Donde nacen los lirios

Capítulo 42: Un pequeño lirio en un día perfecto de verano.

Capítulo 42: Un pequeño lirio en un día perfecto de verano.

Todo sucedió demasiado rápido. El comandante determinó que Megan tomaría el primer vuelo de ese mismo día. Ella estaba al borde del abismo, a un solo paso, dudando de todo, de sí misma, con el terror corriendo en sus venas, pero de pronto entendió que aún no podía irse. No así. Habían quedado muchas cosas pendientes. Solo un día más. Era todo lo que pedía.

Si se marchaba sin antes decir adiós nunca cerraría los ciclos de los que le habló la especialista. Por las maletas no se preocupaba. No tenía cosas que empacar de todos modos. Pero sentimientos, experiencias, emociones, de esas se llevaba el alma a tope. La adrenalina corría por su cuerpo vertiginosa, alterándole el pulso.

Tenía que convencer al comandante. Él se negó, lo esperaba. Alegó que era demasiado peligroso, que no debía exponerse. Megan insistió, empleó como excusa que iría por su documentación escolar. Él la miró serio y dijo que se la enviarían.

—Por favor. Se lo ruego.

—Megan no solo estas arriesgando tu vida. También la de mis agentes. Solo vete. Has sobrevivido, eres una chica afortunada.

Una chica afortunada. Pensaría en ello más tarde.

—Haré lo que sea. Nadie sabrá que estoy aquí—Rogó con desesperación. No estaba dispuesta a darse por vencida. No en eso. Se aferraba a ese deseo como un moribundo a su última esperanza.

Él aceptó renuente, solo porque estaban a punto de extraditar a Sebastián.

Pero además, algo debió ver en sus ojos, algo tan profundo que le hizo conmoverse. Una de las condiciones que impuso fue que hiciera todo lo posible por desapercibida –aunque siendo ella, era poco probable–, la segunda era que, pasara lo que pasara, se marcharía al día siguiente a primera hora, la tercera era que si le sucedía algo sería bajo su propia responsabilidad.

El miedo por todo lo que eso implicaba se intensificó, pero aceptó correr el riesgo.

***

Antes de abandonar a toda prisa el departamento de Erick tomó un baño, consideró que no tenía tiempo para ir hasta su casa por una muda de ropa, así que revolvió el armario de su amigo tratando de encontrar algo acorde a su estilo.

—¿Qué es toda esta basura?—Lanzó varias camisas al suelo.

—¿Perdón?

—Parece el armario de un vagabundo.

Erick se soltó a reír a carcajadas. Keythan estaba tan estresado y eufórico que terminaba siendo cómico verlo.

—¿No tienes algo más?

Erick apuntó hacia el cesto de ropa sucia.

—Lo tomas o lo dejas, estoy siendo generoso.

Noah ahogó una risita.

Tuvo que conformarse con un pantalón de mezclilla demasiado ajustado para su gusto y que tenía la tela rasgada. El toque final fueron unos vans y una playera que tenía un horrible estampado. Se sentía raro y ridículo en esas ropas, se miró varias veces en el espejo antes de resignarse y percatarse de que estaba demasiado ansioso, nervioso y preocupado. Hace años que no se sentía así. Como si estuviera a punto de encontrarse con su primera cita de la adolescencia.

Al llegar al parque tenía el pulso acelerado y tuvo que tomar varias bocanadas de aire para normalizarlo. Se sentía fatal, desvelado. Todavía sufría los síntomas de la resaca. Sentía los ojos acartonados, aunque la causa de eso podría ser una mezcla de factores. Falta de sueño y lágrimas corrosivas. También tenía la garganta un poco reseca y le preocupaba no dar una buena presentación.

Pero en esos momentos, ciertamente, la presentación era lo de menos.

Se cruzó con una chica que corría con su labrador y con un par de ancianos, con cabelleras blancas como las nubes, que paseaban apacibles. Se quedó mirándolos sin poder evitarlo. Él hombre mayor se quitó su suéter de estambre y lo tendió sobre el pasto para que ella se sentara sobre el. Después se colocó a su lado y sostuvo su mano con delicadeza. Ella le besó en la mejilla y comenzaron a platicar. Había algo mágico en la manera en que se miraban a los ojos. Keythan desvió la vista incomodo y siguió su camino. Después de ellos no volvió a ver a nadie más.

Sus pasos comenzaron a alargarse y a volverse más pesados y lentos, mientras su mirada se perdía a su alrededor. De pronto tuvo la sensación de que estaba en un sueño. El cielo tenía un tono casi irreal. Un perfecto azul, dulce y tierno, bordeado por nubes blancas y brillantes. Los rayos del sol se derramaban tórridos y los árboles los recibían agradecidos, luciendo un follaje esplendido.

En verdad parecía un perfecto y precioso día de verano.

Solo que no lo era.

Cerró los parpados con fuerza y sus manos crisparon hasta que los nudillos se le pusieron pálidos.

Cuando llegó al punto de encuentro descubrió a una chica de mediana estatura de espaldas a él, vestía un conjunto deportivo y el viento soplaba en su cabellera rubia que absorbía los rayos del sol. Estaba a punto de retirarse por una desviación del camino cuando ella se dio media vuelta, quedado frente a él. Entreabrió la boca. Sus pies se clavaron al suelo y el tiempo se suspendió mientras la observaba sin parpadear.



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En el texto hay: adolescente, romance, drama

Editado: 19.03.2019

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