MATTHIEU
Lunes, 12 de septiembre
Matthieu cerró el cuaderno de dibujo en el momento en que la clase se dio por terminada. Historia de la música era fascinante, pero los trazos que realizaba lo eran mucho más.
Aún se encontraba preocupado por Anneliese y su aparente esquizofrenia, pero no descartaba la posibilidad de que esos síntomas se debieran a algo más. No. Ella no estaba enferma, algo en su interior se lo decía. Solo se trataba de una coincidencia nada más. Después de todo, él no era doctor ni mucho menos especialista en trastornos mentales, sólo era un artista enamorado.
De reojo miró a su musa y un codazo de Fiorella en el estómago le sacó el suficiente aire como para despertar de su ensoñación.
—¿Lo harás, sí o no? —dijo ella sonriente.
Él no supo cómo responder.
—No sé de lo que hablas.
—¡Oh, vamos! Al parecer ella es la única en todo París que no sabe sobre tus asquerosas intenciones.
—¿De qué estás…? ¡Fio! ¡¿Cómo se te ocurre?!
La pelirroja sonrió al ver cómo su amigo se tornaba colorado y algo sudoroso.
—Ve y invítala a salir —dijo cruzándose de brazos.
Matthieu se mordió el labio, bajó la mirada y susurró:
—No puedo.
—¡Cómo de que no! ¡Sé valiente!
—Pero…
—O si no perderás tu única oportunidad. Ella ya te habla ¿no?
El joven de rizos castaños asintió.
—Pues bien, ve y llevala a pasear. Tampoco te estoy diciendo que la lleves a ver vestidos de novia, porque una cosa es una cita y otra los preparativos de la boda —tronó la boca—. Ahora ve y dile “Ey, Anneliese, tú y yo, cita ahora”. —Tras decir aquello, Fiorella estalló en carcajadas.
Matthieu escondía la cara entre las manos y tras quedar más rojo que el cabello de su amiga, soltó la risa, una que no pasó desapercibida por la susodicha que los miraba a la distancia.
Ambos se levantaron de sus asientos y salieron del salón de clases.
—¿Es idea mía o tu novia me detesta? —preguntó Fiorella, quien sostenía la mirada con Anneliese.
El chico miró hacia su dirección y en efecto, Anne la miraba con cara de pocos amigos, como si le tuviera algún tipo de resentimiento.
—Es idea tuya. —Apartó la mirada de la castaña y se volvió hacia su amiga—. ¿La has molestado?
La mandíbula de Fiorella casi terminó en el suelo. Parpadeó un par de veces y entonces respondió:
—¡Jamás! Ni siquiera le hablo como para que piense eso… ¡Espera, Matty! ¿Ella ha dicho eso? —Frunció el ceño.
Él se mordió la lengua.
—No. Pero…, pero puede que piense eso, digo, por la forma en la que te mira —respondió rascándose la nuca.
La pelirroja permaneció en silencio.
—Matty ¿acaso crees que yo podría molestar a alguien? ¡Joder! Nunca me aparto de ti, entonces, ¿en qué momento lo haría? Ella está en su mundo y creo que está loca.
—¡No lo está! —interrumpió—. Fio, dime la verdad, ¿le hiciste algo?
—¡Qué ya te dije que no!
—No te creo.
—¡Pues no lo hagas! —gritó.
Los compañeros que permanecían en el pasillo los miraron en silencio. Nunca habían escuchado a ese par de inseparables pelear y no querían desperdiciar esa oportunidad.
—No puedo creer que pienses que yo… —habló un poco más calmada—. Pero está bien, estás loco de amor y entiendo que le creas más a ella que a mí.
—Fio…
—No. Es todo, Matty. Adiós —dijo dándole la espalda y levantando una mano en gesto de despedida.
Matthieu intentó detenerla y al darse vuelta observó cómo su mejor amiga se acercaba a Anneliese. La castaña la detuvo y le extendió un objeto pequeño y le dedicó unas palabras. Se acercó a ellas, pero lo único que alcanzó a escuchar fueron las palabras de Fiorella.
—No es mío.
Anneliese se quedó ahí de pie, observando el objeto.
—No lo entiendo… —murmuró—. Estoy segura de que es de ella.
—¿Anne? —habló Matthieu.
La chica le miró con una gran sonrisa.
—Matthieu, esto es de Fiorella, ¿verdad? —preguntó ella mostrándole un anillo de plata.
El chico lo tomó entre sus dedos y lo analizó. En su vida había visto semejante objeto en posesión de su mejor amiga.
—No.
Ella frunció el ceño y se lo arrebató de las manos.
La escuchó maldecir.
—¡Pero no lo entiendo! —exclamó—. ¡Estoy segura de que es de tu amiga!
—¿Cómo?
—El jueves llegué tarde a clase porque me quedé barada en la rue Bonaparte. Había un anticuario ahí.
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Editado: 03.08.2022