Tyler
Aprieto el volante con tanta fuerza que apenas puedo sentir mis manos. La velocidad tampoco es algo que me preocupa en estos momentos, tampoco me importaría que él se interponga en mi camino para atropellarlo y que muera como el hijo de perra que es, se lo merece después de todo.
Un semáforo marca rojo, acelero todo lo que puedo y cruzo justo cuando un auto se detiene al verme, toca el claxon pero no me importa, lo único que me importa ahora es llegar a su jodida casa y golpearlo hasta que quede inconsciente por todo lo que hizo y se atrevió a hacer antes. Tendría que haber hecho eso eso hace mucho tiempo atrás, tendría que haber seguido mis instintos y dejarlo a tres metros bajo tierra cuando todo estaba más fresco que ahora.
La canción de "I'm a wanted men" suena en mi teléfono, haciendome saber que la persona que me llama es mi hermana- canción que ella misma puso-. No voy a explicarle todo esto por teléfono, y mucho menos ahora. Tomo mi teléfono y lo pongo en silencio, ya luego inventaria una excusa o solo evitaría hablar del tema con ella.
Llego a su casa antes de lo previsto, y para mi buena suerte, solo se encuentra él. Toco su puerta sin parar hasta que me abre, siento que toda la sangre me hierve al ver su cara tan sonriente al verme. Pero enseguida cambia a una de confusión cuando lo tengo agarrado del cuello de su camisa y acorralado contra la pared más cercana. También parece un poco intimidado por la altura.
—¿Q-qué suced-de?
—¿Que qué sucede?—apenas reconozco mi voz por la cantidad de odio que tiene—¡¿Tú sabes perfectamente lo que sucede?!—vuelve a estamparlo contra la pared con fuerza y lo suelto para retroceder unos pasos.
Tomo los dos diarios del suelo y los abro en las páginas que vi anteriormente en casa, se las muestro y él las mira con nostalgia y dolor.
Es la última persona que debería sentirse nostálgico.
—¿Cuál de estos es el verdadero?—escupo con veneno. Él solo dirige su mirada a la cocina, que ahora mismo debería ser lo más entretenido para él—¡¿Cuál es el verdadero?!—vuelvo a acercarme a él con el fin de amenazarlo y al parecer funciona, ya que señala uno de los diarios, el que más temía que fuera real.
Sin pensarlo dos veces mi puño se estrella contra su cara sin miedo a repercusiones. Él tambalea un poco pero no dura mucho ya que otro golpe lo derriba. Me posiciono sobre él de manera que no pueda defenderse ni levantarse del suelo y me permito usarlos como saco de boxeo, como muchas veces él hizo con ella. Lo golpeo una y otra vez en su cara, abdomen o pecho, lo que este a mi alcance sin preocuparme en medir mi fuerza. Descargo toda mi ira contra él, cada golpe que doy es como liberarse de un problema que él causó, y vaya que causó muchos.
Se oye un grito detrás mio, pero no me importa, y continuo con lo que comencé.
—¡Ya sueltalo!—grita una voz femenina a mis espaldas. Toma mi hombro y me aparta con una fuerza que desconocía en ella. Ayuda a levantar a su novio y lo sienta en uno de los sillones, todavía cegado por la ira me dirijo hacia él con todas las intenciones de terminar lo que empecé minutos atrás, pero una figura femenina se interpone en mi camino impidiendome el paso.
—¿Se puede saber qué te sucede?—pregunta en tono severo.
—¿Qué me sucede a mí?—repito incrédulo—Por qué mejor no se lo preguntas a tu pareja.
—Puedes superarlo de una vez, pasaron años des—
—¡Yo lo había superado!—le grito con toda la rabia acumulada en mi interior—¡Pero como siempre este pedazo de imbécil se esmera en estropear las cosas! ¡¿Por qué mejor no le preguntas cuál fue el mayor delito que cometió?!
Recogo los diarios que cayeron al suelo en el momento en el que me abalance sobre él y salgo de su casa dando un portazo y hecho furia.
Subo al auto y acelero sin importar los peatones que intentaban cruzar y me dirijo a cualquier lugar menos a casa, no puedo ir en este estado.
Aparco a un costado de la carretera, bajo del auto y me adentro en el bosque que hay allí. Me doy cuenta que ya estoy bastante alejado de la civilización, asi que golpeo el primer árbol que veo con toda la fuerza que tengo, imaginando que la corteza es su estúpida cara. Recuerdos vienen a mi memoria, cuando venía a casa y la trataba como si fuese una reina frente a las demás personas para guardar las apariencias, cuando escuchaba sus gritos de ayuda y no podía hacer nada, yo no podía hacer nada. Tendría que haber estado ese día en casa y detenerlo, pero no, decidí llevar a Alice a casa de Tamara para que no se entere de nada. Con cada golpe que doy mi ira aumenta, aumenta porque estoy golpeando a un maldito árbol y no su cara, aumenta porque no puedo hacer nada, aumenta porque no puedo liberar la rabia que siento en este momento.
Sin darme cuenta, ya me encuentro apoyado en el árbol con mis nudillos destrozados y salpicaduras de sangre por mi camiseta, algunas mías, otras de él. Cierro los ojos intentando regular mi respiración, al parecer no estaba respirando mientras destrozaba al pobre árbol, aunque salió ileso, yo no.
—Hey—alguien da unos toquecitos en mi hombro que me despiertan. Giro mi cabeza en dirección de la voz y la veo—¿Por qué lo hiciste?
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué preferiste escribirlo, ocultarlo y guardarlo para ti misma?—pregunto dolido, por lo menos podre desahogarme en un simple sueño.
—No puedo hablar más de la cuenta- responde con esa voz suave que más la caracterizaba—. Queda poco tiempo, solo, asegúrate de... solo, encuentrame, porfavor, les explicaré todo lo que pueda cuando lo hagan.
Se levanta y me tiende su mano, la acepto y tira un poco para ayudar a levantarme.
—¿Ni siquiera puedes hacerte más alta en sueños?—pregunto con diversión. Lisa es más alta que Alice, pero más baja que yo. Niega con una sonrisa en su rostro.
—Debes curar eso—señala mi mano—, no quiero que mueras antes de reunirnos de nuevo.
Editado: 28.04.2020