Donde nacen los lirios

Capítulo 37: Crecer.

Capítulo 37: Crecer.

Entonces se sentía, por primera vez en semanas, tranquilo.El monstruo que se cernía sobre ellos estaba tras las rejas y era cuestión de tiempo para que lo trasladaran a otro país, a un penal de máxima seguridad.

Así que se permitió dejarse llevar y caer más y más profundo en un estado de relajación y letargo. Su alma estaba en paz, en un lugar en el que anidaban toda clase de sueños nuevos y presagios positivos. Finalmente todo iría bien. Problemas habían muchos, pero como el que habían afrontado, y superado, pocos. Lo tenía impreso en la memoria, sellado con sangre, pero un día olvidaría. Un día podría descansar de los recuerdos y sonreír sin que la sombra le acechara.

La casa, con las lamparas irradiando su suave luz sobre los coloridos adornos de globos metalizados y serpentinas, perfumada con flores, y llena de sus amigos y conocidos, daba la impresión de ser demasiado pequeña para albergarlos a todos, pero eso la hacía mucho más confortable. Durante su estancia en el hospital extrañó el calor hogareño que emitía.

Estaba donde quería estar, riendo y platicando con sus amigos de la infancia, haciendo planes y emocionándose mientras bebían cerveza. Zack parecía mucho más normal y divertido que las ultimas veces que lo vio, hasta bromeaba y participaba cuando se alternaban para burlarse de uno del grupo. Parecía como si estuviese disfrutando al máximo y tomando todo lo mejor de la vida.

Sacó su vieja guitarra acustica, su fiel compañera en buenos y malos momentos, y tras ajustar las cuerdas, tocó una melodía. Sus amigos comenzaron a cantar a coro haciendo un gran escándalo con sus gritos.

Se sentía muy bien en ese ruido confuso y alegre. Sin preocupaciones, sin ningún tipo de temor. Estaba a gusto en su propia piel, más desenvuelto y libre que nunca, cantando a viva voz. Sin embargo, en ese momento inolvidable y mágico, observó las caras risueñas de las personas que le importaban y faltaba una, la que iluminaba sus días.

Subió a la terraza, curioso por la actitud ausente y sombría de Megan. Si bien estaba entusiasmado con sus amigos, también quería estar con ella y saber lo que le ocurría. La noche era fresca y ahí, sentado junto a ella, en el sillón de mimbre, acariciando su cuerpo y aspirando su aroma dulce, que se mezclaba con la fragancia cítrica de los árboles de naranja que rodeaban la casa, se le figuró que nunca había sido tan feliz. Pero percibió su mirada decaida y ausente y algo le dijo que las cosas no estaban del todo bien. Intentó comprenderla. Lo que había pasado no era nada fácil de asimilar y cuatro o cinco días eran pocos para superarlo.

Megan no era la única que se estaba comportando extraña, su madre estaba sumamente cambiada, como turbada y nerviosa, paseándose por la cocina y ofreciéndose a servir a todos como si no tuviera nada que hacer. Él le aconsejó un par de veces que descansara y dejara de ocuparse de todo. Accedió y desapareció escaleras arriba, en su cuarto. Pero entonces apareció en la terraza, cortando su momento con Megan y demandando hablar con él. Se la había estado pasando demasiado bien esa tarde, pero su mamá liberó la bomba que arruinó todo y le hizo añicos.

Megan se iría.

El eco de la frase rebotó, sin sentido, una y otra vez en su mente.

Su corazón se aceleró en segundos, haciéndole sentirse mareado y débil. Por si no hubiera sido suficiente con una vez, volvió a ver toda su vida pasar ante sus ojos. Se vió a si mismo perdiendo todo lo que más amaba.

Primero se indignó contra su madre, y le reclamó, saliendo de sus casillas, demasiado molesto como para controlarse. Pero ella repitió las palabras con suavidad y firmeza. Su exasperación se transformó en un sopor que le dejó inmóvil y pasmado. Un aguijonazo se clavó en su pecho y las lágrimas que no sabía que estaba reteniendo se deslizaron con un frío roce.

Eileen colocó una mano en su hombro.

—Ya se te pasará, conocerás a otra chica una más bonita e interesante y te vas a olvidar de Megan—Habló con fría determinación. Un deje de desden escapó de su voz. Esa chica era horrible. No era ninguna princesa en apuros. Era una vampiresa.

—¿Cómo me dices eso mamá?—Dijo dolido.

—Porque así es. Eres eres sociable y buscas recompensas, nuevos desafíos, no te has quedado deprimido por Juliette. Has salido adelante. Así mismo podrás superar a Megan.

Keythan la miró con hostilidad y corrió adentro de la casa, dejandola sola. En su mente recreó la conversación que había tenido con Megan, antes de que su madre llegara, ella había dicho que estaba agotada. Agotada de todo.

Megan estaba en la sala, platicando con Sarah y Zack. Se veía apacible y reía de vez en cuando con desenvoltura. Su madre tenía que estar mintiendo solo para fastidiarlo.

—Megan—Todos se giraron a verlo al escucharlo pronunciar el nombre de forma tajante y enérgica. Sus rasgos estaban desencajados por una profunda emoción que vacilaba entre la furia y el desconcierto. En el fondo estaba aterrorizado.



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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