Por fin ha terminado mi primera semana en esta casa y mi primera semana de clases. Pensé que nunca se terminaría y lo único que quiero es acostarme y ponerme a escribir mí novela que por tanto la he dejado abandonada. Abro los ojos y estiro mis brazos, sábado por la mañana, se siente tan rico pensar en un día libre, se me escapa un bostezo y me siento en la esquina de la cama. Miro mi pantufla en el suelo y analizo si ya es momento de ponérmela o echarme a la cama otro ratito más.
El olor del desayuno recién hecho me hace tomar la decisión de levantarme de una vez por todas, meto los pies en las pantuflas y bajo a la cocina.
—Buenos días —dice Anastasia.
Hannah está sentada sobre la barra con el celular y al verme sonríe.
—Como ya regresó la estabilidad a esta familia me atrevo a pedir permiso para salir, Mich y yo iremos de compras y después nos reuniremos con las demás chicas y haremos una pijamada.
—¿No se suponía que estaban peleadas ustedes dos? —pregunta Ariel detrás de mí.
Me pongo roja al verlo sin camisa, pasa adelante de mí y roza su pecho desnudo en uno de mis brazos.
—Sí, pero nada que no se pueda resolver. Sabes que somos como hermanas y las hermanas se perdonan todo.
Le da un beso en la frente y agarra una manzana del frutero de enfrente, le da una mordida y me pierdo en la forma de sus labios y como éstos se mueven de arriba hacia abajo.
—Claro que puedes ir —dice su madre.
Se da la vuelta y sirve el desayuno, Hannah se baja de la barra y tomo asiento a lado de ella, me siento muy nerviosa con Ariel sentado frente a mí casi desnudo. Parece que no tiene prudencia, intento de cualquier forma no voltear a verlo, pero es imposible.
—¿Irás con ellas? —me pregunta.
—¡Sí, ven con nosotras! —grita Hannah.
Estoy poniendo todo de mi parte para no parecer idiota al hablar.
—Tengo planeado quedarme en casa y hacer tarea.
—¿Por qué no sales con tus amigas? —sugiere Anastasia.
No quiero ser grosera, pero estoy tratando de tener un día normal y tranquilo, no sé cómo dejárselos claro.
—Lo voy a pensar.
—Bueno —dice Hannah y empuja su plato—, si cambias de opinión llámame y vengo por ti.
Se despide de su madre y hermano y sale de casa sin decir nada más. No entiendo como ella que es su hija si le da la libertad de andar todo el día fuera y a mí por trabajar me armó un escándalo, sigo enojada con ella y no lo puedo evitar, aunque trato de disimularlo.
—No me gustaría que te quedaras sola en casa, yo tengo que ir al hospital y Ariel va a salir.
—No me pasará nada, si puedo quedo con mis amigas.
—Igual no tardaré mucho —dice Ariel con la mirada en su plato.
—Me quedaré más tranquila, si sé que estás en compañía de Ariel.
La plática termina ahí, después ella empieza a hablar de un paciente al que le toca atender y dice que es insoportable. No sé por qué ya no puedo verla de la misma manera, tengo sus gritos y reclamos sonando todo el tiempo en mi cabeza y no soporto por ahora estar en el mismo espacio que ella. Dejo caer la cuchara en el plato y me pongo de pie.
—Estoy satisfecha.
Agarro mi taza y el plato para lavarlo, no quiero que aparte de todo piense que no hago nada aquí.
—Déjalo ahí, yo me encargo después —dice Ariel detrás de mí, pero no le hago caso.
Pongo los trastes debajo del agua y en cuanto termino regreso arriba, entro al baño a lavarme los dientes y lo hago con mucho enojo, no sé cuándo se me va a pasar este sentimiento hacia Anastasia. En verdad no me gusta estar enfadada con ella, pero hay cosas que por más que quieras no puedes perdonar, y mucho menos hacer que dejen de doler. Aseo mi boca con fuerza, giro la llave del agua para llenar mi vaso y me sobresalto al ver a Ariel detrás de mí. Me sonríe y posteriormente coge su cepillo para hacer lo mismo que yo, su mirada se penetra en la mía mediante el espejo, pero no puedo sostenérsela por mucho tiempo porque siento como el calor de mis mejillas se empieza a elevar. Sigue sin ponerse una camisa y sentir su piel me pone muy nerviosa, enjuago mi boca lo más rápido que puedo para no permanecer más tiempo en este espacio tan reducido y tan cerca de Ariel.
—Sigues enfadada ¿verdad? —pregunta.
Recarga el brazo en el lavamanos y con su mano libre sigue haciendo movimientos dentro de su boca. Su pregunta me toma por sorpresa, ayer me dio mucha confianza y me dio la oportunidad de saber que a pesar de lo que ha pasado entre nosotros puedo contar con él. Pero eso no quita que sea su madre y quizá se ofenda si le digo lo que en este momento siento por ella.
—Hay cosas que no se pueden perdonar de la noche a la mañana.
Giro sobre mis pies para salir, pero me detiene alcanzando mi brazo, trato de sonreír, pero no puedo, cada que me mira así, como si fuera un tigre a punto de comerme me intimida. Afloja un poquito su agarre, pero no me suelta.
—¿Has pensado en lo que hablamos ayer, sobre comenzar de nuevo?
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Editado: 08.05.2022