutos secos y plantas medicinales -se acercó a la pequeña cocina, sacando unas tazas de la repisa -¿Dónde está Agar? -preguntó mientras colocaba las tazas sobre una bandeja.
-En el castillo, recibió una carta de Neron -dijo antes de clavarle sus colmillos a la bola de sangre y succionarla.
-¿El rey? -frunció su ceño -¿sabes exactamente qué quería? -él alzó sus hombros con indiferencia.
-Posiblemente hablar de los entrenamientos de los recolectores -ella hizo una mueca -¿sucede algo?
-¡Koemi! Estas de vuelta -entró una pequeña figura por la puerta trasera de la cocina con una gran sonrisa en su rostro, pero enseguida la borro y frunció su ceño cuando vio quien le hacía compañía a la chica -¡Tu! -apunto al chico -niño desgraciado, porque aun sigues aquí. Te lo advertí. Si no vas ahora mismo a la tierra, te mandaré a casa, directo donde Cian -él rodó sus ojos, cansado de los reproches del duende.
-Cosme, no seas tan duro -hablo Koemi -de hecho, Félix estaba apunto de marcharse, ¿Verdad? -él mencionado mostró una mueca de disgusto.
-No se como Saanvi puede soportar a un duende gruñón como tú -se burló antes de salir de la cabaña a tal velocidad.
-¡Cuida tus palabras, niño! -Exclamó enojado.
-Vamos Cosme, no te enojes, mejor ayúdame a preparar la medicina que Saanvi debe estar necesitando -él soltó un bufido y asintió.
Koemi era una mujer elfo de luz (“una especie con cierto parecido al humano, de orejas puntiagudas y ojos grandes, su aspecto es siempre joven poseyendo una gran belleza, considerándolos inmortales con poderes mágicos”), su cabello, que por lo general lo mantenía recogido en una coleta, era rojizo y ondulado, tenía una piel blanca y nariz fina. Los elfos tenían marcas de nacimiento muy bien detalladas, eran marcas únicas, algo que caracterizaba a cada elfo; ella tenía unos pequeños cuernos de alce que iban desde las sienes hasta los pómulos de su cara, de un color café ligero, y no solo los tenía en su rostro, sino también, en la parte superior de sus manos.
Koemi conocía muy poco su origen, pues fue rescatada por Cosme, un duende gruñón (“criaturas de aspecto humano, pero de tamaño pequeño, orejas grandes y puntiagudas, caracterizados por ser seres elementales y cuidadores de la naturaleza”), que tenía más de cien años y era el segundo al mando entre los galenos después de Agar. Cuando apenas era una niña, la pequeña aldea donde vivía fue atacada por los arcángeles, dejándola huérfana y casi sin vida. Cosme, quien había sido enviado a Ciudad de Xotikó (el territorio de los elfos de luz), como ayudante medicinal en uno de los cuantos ataques que había en las ciudades cercanas a la superficie de oro, la salvó.
La superficie de oro era una gran extensión de bosques y naturaleza desconocida, que se encontraba entre la línea que separaba Osiris de Kepler (territorio de los Arcángeles), ninguno de los habitantes de Osiris se atrevía a ir a ese lugar y sus entradas estaban vigiladas por soldados. Pero había una excepción, los recolectores eran los únicos que entraban ahí, acompañados de soldados, para ir hasta el Roble de Asttor, un viejo árbol ubicado en la cima de un volcán muerto llamado Daneus, el cual estaba en el centro de la superficie de oro.
La casa de oro estaba en total bullicio, como todos los inicios de cada trimestre, algunos recolectores caminaban de un lado al otro mientras otros estaban sentados en los muebles, pero todos inquietos por su lugar de elección.