Era la primera vez, después de un largo tiempo, que la mañana era brillante, el sol al fin había vuelto, pero para algunos, la fría tormenta seguía golpeando sus corazones. Había entrenado por semanas en diferentes ambitos, espada, arco, ballesta, ejercicio de fuerza e incluso habia estado aprendiendo algo nuevo en la biblioteca, pero su pesamiento nunca estaba tranquilo, le parecia un tortura estar en ese lugar, aunque fuese necesaria. Su escritorio estaba lleno de cartas enviadas por Matthew y solo una de ellas estaba abierta.
La resplandeciente luz entró a su habitación junto con el personaje que abrió su puerta -Es hora del entrenamiento con espada -se paró al final de la cama.
-¿Serás mi contrincante? -preguntó con un tono apagado.
-¿Cuántas veces me dejaras ganar? -frunció su ceño -siempre has sido el mejor espadachín, pero desde que llegamos aquí, no has ganado ningún combate. Aunque tus habilidades con el arco mejoraron.
-Estoy un poco agotado -susurro.
Bastian soltó un bufido y se sentó en el banquillo cercano a la ventana -Si fueras un aprendiz, tu respuesta no sería válida en ningún aspecto -soltó una sonrisa burlona -estarias en problemas, otra vez.
-Nunca sigo las reglas -bajo su cabeza.
-Solo que en ese entonces, tus excusas no eran tan absurdas como esta -negó decepcionado, pero tampoco quiso reprochar su actitud, sabía que debía ser comprensivo con él -Pensaba tener mi último combate contigo.
-¿Último? -alzó su cabeza.
-Así es, regresaré a Londres -se paró de su asiento con pereza.
-¿Volverás a tu antiguo trabajo? -Sus palabras sonaban sorprendidas y con un poco de temor.
-No, Matthew, en su última carta me ha confirmado un nuevo trabajo formal. Tal vez me convierta en gerente de alguna gran empresa -sonrió, Matias negó levemente. -Él espera por nosotros -susurro -pero decidí no intervenir por ti, es tu decisión, está en ti volver.
Mateus se apoyó en el respaldo de su cama y desvió su mirada a la ventana -Estoy bien aquí.
-No lo creo, pero respeto tu decisión -Bastian camino hasta la salida y se detuvo enfrente de la puerta para volverse a él -Me iré esta noche, tengo algunos formularios que entregar. No olvides abrir los correos que enviare -sonrió, pero luego frunció sus labios al ver la mirada perdida de Mateus -Adiós -susurro.
-Buen viaje, amigo -susurro cuando escucho la puerta de su habitación resonar en un eco.
. . .
La vieja mujer alzaba una y otra vez su pluma, señala la cara del hombre que tenía al frente y volvía a bajar su vista al papel tendido en el suelo. Después de largas horas y terminando los detalles dándole la espalda, sonrió.
-Está terminado, alteza -hizo una venia con su cabeza, mientras tenía sus manos posando en sus rodillas.
Él se levantó de su trono y caminó hacia donde estaba la mujer y el retrato tendido. Frunció su ceño enseguida.
-Esto es una broma, ¿verdad? -dijo entre dientes. -No puede jugar con el Rey acerca de esto. Acaso está ciega, ha visto lo que ha dibujado -Ella no alzó su mirada, mantenía su posición, con sus ojos cerrados y su cabeza baja -¡habla! -exclamó enojado.
Ella alzó su cabeza y lo miró directo a los ojos, sin una pizca de miedo en ellos y con un brillo que inspiraba seguridad -su muerte -se escuchó con una voz clara y segura.
Él volvió a mirar el retrato -¿de qué hablas? -tragó saliva aún enojado -es una mujer, lo que has retratado ahí es una mujer -apuntó el lienzo con manos temblorosas -Acaso cree que tengo tiempo para esta broma.
-Soy una vieja fauna, no tengo tiempo para bromear con nadie -se paró al lado del lienzo, sin despegar su mirada tranquila, del Rey -¿Porque me ha elegido?
-Has retratado a mi familia por años, mi padre le tenía un gran respeto. Pero no comprendo el porqué -frunció aún más su ceño.
La anciana soltó un pesado suspiro y caminó hacia él, quedando a unos centímetros del Rey.
-Esa mujer provocará tu muerte, no importa cuanto la evite, en el momento que esto suceda, ni siquiera estará preparado para ello, se segara de una obsesión inexplicable, pero aún así, ocurrirá -ni siquiera le temblaba lo voz, parecía tener más poder que cualquiera.
-Mientes -se oyó su voz agitada.
-Porque cree que su padre me ha elegido como la dama del arte de Osiris. Él sabía cuando iban a morir y a manos de quien.
Le temblaron los labios y regresó con pasos inseguros a su asiento, sentía que le faltaba el aire y su mirada se empezaba a perder.
La anciana soltó un pesado suspiró y caminó hacia la puerta, pero antes de salir volvió hablar.
-Es el yacimiento de una traición. Puede que sea una arcángel, una commons o tal vez… una humana.
El toque de la puerta hizo volver a su mente a la realidad, trago saliva y bajó la copa de vino que tenía en su mano.
-Adelante -se oyó decir.