Me adentro en mi departamento, cerrando la puerta de golpe, lanzando mi abrigo en el suelo sin importarme en dónde caería.
Caminé por el lugar hasta llegar a mi cuarto. Me quité mi corbata, y en cuanto lo hice, mi mirada se paseó por la vacía habitación.
Aún sentía la esperanza de verte llegar, aún te escuchaba en el baño, duchándote. Aún siento tu olor, ese olor a coco de tu perfume favorito. Aún siento que abrirás la puertas y me ayudarás a deshacerme de la camisa.
Aún tengo la esperanza de que me digas que todo fue una simple mentira, y que aún permanecerás a mi lado para así, poder cumplir todas aquellas promesas que un día te hice. Y no, no las rompí, pero te fuiste antes de poder mantenerlas para toda la vida.
Sin ti aquí, todo es tan oscuro, tan solo. Tan frío.
Tu sonrisa iluminaba todo, tus brazos, al abrazarme acababan con el frío y tu voz..... Maldición, tu voz es la mejor música para mí.
Observé mi cama perfectamente acomodada, sin verte a ti ahí, escribiendo tus hermosas historias con lápiz y hoja.
Mi escritorio está ordenado, con algunas de tus pertenencias.
Mi armario está cerrado, sin ti buscando algo qué ponerte porque se te olvidó traer ropa.
La ventana está cerrada, no estás al pie de ella admirando la luna y las estrellas.
Camino por el espacio completamente ordenado para ir hasta la puerta del baño. Al abrirla, todo lucía pulcro. No veo tus cosas sobre el lavabo, no siento el vapor de la ducha por el agua caliente que solías siempre mantener a la temperatura perfecta pues tú siempre te duchaste tres veces al día sin importar que fuera invierno.
No te veo sentada a orillas de la tina, con una bata de baño, sonriéndome con picardía, invitándome a bañarme contigo.
Y si no te veo, ¿Dónde estás?. ¿Acaso regresarás mañana?. ¿Acaso estás en tu casa?, ¿O fuiste a visitar a las monjas de tu anterior orfanato?. ¿Cumplirás tu promesa, el siempre ser mía y estar a mi lado?, ¿O es una de esas promesas que nunca se cumplen?, por favor, dime que volverás.
Sonrío levemente, con amargura. Salgo del cuarto y solo así puedo ver la mesa de metal vieja de mi padre con todas tus pertenencias. Tus perfumes, tus accesorios, tus libretas, tu laptop, tus fotos....
— ¿Porqué me lastimas tanto?— murmuré con mi voz quebrada.
Caminé hasta aquel escritorio. Tomé una foto tuya en donde aparecías sonriendo con tus amigas, graduándote de la secundaria. Luces.... igual que siempre. Hermosa, y feliz y única y espléndida.
—Realmente espléndida — murmuré, acariciando tu rostro en aquella foto. Una lágrima se deslizó por mi mejilla, una lágrima tras otra, y otra, y otra.
Lloré con fuerza, sin importarme ser escuchado. Grité, golpee la cama, patee la pared, lancé mis cosas al suelo queriendo mantener las tuyas en completo orden para cuando regreses.
Porque lo harás, regresarás ¿verdad?.
Siento una enorme soledad... Por favor regresa ahora o moriré. Por favor llámame como solías hacerlo. Cántame tan mal que tenga que mandar a callarte. Prepara esa deliciosa lasaña que.... siempre amé. Prepara mi fiesta de cumpleaños y dame una enorme sorpresa, de esas de las que siempre me enteraba pero solía simular sorpresa para no hacerte sentir mal.
¡Regresa y acaba con esta enorme soledad, ahora Josla!.
NOTA DE AUTOR: Esta es una historia no muy larga, al igual que los capítulos serán más cortos de lo normal.
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Editado: 02.10.2021