Donde quiera que vayamos

Bella vita pt2

Thiago

 

Coloqué mis auriculares en mis orejas con la canción cigarette smoker Fiona de los Artic monkeys.

 

Fui andando por todas las esquinas del pequeño estudio situado en un garaje con mis baquetas en la mano aporreando todo lo que veía siguiendo el ritmo de la canción. Había llegado hace media hora aquí para poder practicar un poco para el pequeño concierto que teníamos hoy en un bar conocido. Cindy e Ian estaban en la universidad y yo era el único que los días que no trabajaba no tenía nada que hacer.

 

Mi fascinación por la batería salió cuando tenía tres años, mi padre era un fanático de todos los instrumentos que se pudiesen aporrear con algo. Un día cuando mi madre me recogió del colegio vi que habían comprado un nuevo instrumento, sin dudarlo me acerqué y lo visualicé como el niño curioso que era, mi padre me sentó en su regazo en el banco que tenía y me dio las baquetas para que probase.

 

A partir de ahí me compraron una batería diminuta para que pudiese tocar junto a mi padre, cada vez que me hacía más grande otra batería más nueva y de mi tamaño aparecía en mi casa. Así salió mi obsesión por la música y el instrumento que me llevaba acompañando todo la vida.

 

La canción terminó y me dirigí lentamente hacia la batería azul metálica que tenía en una esquina. Todo a mi alrededor estaba en silencio, lo único que se escuchaban era el sonido de mis botas resonando en el suelo con cada paso que daba.

 

Miré la hora en el pequeño reloj blanco que colgaba de la pared, eran casi las dos de la tarde y Cindy e Ian estarán ya por llegar.

 

Me quedé ensayando unas cuantas canciones propias de la banda, probando los demás instrumentos y... hasta me animé a cantar una, hasta que:

 

—¡Cariño!— gritó la voz chillona de Cindy cuando entraba por las puertas.

 

Odiaba la palabra cariño, yo estaba en este pequeño grupo gracias a Ian que era amigo de mi hermana mayor. Desde que entré, Cindy no ha parado de insinuarse a mi y de poner esos apodos cariñosos con los que me entraban ganas de vomitar.

 

Espero que nadie me ponga otro apodo cariñoso...

 

—Hola— dije lo más seco posible sin despegar la mirada de las baquetas que rodaban por mis dedos.

 

—¡Vamos, no seamos holgazanes!— Exclamó Ian haciendo que yo pegase un bote del asiento.—Hoy lo vamos a petar, y... espero conseguir algún que otro sujetador.

 

Asqueroso, simplemente asqueroso... Este era nuestro cuarto concierto en un bar de la ciudad, iba a ser el más grande de todos y el dueño del bar nos dijo que nos pagaría por cada canción que cantásemos. La oferta no estaba nada mal para lo poco reconocidos que éramos.

 

Ahora nos tocaba ensayar hasta la tarde...

 

 

 

Mis piernas temblaban.

 

Estaba esperando fuera del escenario hasta que dijeran mi nombre. Siempre que salía a un escenario o tenía que hablar en público tenía una postura firme y decidida, pero... por dentro me temblaba hasta la última capa de cerebro.

 

—Y... por último—dijo el hombre del altavoz.— ¡Thiago!.

 

Preparando el papel de chico malo en... tres, dos, uno.

 

Llené mis pulmones con todo el aire que pude agarrar y, con paso firme-o eso hacía parecer- caminé hacía el escenario girando las baquetas en mis dedos.

 

—Un, dos, tres...—susurró Cindy al micrófono.

 

Cerré mis ojos y empecé a tocar la batería como si nada más estuviese a mi lado.

 

La primera canción había terminado, miré entré y publico y vi unas caras conocidas. Amely y Tania, mis dos amigas de la infancia estaban entre el público bailando junto a una chica que, un momento... era Gianna, la misma Gianna que vive en la habitación contigua a la mía en el hotel de sus padres.

 

La última canción terminó , y a paso rápido antes de que alguien me parase me pierdo entre la gente que está en la pista central del local. Mi intención era ir a la barra, cuando llegué, sin querer metí la oreja en una conversación ajena al escuchar la voz de Gianna.

 

—No hace falta que me invites—dijo ella con tono molesto— ya me invitó yo sola.

 

Bebí un sorbo de mi vaso de alcohol, una sonrisa de padre orgulloso se implantó en mi cara al escuchar eso. No la conocía por más de dos días, pero la inglesita tiene los ovarios y la cabeza bien puestos.

 

—¿Como te llamas?— dijo el tío que estaba al lado

 

—La tía que nunca tendrás.—le respondió con una sonrisa inocente.

 

No-puede-ser esta chica merece un premio.

 

Me quedé bebían de mi vaso mientras veía la gente bailar en la pista y otras muchas buscando gente con quien compartir saliva.

 

Volví a mirar hacia Gianna y ella se estaba tambaleando de su asiento, iba a ir a ayudarla pero, el supuesto macho alfa que estaba al lado suya la agarro de la cintura.

 

Por ahí no hombreton... Gianna se intentó quitar de su amarre, y en el momento que vi eso no dudé en ir hacia ellos.

 

Deje bruscamente mi vaso en la mesa y me preparé para hacer el papel de "novio" preocupado por su chica. Esa nunca falla en las películas cuando querían alejar al malo.

 

—Amor—Dije detrás de Gianna mientras pasaba mi brazo por sus hombros para atraerla hacia mi— ¿La estás molestando?— ahora mire al grandullón con cara de pocos amigos.

 

—Solo estábamos hablando— subió sus brazos en forma de rendición.— ella se me acercó y por como va vestida...— la señaló.

 

Una más y le parto la cara.

 

—Gilipollas—murmuró la inglesita colgada de mi brazo.

 

—Que sea la última vez que le dices eso a mi chica—dije con tono molesto—, o cualquier otra.




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