Al siguiente día despierto con dolor en mi cara y cuando me miro al espejo hay una mancha roja justo donde Byron estrelló su puño. Aún siento dolor en mi corazón, mucho más fuerte que el físico. Antes de salir de mi cuarto Hannah aparece, no quiero ni verla. No sé a qué hora llegó ni me interesa.
—Necesitamos hablar.
Me bloquea
la salida y me cruzo de brazos.
—Yo no tengo nada de qué hablar contigo.
La hago a un lado para poder salir, pero cierra la puerta bruscamente.
—Tienes que prometerme que no dirás nada de lo que pasó ayer.
—¿Eso es lo único que te importa? Creí que tendrías la delicadeza de pedir perdón por no haber hecho nada por mí.
—¿Qué querías que hiciera, que me pusiera al tú por tú con él? No seas tonta.
Me sorprende y duele tanto verla así, tratándome como si de verdad yo hubiera sido la única culpable. Me agarra las manos y se sienta en la cama.
—Te interpusiste entre nosotros y él solo reaccionó, Emma, nadie debe saber lo que pasó anoche. Mucho menos Ariel.
—Si eso es lo que tanto te preocupa, descuida, no voy a decir nada —se levanta de golpe y me da un beso—, siempre y cuando me prometas que terminarás con él. Hannah, nadie merece que lo maltraten. Abre los ojos.
Rodea los ojos y cruza los brazos, solo quiero que entienda.
—Está bien, lo he comprendido ya y hoy terminaré con esto. Te lo prometo.
Aprieta mi mejilla y se va, solo espero que haya hablado en serio o si no me veré obligada a decirle todo a Ariel. Cuando pienso en él sonrío y abro la cortina de la ventana para verlo afuera, sin camisa y empapado de sudor. Está lavando su coche y se ve tan sexy, siempre me reprimo por tener estos pensamientos que poco a poco se van haciendo más grandes. Anoche mientras bailábamos me sentí tan especial, como nunca me había sentido y como me encantaría sentirme el resto de mis días. Hicimos un trio perfecto; él, la música y yo. Me acomodo el cabello en un moño, me pongo unos shorts de mezclilla y una blusa sin mangas, bajo corriendo y salgo con él. Me sonríe y deja la manguera en el suelo, cierra la llave y camina hacia mí.
—Despertaste temprano —dice sonriendo.
—Demasiado para ser sábado —frunce el ceño y pasa la mano por mi cara, hago un gesto y acaricia el golpe—. Me pegué anoche con la puerta del baño, no es nada.
Digo antes de que pregunte. Retiro su mano y me alejo, voy hacia el auto y recojo la manguera.
—¿Necesitas ayuda?
Me la quita y agarro una esponja, la sumerjo en una cubeta con jabón y me pongo a limpiar el coche sin que él me lo pida, pero se pone detrás de mí y siento su aliento en mi nuca.
—Lo estás haciendo mal —susurra.
No sabía que había una regla específica para lavar autos. Agarra mi mano y la empieza a mover, cada que estamos así de cerca me siento como una tonta, no sé cómo reaccionar y todo mi cuerpo se pone a temblar, siento su otra mano en mi cintura y me va dando la vuelta lentamente. Me recargo en el coche y maldigo porque esté ahí, justo detrás de mí impidiéndome poder retroceder más. Trago saliva, no sé qué es lo que le pasa, por qué se porta así conmigo y se acerca tanto, me pongo tan nerviosa que me agacho, agarro la cubeta con jabón y se la lanzo.
—¿Qué diablos te pasa? —grita.
Se agarra los ojos y da de brincos, meneo los brazos tratando de hacer algo mientras él grita que le arden los ojos.
—Perdóname, perdóname.
Agarro lo primero que veo, le abro a la llave del agua y lo roseo con la manguera. No sé por qué reaccioné así, con decirle que se alejara hubiera bastado, cuando abre los ojos y me ve siento que el mundo se me viene encima. Oh, oh, creo que he despertado al Ariel del principio. Se limpia la cara y ahora sí me hago para atrás.
—No quería hacerlo, Ariel discúlpame.
—¡Ya verás! —grita y me echo a correr.
Viene tras de mí y cuando me alcanza me agarra de la cintura y me da una vuelta para ponerme de pie, pensé que tendría otra reacción, no puedo parar de reír, mucho menos cuando empieza a mojarme sin pudor, no puedo ni hablar por el chorro de agua que me nubla la vista y entra por mis fosas nasales.
—¡Basta! —chillo.
Y corro directo hacia la puerta, pero me alcanza y me somete contra la pared, pone ambas manos sobre ésta y los dos suplantamos las carcajadas por jadeos, su pecho desnudo sube y baja y hay muchas emociones en mí.
—Eres una chica mala —murmura en mis labios.
Demonios, creo que va a besarme, va a hacerlo y creo… creo que yo quiero que lo haga. Cierro los ojos y espero a que mis labios sean tocados por los suyos.
—¿Qué está pasando aquí?
Ariel se separa de mí y al abrir los ojos tengo muchísimo miedo de pensar en que es mi tía la que nos ha visto, o Hannah o Ian. Pero no, es Jackie desde la puerta de su coche. Suelto el aire contenido y me recargo en mis rodillas.
—Estaba lavando el auto y Emma se ofreció a ayudarme.
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Editado: 08.05.2022