Donde nacen los lirios

Capítulo 13: Venganza.

−¿Sarah? Sé que estás ahí, ábreme−Le pidió, más bien suplicó. Los quejidos cesaron automáticamente.

−Por favor, Sarah−Golpeó la puerta, sin mucha amabilidad.

−¡Déjame sola!−De repente la voz de su hermana resonó, como un rumor lejano.

−Por favor−Se recargó en la puerta, mirando hacia el techo y soltando una exhalación fuerte.

−Mamá está buscándote como una loca, vine corriendo a verte, ¿Ábreme, si?−Se volteó, presionando su frente contra la fría puerta de madera.

El pestillo sonó al abrirse. La luz estaba apagada, pero gracias a la pálida luminosidad del grisáceo anochecer que entraba por las cortinas recogidas de la ventana, pudo ver una silueta. Sarah estaba sentada en el suelo sobre su alfombra, al lado de su cama.

Tenía las rodillas dobladas y descansaba sobre estas sus brazos con los cuales se rodeaba a sí misma, mantenía la cabeza un poco agachada, y estaba de espaldas a él, por lo que no podía ver su rostro. Ella permanecía impasible, totalmente enfrascada en el paisaje tempestuoso que la ventana ofrecía.

Se arrodilló junto a ella y acompaño en silencio durante unos segundos, sin saber qué decir. Sin embargo ella continuó en la misma postura, como un mueble inerte.

−Oye mírame, ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?−Preguntó, sentándose a su lado en el suelo e intentando contener las emociones que le invadían. Ante el mutismo de su hermana, suspiró terriblemente desesperado, con miles de pensamientos cruzando por su mente. ¿Por qué estaba así? ¿Le había pasado algo malo? Sarah no había actuado así desde que... Un nudo le atenazó la garganta.

Desde que su padre había muerto. Esa misma tristeza abismal estaba asediando a su hermana en esos momentos. Podía verlo en ella, destilaba un aire abatido que podría casi tocar.

−No estoy llorando−Sarah habló por fin, sin embargo mantenía oculto su rostro aún entre las sombras y su voz sonaba como un cristal hecho añicos.

Keythan comenzó a sentirse más alarmado. Apretó la mandíbula y trato de calmarse:−Por favor, dime.

−Déjame sola. ¿Quieres? No te preocupes por mí −Sarah era así, no le gustaba llamar la atención de nadie y trataba de minimizar las cosas para que él no se alarmara. Pero ya lo estaba y demasiado. Nada de lo que ella le dijera iba a hacerlo desistir.

−No hagas que te ruegue, no empecemos con eso ¿Sí? Sabes que me importas mucho. ¿Se trata de Megan?−Preguntó deseando como nunca antes que la respuesta fuera negativa.

−Sí...

Al oír la afirmación Keythan se masajeó el puente de la nariz, temiendo lo peor. Las gotas de lluvia repicaban en el cristal de la ventana, con un ritmo lento pero incesante. Algo se alborotaba dentro de sí, con vehemencia. Por supuesto que no podía cantar victoria antes de tiempo y él había cometido ese error. Pensar que Megan por fin había comprendido... eso había sido una necedad de su parte.

−Me hizo esto...−Dijo Sarah levantando por fin el rostro y ladeándolo hasta dejar al descubierto lo que Keythan no había visto antes: del lado derecho de su cabeza, entre su enmarañado cabello estaba pegada una masa compacta. Un chicle. El precioso cabello dorado de su hermana lucía hecho un desastre. Ese precioso cabello del que tan orgullosa se sentía, que se esmeraba por cuidar, aplicándole cremas y tratamientos especiales, que trenzaba con deleite cada mañana antes de ir al colegio, que llevaba años dejando crecer, ahora estaba irreparable. Tendría que cortárselo.

−Maldita sea, ¡no!−Soltó anonadado−Pensé que ella había abandonado por completo su papel de abusona, como me habías dicho que ya no te molestaba...−Keythan se quedó rígido.

−Yo también lo creí por un momento, y fue bueno mientras duro, lo último que me hizo fue tirarme el agua de los pinceles, lo considere como una pequeñez puesto que paso una semana sin que me buscara y creí que ya se le había pasado ese odio incomprensible que me tenía sin embargo hoy me hizo esto y yo...−Sarah dejó inconclusa su frase, mirando perdidamente la lluvia caer a través de la ventana.

Lamentablemente toda la reciente simpatía que Keythan había comenzado a sentir hacia Megan se derrumbó. Una rabia inmensa y descomunal comenzó a subirle a la cabeza, amenazando con hacerlo perder los estribos, algo que no le sucedía a menudo. Las venas de su frente estaban saltadas a causa del golpeteo de la sangre en su cabeza. Él nunca reaccionaba tan enérgicamente, en general era muy pacifico, casi nada lograba sacarlo de sus casillas, pero esto era intolerable: Ver sufrir a su hermana lo volvía un ser fuera de sí. Un loco dispuesto a todo. Se había confiado al saber que Megan ya no se acercaba a Sarah... Pero constatar que persistía insistentemente con su mala conducta, denigrando a los demás, le hizo tensar fuertemente su mentón.

Esto sobrepasaba cualquier cosa que hubiera hecho, ¡Esa chica! ¡Le había arruinado el cabello a su hermana! Apretó los puños tanto que los nudillos se le pusieron blancos. ¿Cómo había sido capaz de hacer algo así, después de tantos días desperdiciados acercándose a ella, hablándole, tratando de ser condescendiente y comprensivo?



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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