Dlv (devuélveme la vida) (libro I)

Cobarde

A la mañana siguiente me despierto con un fuerte dolor de cabeza a causa de haber llorado tanto, ni siquiera me puse la pijama ni me quité los zapatos. Tenía la esperanza de que todo hubiera sido un mal sueño y al despertar todo siguiera igual, pero no, sé que pasó y mi corazón lo sabe porque duele como hace mucho no me dolía. Miro mi reloj y me sorprende ver que dormí tanto, casi es la una de la tarde de un domingo frio y gris, bajo a la cocina por un vaso de agua porque ni siquiera tengo apetito. Anastasia está sentada con Hannah platicando y cuando me ve sonríe.

—¿Te desvelaste anoche? Ya te sirvo el almuerzo.

—No, no te preocupes. No tengo hambre.

Hannah se pone seria y suspiro, me pregunto en donde estará Ariel. Seguramente salió para no tener que verme, y lo entiendo. Yo tampoco lo quiero ver porque la cara se me cae de vergüenza, incluso cuando veo a su madre sirviéndome el almuerzo a pesar de que le dije que no quiero. Puedo notar en sus ojos otra vez tristeza y mi pecho recibe un pinchazo doloroso.

—¿Y Ariel? —pregunto temerosa.

Pone el plato de huevos revueltos frente a mí y tomo asiento, de inmediato siento lo tensa que Hannah se pone como si en cualquier momento fuera a soltar lo que las dos vivimos la noche de Halloween.

—Recibió una llamada, su departamento quedó listo y se ha ido.

¿Qué? No puede ser, me juzgó por querer irme y a primera hora lo hizo él, no debió abandonar su casa, mucho menos a su madre que estaba tan contenta de tenerlo aquí. Maldita sea ¿por qué tuvieron que pasar así las cosas?

—¿Y cuál es su dirección ahora?

—No muy lejos de aquí, después te llevo.

—Me gustaría visitarlo en este momento, necesito hablar con él sobre algo que me aqueja.

Suspira y asiente.

—Está bien, come tu almuerzo y te llevo. Dejó algunas cosas aquí, aprovecharé para dárselas.

—Yo iré con Michel al cine —dice Hannah y se levanta—, iré a arreglarme.

—No llegues tarde.

Solo pico la comida y finjo que la pruebo, en serio no tengo nada de hambre, me tomo todo el jugo y subo para darme un baño, pero se me olvida que mi prima está ocupándolo en este momento así que entro a mi habitación y practico frente al espejo lo que voy a decirle a Ariel.

—No tenías que hacer esto, regresa a casa con tus padres…

Me golpeo la frente y bufo, me arrepiento de aceptar que mi tía me lleve, no sé qué voy a decirle ni qué haré cuando lo vea. Cuando escucho pasitos fuera del pasillo salgo y entro al baño, me quito toda la ropa y me meto bajo el agua tibia, solo en este lugar puedo aclarar mis pensamientos… o empeorarlos.

 

 

 

Intento sonreír cuando mi tía maneja y me mira por el rabillo del ojo, estoy muy nerviosa.

—¿Y cómo te va en el trabajo?

—Bien, es un buen lugar.

—Me alegro.

Es todo lo que nos decimos, sé que está triste porque Ariel se fue, y yo también lo estoy. No sé si es solo atracción lo que siento o simplemente estoy confundiéndome con la admiración que le tengo. Maldita mierda, quiero acabar con todo esto ya. En cuanto salga de su casa tomaré mis cosas y regresaré con mi padre, aunque no lo quiera y no esté nada convencida de hacerlo. Anastasia se detiene frente a un edificio amarillo bastante agradable, agarra una bolsa negra del asiento de atrás y sale del coche. Mis manos me están sudando mucho y parece que en mis brazos hay muchas hormiguitas caminando y que, en cuanto me bajo corren por todo mi cuerpo. Siento que voy a desmayarme. Tenemos que tomar el ascensor porque el departamento de Ariel está en el tercer piso, y estando en el pequeño espacio tomo respiraciones largas para intentar calmarme y cuando estamos afuera siento que el pasillo es eterno y todo se mueve lentamente, como si cada paso que doy no lo estuviera dando realmente. Necesito más valor para pararme frente a su puerta, pero es demasiado tarde, mi tía se detiene frente al departamento 512 y toca el timbre, antes de que abra recargo la espalda en la pared.

—Madre, no esperaba que vinieras tan rápido.

—Aproveché que Emma quería verte para traerte las cosas que olvidaste.

Ella pasa y yo me quedo aquí, Ariel me mira y suspira.

—Entra.

Dice sereno, está más tranquilo que anoche y se me hace muy injusto, yo muriendo por dentro y él de lo más tranquilo. Me rasco el puente de la nariz y meto las manos en las bolsas de mi sudadera y entro a su casa. Es un lugar amplio, me recibe la sala de estar, al fondo hay un pasillo con dos puertas y la cocina. Su madre alega y alega y yo no puedo escucharla, no cuando él no deja de mirarme, busco entretenerme en otro lado y encuentro colgados en la pared todos sus reconocimientos y diplomas, además de fotografías con una mujer rubia. ¿Será ella Aurora? Ariel luce más joven y feliz, claro que es ella. Era muy bonita y se ve que ambos se querían.

—Quisiera quedarme, pero creo que Emma quiere hablar contigo en privado.

Se despide de él dándole muchos besos en la mejilla y Ariel se ríe.




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