Domadores | #1 |

Capítulo 42. Hay silencios tan crueles que desgarran el corazón

—Nicky, ¡espera! Tenemos que hablar.

Ella se giró hacia Nate, era cierto que tenían una conversación pendiente. La cuestión era ¿la quería tener ahora con Óscar a dos metros?

El profesor miró a los dos jóvenes.

—Nicky, luego nos vemos. Te espero en el despacho —dijo con una amplía sonrisa.

Tenía ganas de quedarse a solas con ella, pero sabía que después de lo ocurrido no era el mejor momento. Debía dejar que los jóvenes hablasen primero.

¿Nicky? Nate apretó el puño con todas sus fuerzas. No soportaba a ese tipo. ¿Qué eran esas confianzas? ¿Por qué siempre estaba pendiente de ella? Y esa estúpida luz que tenía cuando la miraba... Estaba harto de él.

—¿Nate?

El chico sacudió la cabeza, no era momento para eso. La agarró del brazo y la llevó debajo de las escaleras de madera. En ese hueco podrían hablar tranquilos.

—Nicky, tenemos que hablar.

Ella asintió.

—Sí, lo de los repudiados...

—No, eso no —interrumpió él—. De lo de antes.

Ella lo miró perpleja, ¿de verdad creía que ese era el mejor momento?

—Nate, ya basta con ese tema, de verdad.

Se sentía agotada de quererlo y no poder hacerlo público. De soportar las bromas de su hermano sobre lo mucho que miraban a Nate fuese donde fuese. De no poder cogerle la mano o darle un simple beso. Estaba cansada de no poder vivir su propia vida...

El joven miró el suelo, sabía que no era justo lo que le pedía, pero no quería perderla.

—Dame tiempo.

—¿Cuánto?

Silencio. El más absoluto silencio. Un silencio tan cruel que desgarraba su pobre corazón...

Ella sabía la respuesta: toda la vida. Nunca se lo diría a Bruno, y ella no podía seguir viviendo así.

—No puedo Nate. Lo siento, pero no puedo.

Él agarró su mano tratando de aferrarse a ella, no podía perderla. Lo era todo para él desde la primera ver que la vio con siete años. Ella llevaba un peto vaquero y dos trenzas. Estaba jugando con una burbuja que había creado justo al lado del lago. Un chico mayor apareció y la explotó provocando que esta comenzase a llorar. Nate que estaba al lado no pudo resistirse al verla tan triste y corrió a golpear al chico. A causa de eso le habían roto la nariz, pero nunca olvidaría esa sensación que le inundó cuándo ella le dedicó por primera vez una sonrisa. Ella siempre sería la única en su vida...

—Nate —dijo con un hilo de voz mientras se soltaba de él y comenzaba a alejarse por el pasillo.

Él se quedó ahí desolado viendo como paso a paso la iba perdiendo. No podía creerse que no fuese a volver a besar sus dulces labios o a cogerla de la cintura y darle vueltas como si no importase nada más.

Cerró los ojos. Sin duda era mil veces mejor tenerla como amiga que presionarla y perderla del todo. No soportaría no volver a escuchar su cantarina risa o no poder picarla hasta que ella explotase y acabase como una niña golpeándolo...

Comenzó a caminar por el pasillo sin rumbo fijo. Necesitaba despejarse, mantener la mente ocupada y no pensar.



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En el texto hay: internado, romance, magia

Editado: 09.09.2018

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