Todavía no puedo decir ni una sola palabra, sigo viendo sus ojos y trago saliva. Y él, bueno, él ni siquiera se ha preocupado por cubrirse el cuerpo. Cuando reacciono me tapo los ojos y me doy la vuelta.
— ¿Qué diablos haces aquí? —pregunta enojado.
— ¿Qué diablos haces tú aquí? Este es mi cuarto —digo en mi defensa.
—A menos que me haya equivocado de casa o mis padres hayan decidido mudarse sin avisarme.
Golpeo mi frente y me siento tan estúpida, no entiendo cómo diablos no me acordé ni me di cuenta. Él es Miller, y Hannah también… entonces él es…
—Ariel —susurro terminando de completar la oración.
No, no puede ser, esto es demasiada coincidencia y siento como una cubeta de agua fría moja mi cuerpo cuando me acuerdo lo mucho que mamá lo mencionaba. En serio soy una estúpida, pero bueno, en mi defensa puedo decir que yo era muy pequeña cuando lo vi por primera vez y por eso no me acuerdo de él.
— ¿Emma? —Me agarra del hombro y me da la vuelta, yo todavía estoy con los ojos cerrados porque no quiero volver a ver a mi profesor de física y primo de toda la vida desnudo en mi habitación. Demonios, esto es lo más incómodo que me ha pasado—. Abre los ojos.
Los abro despacito y al enfocar bien la vista por lo menos ya trae un pantalón de pants gris puesto.
—Alguien me pudo haber dicho que eras mi primo.
—No, alguien debió haber tenido la puta delicadeza de decirme que ya habías llegado, olvídalo no hubiera servido de nada. ¿Cómo diablos no te reconocí? estás… estás muy cambiada.
Me da una mirada leve de pies a cabeza, se frota la cara y va al armario a sacar una playera azul, se la pone y después unos tenis. Agarra la ropa que traía puesta en la mañana y va a la salida. Antes de cruzar la puerta se detiene y me mira.
—Vamos a olvidar todo esto, yo no estuve aquí y tú no me viste…
Deja la frase en el aire y se va, me quedo en medio de la habitación con la mirada hacia el suelo, definitivamente no puedo quedarme en su clase, sería un caos. ¿Qué diablos voy a hacer? No puedo creer lo que he visto y lo que nos ha ocurrido, mi inicio con él ha sido el más caótico de la vida y no solo eso, sino que lo vi desnudo y conviviré con él porque es mi familia. Dios… ¿Por qué me haces esto a mí?
Me asomo a la ventana cuando escucho su auto, se va como si llevara demasiada prisa. Claro que la lleva, nadie debe saber lo que pasó en esta habitación, absolutamente nadie. Saco mi maleta que dejé debajo de la cama, la pongo sobre la colcha y saco toda mi ropa, suspiro y la guardo en el armario donde todavía hay algunas prendas de Ariel. ¿Cómo fue que pasó de ser el profesor Miller a mi primo Ariel? Por más que quiero no puedo dejar de pensar en todo, en la mañana lo aborrecía y ahora estoy peleándome conmigo misma por tratar de comprender y entender que es mi familia. ¡Y lo vi en pelotas! ¿Cómo diablos lo voy a olvidar?
Es un egoísta por pedirme eso, quisiera saber qué hubiera pasado si los papeles se invirtieran y hubiera sido él quien me viera desnuda. Claro que no iba a olvidarlo. Me siento en la esquina de la cama a tratar de reflexionar, quizá solo estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua y el asunto es menos grave de lo que parece. Sí, tengo que obligarme a creer en eso. Hannah llegó a casa más o menos como a las 6 de la tarde. Me parece raro que, con lo efusiva que es conmigo a pesar de ignorarme cuando está con sus amigas no venga a mi cuarto. Decido que lo mejor es ir a ver qué le pasa. Toco la puerta y como no responde giro el picaporte y entro, su mochila está tirada a la mitad del camino, ella se encuentra sentada tecleando en su computadora, creo que está tan concentrada que no nota mi presencia y yo aprovecho para echarle un vistazo al lugar. Las paredes están pintadas de color rosa, su cama tiene un edredón blanco muy bonito. Hay fotos de ella con sus amigas pegadas en la esquina y en la cabecera de la cama hay una frase con letras doradas.
Creo en ti.
Todo es muy pintoresco y lleno de vida y dulzura, así como es ella. Le toco el hombro y se sobresalta, quita los audífonos de sus oídos y me sonríe.
—Hola, ¿qué tal tu día? vi que hiciste amigos.
Se le ven los ojos rojos e hinchados, estuvo llorando.
—Sí, ¿estás bien? Te escuché llegar.
—Tengo mucha tarea.
Manotea y regresa la vista a la computadora. Hay una foto de ella con Ariel en su escritorio, ¿por qué no entré ayer a su habitación? La agarro y ella sonríe.
—Es muy guapo ¿verdad?
—Guapo y mandón.
Se ríe y se desliza en su silla.
— ¿Te dará clases?
Suspiro y dejo la foto en su lugar. No puedo quitarme de la mente esa imagen de él en mi cuarto.
—Ahora que lo recuerdo yo también tengo mucha tarea —trato de evadir el tema, pero ella insiste e insiste en que le cuente.
Así que no me queda más remedio que contarle lo que ocurrió, ignorando lo del café. Ella se burla de mí, ríe hasta que se le sale una lágrima y se sienta conmigo en la cama.
—No te burles, fue muy vergonzoso.
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Editado: 08.05.2022