"Una mujer NO..."
Reino de Cerdeña - Italia
— No entiendo, por qué no puedo hablar de política — Dijo Ginebra con total enojo, pues a ella le resultaba falócrata el cómo debía de comportarse solo por el hecho de haber nacido mujer.
— ¡¿Por qué?! Todavía tienes el coraje de preguntar Ginebra, al caso no es muy clara la respuesta — Dijo Lorenzo, padre de Ginebra, la cual lo interrumpió, esta vez con más enojo que antes.
— ¡Porque soy mujer!, odio las reglas que le imponen a las mujeres, odio el poder que tienen los hombres sobre nosotras y ¿sabes que es lo que más odio? — Dijo Ginebra luchando con todas sus fuerzas de que dos lágrimas rebeldes no se escaparan de sus ojos.
— ¡Ser mujer!
Su padre la miro con notoria lástima, cosa que hizo enojar más a Ginebra, dio media vuelta sin atender los llamados de su padre, salió del gran salón, caminó apresuradamente a su aposento, cuando llego cerro las grandes puertas y se dejó caer lagrimeando.
Se sentía tan inútil.
5horas después
— Señorita Ginebra abra por favor, mire que estoy muy preocupada hace cinco horas que usted no sale — Habló Martina su dama de compañía — ¿Señorita?, ¿está bien? — Martina comenzaba a preocuparse más y más, su voz comenzaba a temblar, la señorita Ginebra era su responsabilidad.
— Le ruego , señorita, responda — Desesperada, comenzó a golpear más fuerte la dura madera. La puerta se abrió y seguido se mostró la figura de Ginebra, con unos ojos más penetrantes que de costumbre, con un porte de empoderamiento.
— Tranquila Martina, estoy bien — Y con ello siguió su camino, dejando a Martina desconcertada, sin más se apuró en seguirla.
Comedor
Lo que menos imagino Ginebra era encontrarse con la familia Mancini, en especial con Marco Mancini, su mayor rival, entro al comedor saludando cortésmente y con total astucia, enmascarando su asombro por la visita, se sentó con sus elegantes movimientos que le hacían ver como una respetable y digna señorita.
Pues las cinco horas que permaneció encerrada en su aposento, reflexiono y creo un plan para hacerle ver no solo a su padre, sino a todos los hombres de Cerdeña, de Italia y tal vez por qué no, del mundo, que las mujeres también pueden tomar decisiones, ser autónomas e independientes, pero para ello necesitaría la ayuda de tres personas.
La cena surgió con normalidad, los hombres de la mesa hablando de "asuntos de hombres" y las mujeres de "asuntos de mujeres" Ginebra se mordía la lengua para no entrometer en la charla de los hombres, trato de concentrarse en el delicioso sabor de la lasagna que para fortuna era su favorito.
— La señorita Ginebra cumplirá dieciocho años en unos meses, ¿ya estás pensando en casarse? — La señora Mancini le habló — recuerda que una mujer debe casarse y tener a su lado un hombre que la cuide, la apoye y evite que tome decisiones que no son suyas.
Finalizo obsequiándole una de sus maravillosas sonrisas, Ginebra volvió a sentir su sangre hervir por sus venas, tomo una respiración honda, con total seguridad y mirada fuerte contestó.
— Tiene razón, señora Mancini, pronto tendré dieciocho años, pero para desgracia de algunas personas, no tengo intención de casarme ahora, ni en un futuro, no estoy interesada en la vida de casada, creo que una mujer puede valerse por sí misma y quizás sin un hombre a su lado tomará mejores decisiones que con uno — Dicho esto se levantó de la mesa — Ahora con su permiso, me retiro.
Salió del comedor con paso firme y frente en alto, en dirección a su aposento con la esperanza de dormir y que mañana sea otro día mejor. La noche trascurrió con normalidad, Ginebra descanso como bebe, Al día siguiente la despertó su dama de compañía.
— Señorita Ginebra, levántese y prepárese, sus padres la están esperando en el comedor.
Dijo mientras organiza la vestimenta de Ginebra.
— ¿El comedor?, ¿es hora de desayunar? — Preguntó todavía somnolienta
— No señora, aún no es la hora del desayuno, la están esperando para hablarle de su comportamiento con la familia Mancini en la cena de anoche.
Ginebra se levantó de desgana no quería ir al comedor y mientras se alistaba con ayuda de Martina rogaba que llegara alguna visita de manera que le diera tiempo de escapar, pero al parecer este día la suerte no estaba de su lado. Ya lista y llegado el momento de enfrentar a sus padres, emprendió camino al comedor acompañada de Martina, en cada paso que daba sus manos temblaban su corazón latía como si quisiera salírsele y esconderse donde nadie lo viera, Ginebra se preparó mentalmente para lo que le fueran a decir sus padres, tal vez un regaño, castigo o clases extra para que así cambiara su pensar.
Comedor
Las grandes puertas del comedor se abrieron y lo que vio Ginebra la dejo anonadada, pues la familia Mancini estaba allí ubicados de la misma manera que la noche anterior.
- Ginebra, toma el mismo asiento que anoche - Hablo su padre y Ginebra consternada y sin saber qué hacer obedeció.
De repente todos los meseros se movieron en sincronía cuando su padre palmoteo, Ginebra alzo su vista a los señores Mancini, aquellos la miraban con desaprobación y maldad, Ginebra sintió los bellos de sus brazos erizarse, pero cuando miro al joven Mancini el cual tenía una mirada indescifrable. Todo dejo más que perdida a Ginebra cuando los meseros llegaron con los mismos platos de anoche, lasagna.
Editado: 24.02.2024