El mundo está en crisis tras el pasar del tiempo. Ahora, viejo y arrugado, estoy presenciando un nuevo mundo sobre la sangre de los subordinados de mi padre. Es increíble, sabes, como una época de oscuridad asecha desde las sombras nuestro insignificante mundo y nosotros, débiles e insignificantes, somos innecesarios para su creación. Aunque, eso realmente importe poco en estos momentos; lo más importantes es pasar el tiempo con las personas que verdaderamente te aprecian y no con quienes dudaron de tus acciones o creencias. Por eso, creo que es mejor ser odiado por quien realmente eres y no convertirte en un ídolo por quien no eres… Bueno, me alejo un poco del tema central de mi historia, y posiblemente tu historia. Nuestros mundos están en peligro y todo fue culpa de una idea, una sola que pensamos, revolucionaria nuestra existencia.
Aun no puedo aceptar que todo comenzase por ese concepto, el concepto de la muerte. El poder controlarla parecía ser un sueño para los más desafortunados: Elegir ser inmortal y controlarlo todo desde las sombras como un antiguo dios arcano. Pero no lo sabíamos y nos confiamos. No concebíamos la idea de que ya existían esos dioses y que conocían las consecuencias de romper las reglas de la naturaleza preestablecidas. Entonces, una noche de noviembre, mi padre, un poderoso hechicero pagano, contacto al enigmático profesor de literatura Armando del Tigre, hombre respetable por la sociedad de la época quien parecía poseer un objeto de significativa importancia para el ritual que planeaba nuestro culto.
¿Por qué Armando nos lo entrego?
Según mi padre, todos los hombres deseamos conseguir algo, incluso cuando nuestras posibilidades para lograrlo son escasas, sin embargo, las mentiras envolvieron los pensamientos del profesor, guiándolo hacia una confianza indiscutible, pero ciertamente falsa. Aun recuerdo –vagamente– esa última conversación de noviembre antes de desaparecer sin dejar rastro.
Así pues la noche llego y la luna brillaba con intensidad sobre el escondite de nuestro culto, una iglesia abandonada en lo profundo del reconocido bosque apagado, un sitio donde según contaban las personas en los pueblos cercanos, habitaban cientos de árboles y bestias que temían pronunciar. Seres terribles que, me contaron, pueden causar la desesperación en la humanidad si resultan ser ciertas… Pero son cuentos, decían otros y al final lo acepte. Pero, dentro del recinto, afirme una cosa: Si existen los monstruos, y yo estaba entre ellos.
El brillo se sobrepuso sobre el pentagrama del suelo y el anillo manchado de la sangre de mi padre. Yo me limitaba a observar con cuidado como los sequitos del culto –tal fue su único apodo; jamás imaginaron un nombre para su sociedad– recitaban un sencillo hechizo que lentamente se volvía más complicado de pronunciar. Un intenso escalofrió recorrió mi cuerpo y mis brazos no paraban de temblar, viendo lo que parecía ser un espectáculo infernal. De repente, una luz penetrante se apareció sobre el pentagrama. Todos, incluido yo, fijamos nuestras miradas hacia el pálido cuerpo de la diosa que apareció repentinamente. Completamente desnuda y hermosa a la vista de cualquier mortal. Pero mi padre no caería en sus encantos y se aseguro de sellar a la mujer bajo un encantamiento. Dijo unas cuantas palabras en lo que parecía ser latín y nuevamente con su sangre dibujo al lado del cuerpo inconsciente un extraño símbolo que origino un domo de energía. Tras hacerlo, su agotado cuerpo no respondió y casi se desmaya ante todos nosotros, pero uno de los súbditos lo agarro a tiempo y trato de mantenerlo de pie.
Pero tenía razón. Desde entonces, se mantuvo encarcelada y pasaron muchos años. Morrigan vivía encerrada en la iglesia, siendo fríamente observada por todo el culto. Incluso escuche que algunos de los sequitos se aprovecharon de su vulnerabilidad y se sirvieron del cuerpo de la diosa mientras no pudiese hacer nada. Ella no decía nada, no hablaba, no comía, simplemente, respiraba, viéndonos a todos con una mirada fría como el hielo. Aunque, al final, los casos más extraordinarios sucedían afuera: Las personas dejaban de morir y la población comenzaba a incrementar de manera impresionante. La vida sobre la tierra se volvía cada vez más complicada, llevando al límite a las empresas y diversas convenciones sociales del mundo. Incluso el dinero se volvió un problema, causando un incremento de la población pobre y disminución de la clase alta y eliminando completamente la clase media. Una noche, mientras leía un periódico, me acerque al domo y notando que estaba sola, decidí hablarle, preguntarle cosas sobre ella. En ese entonces tenía quince años y mi curiosidad forjada por la literatura y las historietas se avivaron con la presencia de aquel ente sobrenatural. Además, he de añadir una cosa: En mi solitaria juventud fue ella quien me conmovió, convirtiéndose en la mujer de mis deseos más íntimos y fuente de mis sueños más profundos, pues el solo verle su rostro adornado de ojos rojizos, labios blanquecinos y su larga cabellera dorada, me llenaban de una satisfacción abrumadora. Por eso, sentía repulsión al escuchar a los hombres de mi padre, hablando de sus piernas, de sus senos y de lo buena que estaba, olvidándose completamente que ante nosotros estaba, quizá, uno de los seres más poderos del universo.