Dones de Guerra

Capítulo 19: Reencuentro

—¿Una mujer?

 

El ahora alborotado cabello cubría parcialmente el rostro de la guerrera, que apoyada en su espada comenzaba a ponerse de pie. Su melena era rubia, contrario al oscuro de sus ojos, y las líneas de expresión en su rostro delataban que sus días de juventud ya no eran tan cercanos a su presente. 

 

Retomó su compostura rápidamente al tiempo que le dedicaba una mirada desafiante a Franz, quien aún se recuperaba de su impresión. Sin embargo, antes de que pudiera avanzar para atacarla de nuevo, advirtió que las filas de soldados enemigos estaban casi sobre él. Se giró completamente y con espada empuñada se dispuso a enfrentarlos. Corrió una distancia leve para tomar impulso y dio un salto hacia uno de los primeros hombres de las filas, derribándolo en el acto. 

 

El rápido movimiento tomó por sorpresa a sus atacantes, pero aún así la respuesta fue inmediata; dos jinetes arremetieron contra él al mismo tiempo. Franz logró esquivar el primero y detener el segundo con su mano derecha, mientras que con dos cortes rápidos acababa con ambos. El resto de sus soldados pronto le alcanzaron para respaldarlo e intentar contrarrestar la emboscada.  

 

En medio del caos de los enfrentamientos, Franz divisó que la verdadera amenaza se aproximaba de nuevo a él: la mujer poseedora. Ya no contaba más con su corcel, lo que significaba que la lucha sería cuerpo a cuerpo. 

 

La velocidad con la que se acercaba a él delataba la fuerza con que pretendía atacarle, por lo que Franz imitó su acción acelerando sus pasos. El primer choque provocó que ambos se inclinaran levemente hacia atrás mientras sus espadas se encontraban una con la otra. 

 

—¡¿Dónde está?!—exigió saber el Heller mientras mantenía su arma firme—¿Dónde está Lía?

 

La mujer se recuperó rápidamente e intentó estocarle en la parte baja del abdomen, ignorando por completo la interrogante, pero los reflejos de Franz respondieron a tiempo girando su cuerpo para esquivarle. 

 

Aún en medio del combate, el chico se mantenía alerta de lo que fuera que pudiera sorprenderle por la espalda. Pronto decidió mantener su concentración y tomó también la iniciativa de intentar herir a su oponente. Su primer objetivo era desestabilizar a la poseedora con un corte en las piernas, pero sus intentos fueron fallidos y bloqueados. Era evidente que su capacidad con la espada estaba muy por encima del promedio. 

 

Mientras planeaba su siguiente movimiento, un gritó cercano alertó a Franz. Se giró levemente sobre su hombro, sólo para notar que al menos la mitad de sus hombres habían sido ya derrotados y la balanza se inclinaba para el bando rival. 

 

Logró identificar a uno de sus compañeros, que se encontraba en manos de un soldado cuyo rostro aún estaba cubierto por su yelmo. 

 

—Señor Franz…—dijo con dificultad a causa de la mano que tomaba su cuello y comenzaba a levantarlo del suelo, mientras el mencionado observaba la escena con horror. Un nuevo grito ahogado salió de su boca, seguido por el crujir de sus huesos y el cierre permanente de sus ojos. 

 

Franz notó la facilidad con la que aquel guerrero le había dado muerte a su compañero, y a su mente llegó la sospecha de que aquella mujer que tenía enfrente no era la única poseedora que el pelotón enemigo tenía consigo. Era la única explicación razonable para lo que veían sus ojos. 

 

Retrocedió un par de pasos casi de manera instintiva al sentir que sus fuerzas estaban siendo superadas. Para ese entonces la retirada comenzaba a parecer una opción más viable, pero aún debía superar a quien tenía enfrente. Enfrentarse a un poseedor no era algo que hubiese estado dentro de lo contemplado.

 

Sin embargo, el apoyo desde la colina por parte de Azrel y el resto de soldados no tardó en llegar, pues éste ordenó la primera descarga de flechas hacia el campo de batalla. Sabía que existía riesgo de herir a sus mismos hombres, pero la sorpresiva situación los obligaba a utilizar cada uno de sus recursos para contrarrestar la superioridad de los contrarios. 

 

La pequeña ola de flechas llegó a destino hiriendo a un caballo y un jinete enemigo. Azrel elevó el brazo para ordenar un segundo tiro a sus arqueros. Sin embargo, la respuesta a su ataque llegó pocos segundos después. 

 

Azrel fue capaz de percibir las flechas que ahora se aproximaban a ellos, logrando esquivarlas con un leve movimiento. No así dos de sus compañeros, que cayeron abatidos inmediatamente. 

 

El poseedor dirigió su vista al lugar de donde provenían las flechas, logrando distinguir cuatro figuras en la colina donde anteriormente se había lanzado la flecha cubierta en fuego. 

 

Se trataba de Alek, que con rostro serio sostenía su arco recién descargado. A su lado se encontraba Niza, sosteniendo el mismo tipo de arma. 



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En el texto hay: romance, accion, fantasia medieval

Editado: 20.03.2023

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