Doce asesinos en un tren hacia el infierno

Capítulo tres: Lectura de cargos

Episodio 3

 

LECTURA DE CARGOS.

 

El cálculo del tiempo era impreciso. Se percibía ralentizado luego de la ida

de la Desgarbada. Los pasajeros restantes se mostraban silenciosos,

taciturnos, asustados. Hasta que un grito logró sacarlos de la inacción. Era

la Científica. Todos la vieron curiosos mientras ella se frotaba los ojos, con

los lentes en una mano.

- Me quedé dormida...

- ¿Una pesadilla? – preguntó la Argentina.

La Científica, aturdida, tardó unos instantes en responder.

- Un sueño lúcido. Demasiado real. Lo que me asustó fue estar de nuevo

aquí en el vagón. Quizás el sueño sea éste...

- Ni la peor pesadilla puede durar tanto – dijo el Barbudo, aburrido.

La Científica intentaba recuperar la lucidez, cuando un vistazo hacia sus pies

la obligó a concentrar su atención. Se puso los lentes. Su cara se transfiguró

en una mueca de horror. El Barbudo la veía inexpresivo.

- Va a gritar otra vez.

- ¡Aay!

Una cucaracha había intentado subirse a su zapato. Mientras ella sacudía su

pie y veía con asco al bicho, los demás la veían a ella entre curiosos y

fastidiados.

- De nuevo lo siento – se disculpó ante los demás - Trabajo en

laboratorios, pero no con bichos. Lo mío es una computadora.

La científica arrugó la cara.

- Ese bicho es muy extraño, por cierto.

- Mientras no vuelen – dijo la Argentina, viendo con desagrado como el

insecto se perdía entre los recovecos del vagón.

- Sí, que no vuelen – convino el Librero con sinceridad.

Lentamente los ánimos se desperezaban. Algunos se acomodaron en los

asientos y otros volvieron a verse entre ellos. El Barbudo volvió a dejar sus

ojos posados en la Mexicana. Ella se mostraba complacida. El Alemán los

observó a ambos, intenso.

- ¿Han notado el olor? – Dijo la Argentina – a moho. A viejo. ¿No es cierto?

La Científica asintió con la cabeza.

- Es peor. Permanganato de potasio. Vinculado al óxido y la degeneración

de los metales. Es muy peculiar su aparición.... Como si el tren tuviese cien

años más...así, en un tris.

El dato logró arrugar el rostro del Librero. Más incógnitas.

- Reglas implacables, una entropía deliberada... y la forma en que

desapareció la joven – intervino la Científica - nos enfrentamos a fuerzas

poderosas.

- Colón descubrió América – dijo el Obispo – un científico debería ser más

útil que eso.

La científica adoptó pose de niña regañada. No era fingida, el

señalamiento le había tocado su sensibilidad.

- Estamos en pleno descenso dantesco, y sin un prohombre que nos guíe

– el obispo se mostraba muy enfático - ¿Dónde está nuestro Virgilio?

 

El Líder se levantó de su asiento como impulsado por un resorte. Se

acomodó la corbata mientras le sonreía a su auditorio. No logró ni una sola

sonrisa de vuelta. Sin embargo mantuvo la suya y vio a ambos lados con el

cuello erguido y la espalda recta. Parecía esperar la señal de “grabando”

para empezar a protagonizar un comercial.

- De los aquí presentes, yo soy la persona que más se ha enfrentado con

retos superiores, lo digo con humildad pero con responsabilidad...

El Líder echó un vistazo a cada uno, impregnado de mucho histrionismo.

Confiaba en una empatía inmediata, se mostraba esponjado. Pero los

demás lo veían con desconfianza.

- Te tengo malas noticias – soltó el Alemán – en todos esos retos

superiores pusiste la cagada. Lee los diarios, “Gran Líder”.

- Ofreció una cosa e hizo otra muy distinta. Igual a los demás. El mundo

que dejamos atrás se hunde, muertos para todos los gustos y de todos los

colores... señor – intervino el Librero.

- ¡Uuuhh! – remató la Griega.

La pintoresca mujer se divertía. Animada, batía palmas, mientras el Líder

esperaba con el discurso atragantado. El Catedrático veía capcioso los

aspavientos de la mujer. El Líder ensayó una mueca de desagrado, más con

intención histriónica que otra cosa.

- ¿Ya está sacando la cuenta de sus muertos, Mister? Tendrá que ser un

buen matemático – insistió el Alemán – ¿Cree que no le van a cobrar las

ciudades bombardeadas, los países que pasaron hambre mientras ustedes

iba de banquete en banquete?

- ¿Dios hace borrón y cuenta nueva? – Agregó el Librero - ¿El diablo

acepta esas reglas?

El Líder efectuaba visibles esfuerzos por mantener la neutralidad, pero algo

de incomodidad e ira se colaron en sus bien administradas expresiones. Sus

ojos se mantenían fijos en el Librero.

- Puede que el presidente Harry Truman esté en el cielo, a pesar de

Hiroshima y Nagasaki... o al menos en el purgatorio, luego de apelar- dijo la

Griega. Se mantuvo seria, los demás esperaban que la burla surgiese bajo

la súperficie. No sucedió.

- Díganme que Mussolini si fue derechito al fuego eterno, por favor. Y

Stalin– dijo la Argentina.

- Cortés, Pizarro, El tirano Aguirre, Boves – enumeró La Mexicana.

- Qué raro que no han nombrado a Main... - intentó agregar el Alemán.

- ¡No lo nombres! ... - dijo el Obispo – la urgencia de su petición llamó la

atención de todos. El religioso bajó el tono y sonrió avergonzado – quizás

sea autoridad a donde vamos. No nos busquemos líos.

El Alemán lo vio con una media sonrisa. Hizo un gesto de aprobación, a

pesar de lo ligero del razonamiento.

- Vaya – dijo desganado el Líder – no les puedo agradecer las

comparaciones. Así no vamos a llegar a ningún lado.

- Más bien vamos a llegar derechito a las llamas – dijo la Científica,




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