Beth había pedido a su madre que organizaran una reunión para invitar a Emma, pero había vuelto a chocar con la dura realidad.
-Puedes invitarla cuando quieras, Beth, pero no organizaremos una reunión, eso sería un daño mucho peor cuando nadie venga debido a su presencia. Y es lo que sucederá, ¿crees que eso le traería algún beneficio a tu amiga?- explicó la señora Lawrence
-Quiero ayudarla- insistió ella.
-A veces no se puede, y otras veces la buena intención solo perjudica. No digo que la dejes sumergirse en la pena, pero tampoco debes forzarla, ni involucrar a todos. Necesitas ser más sensata.- la reprendió.
Aún así , ella había intentado convencer a sus amigas, quizás si alguna más mostraba su apoyo o invitaba a Emma, lograran demostrarle que la vida seguía, pero todas le dijeron más o menos lo que le había dicho la señora Lawrence. Además no se animaban a desafiar a sus madres o a exponerse pues estaban "buscando marido" y ningún hombre que "buscara esposa" consideraría a alguna joven cuyo honor estuviera en discusión.
La indignación de Beth solo había empeorado, así que cuando tuvo que asistir a la velada de los Talbot, su humor no era el mejor.
Usualmente era sociable y conversadora, pero se limitaba a responder en monosílabos, no podía evitar pensar que aquello que ella disfrutaba también tenía un gran barniz de hipocresía, todo estaba bien siempre que uno siguiera las reglas, de otra forma las personas con las que reía, bailaba o compartía momentos, se volvían enemigos.
Su madre le dedicaba miradas reprobadoras cada vez que notaba alguna sutil ironía en sus respuestas.
-Beth, parece que hoy el espíritu de Josephine se hubiese apoderado de ti.
-Jo está viva madre, para una posesión de ese estilo se requiere une espíritu de un fallecido- comentó muy sagazmente , lo que hizo que su madre fuera a buscar un vasito de licor para evitar llevarla de regreso a casa a los empujones.
Finalmente, se sentó junto a un grupo de amigas aunque se mantuvo inusualmente callada. Luego se fueron uniendo algunas personas más, entre ellos, Gabriel Devereaux.
Sus acompañantes estaban encantadas, se esforzaban por llamar la atención del hombre, su presencia era todo un acontecimiento y muchas ya lo tenían en la mira como posible candidato a marido.
Beth estuvo a punto de revolear los ojos ante tanta coquetería mal disimulada, de hecho no pudo contenerse.
-¿Mary te duele la garganta, quieres que te busque un té, querida? – preguntó a una de las muchachas.
-No, no, me siento bien.
-Ah,es que tu voz sonaba extraña- comentó fingiendo inocencia. La muchacha había estado modificando el tono de su voz para sonar más dulce y femenina, pero era irritante oírla. Beth creyó ver a Gabriel sonreír fugazmente.
-Debe haber conocido muchas mujeres de la alta sociedad en Londres, es extraño que no se haya casado. ¿Quizás busca a una esposa de Dorset? – Preguntó Elinor con toda la intención del mundo.
-¿Busca esposa? – preguntó Beth a su vez desconcertándolo.
-¿No lo hacemos todos? – intervino Simon Stuart que hacía tiempo intentaba llamar la atención de Beth.
-Yo jamás elegiría a un hombre que busca esposa para casarme- respondió ella aunque su mirada fue directamente a Gabriel Devereux.
-Eso suena muy contradictorio, ¿acaso piensa casarse con alguien que no tenga intención de hacerlo? – preguntó él, era obvio que la señorita Lawrence aún estaba molesta por lo de su amiga, sus palabras, su mirada y hasta su expresión física daban señales de su actitud combativa.
- Es que un hombre que busca esposa suena a alguien que busca un abrigo, un carruaje o un caballo, simplemente cualquiera que cumpla sus requisitos de utilidad será adecuado.
-Beth eso suena tan horrible- exclamó Clarise Wellington.
-Lo horrible es que elijan esposas como si fueran cosas y no personas.
-¿Si no va a casarse con alguien que busque esposa, ¿entonces con quien se casaría?- preguntó Gabriel.
-Con alguien que me quiera a mí, completamente a mí– respondió ella y sonaba arrogante pero también dolida.
Gabriel la observó, Beth Lawrence era compleja, en el mejor de los sentidos, parecía un arcoíris compuesta con muchos colores diferentes. Imaginaba que sería difícil para ella encontrar alguien que valorara cada uno de esos colores, no podría ser alguien como Simon que seguramente admiraba su belleza, su juventud, pero que no la apreciaría íntegramente, querría meterla en el molde de esposa adecuada, ese molde del que ella claramente quería escapar.
La conversación se vio interrumpida porque los anfitriones los convocaron, alguien, él no retuvo el nombre, tocaría el piano. Ya después no tuvo ocasión de volver a ver a Beth, porque además la joven pareció evitar socializar tanto como le fue posible, y la vio partir temprano con su madre.
Él se quedó pensando en la triste situación de Emma, y en lo que sería la vida de Beth si no encontraba un marido a su medida. Pensó que un hombre que solo viera su exterior iba a apagarla, o destruirla, porque estaba seguro que Beth iba a luchar por mantener esa llama que ardía en su espíritu. Y nadie debía vivir luchando.
Regresó a su casa y gran parte de la noche siguió dándole vueltas al asunto, era un hombre que le gustaba ser expeditivo al resolver situaciones, necesitaba hacer algo por Emma, necesitaba responder a aquel "desearía" que había pronunciado sin darse cuenta la señorita Lawrence y necesitaba hacer algo con las emociones que lo estaban incomodando desde que la había visto con un arco en la mano para salvar a un ciervo.
A la mañana siguiente, mientras bebía un café, ya tenía todo resuelto.
-Buenos días, Gabriel, ¿solo desayunarás eso? – preguntó su madre.
-Sí. Y debo informarte algo.
-¿Qué sucede?
-Desde hoy soy un hombre que busca esposa.