Dónde arde la nobleza.

Túneles de sombra y acero.

Decidí caminar hasta encontrar una salida, ya que soy incapaz de escalar. Desde el vacío en el que caí hasta el suelo hay una altura considerable. No quiero romperme otro hueso. Además, mi hombro aún duele como para utilizarlo.

Caminé por un tiempo muy largo, hasta que escuché unas voces. No se oían arriba, sino más adelante. Solo deseaba que pudieran ayudarme, antes de que todo esto empeorara.

Me acerqué cada vez más, y las voces se hicieron más fuertes, hasta que vi una luz casi nula. Había un grupo de personas tomando algo. No sé qué sería. Tal vez una bebida de los pobladores… ¿Qué estarían haciendo aquí? ¿Serán empleados de Dimitri? Ojalá que no.

Un hombre me tomó por sorpresa, sujetándome por los hombros. Apreté los dientes. Si no grité en el castillo, menos lo haría delante de esta gente.

—¿Qué tenemos aquí? Una dama perdida en este viejo túnel… interesante.

¿¡En qué me metí!? Cuando iba a intentar zafarme, escuché una voz gruesa, profunda y autoritaria.

—¡Suéltala de inmediato!

El hombre me soltó de inmediato, sin dudarlo. Por lo tanto, la nueva persona debía ser el líder.

—¿Quiénes son?

La persona detrás de la voz misteriosa al fin salió de las sombras.

—¿Por qué debería decirle esa información a su majestad?

Palidecí de inmediato. ¿Cómo… cómo sabe que soy la princesa?

—¿Qué? Yo…

Suspiré. Esto era inútil. Me toqué el hombro y le sostuve la mirada al misterioso caballero.

—Está bien, no es necesario. Solo necesito saber cómo salir de aquí. ¿Podría brindarme su ayuda?

Los demás se echaron a reír, pero él los calló de inmediato.

—No. Si quieres salir de aquí, hazlo por tu propia cuenta. No ayudamos a gente como tú. Mejor vuelve por donde viniste. Aquí solo encontrarás miseria.

—¿Gente como yo…? ¿Cómo es la gente como yo? No pensé que me conocieras. Dime cómo soy, si es que te atreves.

El hombre que antes me sujetó desenvainó una espada, listo para usarla contra mí. Pero no mostré miedo. ¿Para qué hacerlo? Estoy cansada de tanto caos como para tenerle miedo a una hoja más

—Prepotente, arrogante, con un aire de superioridad. Piensas que puedes dar órdenes a quien sea solo por nacer en una cuna de oro.

¿Cuna de oro?

—¡Claro! Típico de la gente que no sabe nada de mi vida… Sí, cuna de oro, pero también de espinas y sangre, con sonrisas falsas y guerras absurdas, en un ambiente donde hay que sobrevivir sin deshonrar el apellido que te da “poder”.

—¿¡Y nosotros qué!? Nacimos en una cuna de tierra, luchando por respirar y comer, trabajando sin descanso, gobernados por la realeza, sufriendo como esclavos.

Suspiré. No tenía tiempo para esto… No iba a contarle mi vida a un extraño. Me di la vuelta y comencé a caminar.

—¡No tan rápido! ¿Qué te pasó? Una princesa no debería estar en este lugar.

—¡Dime tu nombre y te lo contaré!

Pasaron unos segundos de silencio. Al fin, se me acercó y me tendió la mano.

—Thair. Ahora sí, Helena, cuéntame cómo acabaste aquí.

Interesante nombre.

—Traté de manipular a alguien y me salió mal. Me secuestraron. Escapé y acabé aquí.

Thair alzó las cejas.

—Cuestionable… pero no soy quién para juzgar. Te guiaré a la salida, y no hablarás de nosotros. Si lo haces, vas a…

—Muy amable, no es necesario amenazarme. Voy a morir, y un poco más de amenazas solo me ahorran tiempo. No diré nada. Mejor guíame.

Él asintió y comenzó a caminar.

Me quedé pensando en las personas que estaban con él, pero decidí no hablar. No lo volveré a ver, y no debería interesarme la vida de un extraño.

Pasamos mucho tiempo caminando, hasta que vi luz. Al fin, la salida.

—Es aquí. Ya te puedes ir… Lo lamento. Solo espero que hagas sufrir al tipo que te secuestró. Hasta nunca, princesa.

Me tomó por sorpresa su comentario. Sonreí y salí del túnel. El aire fresco fue un alivio.

Caminé por el denso bosque, hasta que llegué a una cabaña. No me dio buenas vibras, así que decidí alejarme de ella.

Se hacía cada vez más de noche. A este paso, me perdería. Como no logré encontrar una salida, decidí volver al túnel. Era el único lugar que conocía un poco. Además, estaba Thair. No confiaba en él, pero me había ayudado…

Logré encontrar la entrada y entré. Me quedé cerca, pero no tanto. No quería que las demás personas se dieran cuenta. Solo necesitaba quedarme ahí hasta que amaneciera.

Me empezó a dar sueño. Estaba tan cansada...

Esto era una pesadilla.

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Sentí cómo me tiraban agua fría. Me activé de inmediato. Abrí los ojos y vi a Thair.

—No hables —dijo—. Vienen por ti. Marek estuvo haciendo guardia y te vio dormir. Salió a revisar y escuchó a gente buscándote. Un tal Dimitri está exigiendo que te encuentren.

Mis ojos se dilataron. Sentí que me faltaba el aire. Me levanté e intenté correr, pero él me sujetó.

—Tengo que irme. Necesito llegar al reino.

—Lo harás, pero no puedes correr ahora. Te atraparán. Hay unos atajos. Te puedo sacar de aquí. No será gratis, pero estarás viva… y en tu hogar.

—No es mi hogar. Y te pagaré diez mil Corvas si me sacas de esta.

Thair se sorprendió tanto que aflojó su agarre.

—Vámonos.

Corrimos por senderos estrechos, hasta que, por fin, se detuvo.

—¿Qué pasa?

—No confías en mí, pero debes hacerlo. Cuando te lo diga, tienes que saltar.

Asentí, y corrimos hacia la derecha.

Él soltó un grito. Era la señal. Salté justo cuando me di cuenta de que estábamos cruzando un abismo.

Mi cuerpo chocó con fuerza contra el suelo. Sentí mi hombro quebrarse en mil pedazos.

Al parecer, Thair notó mi dolor, a pesar de que no grité, y se acercó a ver cómo estaba.

—Helena, ¿estás bien? ¿Te duele algo?

—No es nada. Vámonos.

Él no me contradijo, y seguimos el curso de un río. Nos encontramos con unos hombres, supongo que amigos suyos. Nos dieron espadas. Dudaron al darme una, pero al final lo hicieron. También me dieron una daga. No entendía por qué… hasta que vi a los guardias rodeándonos.




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