Esto está siendo más complicado de lo que esperaba, llevo 35 minutos intentando aparentar ser normal frente a mis compañeros mientras Ariel da la clase de hoy, parece que para él es muy sencillo hablar y hablar frente a todos sabiendo que yo estoy aquí. Desde que inició la clase he tenido el impulso de salirme de aquí, pero no puedo. Me estoy muriendo por dentro tratando de asimilar todo lo que nos pasó, pero no puedo porque tan solo cuando me mira siento que lo quiero besar, quiero olvidarme de todo e intentarlo, me siento tan enferma. Sus clases siempre se me hicieron una eternidad, pero esta vez ha sido mucho más que eso. Siento que no va a acabar nunca, quedamos en que intentaríamos olvidar lo nuestro y lo que más quisiera que pasara fuera que todo cambiara y pudiéramos amar libremente a quien quisiéramos, pero estamos en un mundo en donde la sociedad piensa que lo hacemos a propósito, no, uno no elige de quien enamorarse. Ojalá fuera así de fácil de entender. Al término de la clase recojo todas mis cosas y me pongo de pie, al pasar a por su escritorio me clava la mirada y trago saliva.
—Me gustaría que te quedaras un momento, necesitamos hablar —me rasco el cuello muy nerviosa, Mason se detiene detrás de mí y me abraza—. Señor Marinn, necesito hablar con la señorita FitzGerald a solas.
Dice tajante, como siempre.
Mason se encoje de hombros y se va no sin antes decirme que me espera afuera, para él Ariel es un ogro y no le interesa el parentesco que tenemos, ojalá a mí tampoco me interesara tanto. Cierra la puerta y suspiro, confieso que al verlo tan serio pienso que quizá ha pensado mejor las cosas y lo quiere intentar conmigo, a veces no importa cuánto amor digan que sienten, a veces las personas solo esperamos a alguien que se arriesgue, que luche y se quede.
—No voy a preguntarte qué pasa porque es evidente, pero tengo el deber de comunicarte que fuiste la nota más baja de la clase en tu examen.
Me entrega una hoja con una calificación con marcador rojo, y me da tanta vergüenza.
—No sé qué decir —susurro.
—Necesitarás de un tutor para pasar la materia, no puedes estar reprobando sabiendo que no cursaste el año completo.
Lo sé, no es mi culpa no tener la cabeza donde debe estar. Ni siquiera he continuado escribiendo mi novela, y no quiero seguir así.
—Aceptaré lo que sea.
Asiente y agarra su maletín.
—Te espero en biblioteca al finalizar las clases, sé puntual.
Antes de que cruce la puerta lo detengo.
—Tiene que haber alguien más que sea mi tutor, no podemos estar a solas ni un segundo.
—Lo sé, pero como eres mi alumna yo soy el responsable. Lo lamento si es difícil para ti, pero así tendrá que ser. Que tengas buen día.
Abre la puerta y se va, y yo me quedo como una tonta en medio del pasillo tratando de entender por qué el mundo está en mi contra. ¿Cómo lo voy a superar si encima de todo tengo que verlo a solas? Mason abre la puerta y camina consternado hacia mí.
—¿Ahora que te hizo Shreek?
—Nada, reprobé su maldito examen y me dará tutorías.
Salgo del salón y me froto la cara, a este paso terminaré muerta por tanto estrés.
—Tranquilízate, seguramente a solas no será contigo como lo es en su nido del conocimiento.
—Gracias por recordármelo —digo con ironía.
En clase de inglés Sara se sienta a mi lado como siempre, y aunque es mi clase favorita no logro poner nada de atención por estar pensando en lo que me depara al terminar las clases, aunque mi corazón me pide a gritos que llegue el momento de correr a biblioteca para estar una hora a solas con Ariel, mi cerebro grita que me vaya directo a casa.
—¿Estás bien? —me pregunta en un susurro.
—Estoy reprobando en física y tengo que tomar tutorías con Ariel.
Se acerca más a mí llamando la atención del maestro, levanta los hombros y le enseña los dientes.
—Pídele que te eche una mano, es tu primo, no puede reprobarte.
—Claro que puede y no sé qué hacer.
Por un momento me veo tentada a contarle lo que pasa entre nosotros, pero no lo hago porque va a pensar que soy una loca enferma.
—No te queda de otra, además, yo estaría muy contenta si tuviera que estar a solas con el profesor Miller. Claro que no es tu caso porque es tu primo, pero…
—¿Puedes dejar de recordármelo? Me da nauseas.
Parece que todos, el día de hoy se han puesto de acuerdo para repetir una y otra vez el parentesco que tengo con Ariel.
—Perdón, no sabía que te molestaba tanto.
—Pues sí me molesta y mucho.
—¡Señoritas, guarden silencio! —grita el profesor.
Sara se acomoda en su lugar y yo bajo la mirada.
—¿Qué te pasa? Estás muy de malas, reprobar no es cosa del otro mundo.
—Lo es cuando estamos a nada de ir a la universidad. ¿No puedes centrarte un poco en tu futuro?
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Editado: 08.05.2022