EVERETT
Jueves, 15 de septiembre
15 de septiembre es la fecha que marcaba el calendario.
Pareciera que fue ayer cuando solo era un chico normal, con preocupaciones comunes y sin obligaciones tediosas; pero la realidad era diferente. Él tenía un destino tan opuesto al de su hermano.
Matthieu conocía lo que hacía y con quien, el único problema era que no podía saber cuáles eran sus planes respecto a la joven llamada Anneliese Beaumont.
Nuevamente, al verla una vez más, al llevarla entre sus brazos y contemplar su rostro, sintió aquella extraña conexión que aún no podía explicarse ni explicarle a su hermano. ¿Qué diría Matt si eso pasaba?
Después de todo, tuvo que borrarle la memoria tras haberlo escuchado hablar con Cassiopé. Lo que menos deseaba era crear un conflicto entre ellos, ya suficiente tenía con su padre, como para que el rencor ocupara un hueco dentro de su tan afligido corazón.
Everett se colocó el antifaz y salió por la ventana.
Ya era una costumbre saltar desde el segundo piso hasta el jardín, aunque no fuera algo bueno para las rodillas a largo plazo. Después tendría tiempo para preocuparse. Ahora solo le importaba cumplir con la promesa a la mujer del espejo.
¿Podría ser un completo idiota? Sí.
¿Eso afectaría en algo? No y sí. Lo primero porque le daba igual lo que sucediera con Anneliese Beaumont, lo segundo, porque ella significaba algo para su hermano. Después de todo, una promesa era una promesa.
«Enserio, Matt, lo siento tanto», se disculpaba a pesar de que nunca lo diría en voz alta, no se sentía capaz de hacerlo ni, aunque la estabilidad mental de su hermano dependiera de ello.
Caminó intentando pasar desapercibido, pero su atuendo no necesariamente discreto, era de utilidad.
En su mayoría eran las mujeres quienes lo miraban deleitadas por su misterioso atractivo, aunque eso sí, se llevó una buena nalgada cuando pasó junto a un hombre de enormes pectorales y piernas trabajadas.
Desconcertado, prefirió olvidar ese incómodo momento y continuar su camino hacia el Conservatorio de París, en donde tendría su primer encuentro con ella. Solo rezaba para que su hermano no se diera cuenta de ello.
Agradecía infinitamente haber tenido la fortaleza para borrarle la memoria. No podía permitir que él supiera más de lo necesario. Arruinaría sus planes y con ello, la única oportunidad de no solo liberar a Cassiopé, sino también de encontrar a Solange Harker.
¡Agh! La sangre le hervía con tan solo recordar lo sucedido en el Puente.
Esa maldita vampiresa era demasiado audaz. No se quedaba quieta ni un solo instante. Hasta parecía burlarse de ellos con tal de entretenerse.
Pero un día lo lograría. Pronto… solo es cuestión de tiempo para destruirla de una vez por todas.
Confiaba en ello, además siempre podía idear algún plan ingenioso para acorralarla y cercenarle la cabeza, aunque fuera la parte más asquerosa del trabajo.
Prefería burlarse de los ingenuos que lo retaban cuando jugaba con sus mentes ante los espectadores en el parque durante las tardes. Pero a veces también resultaba abrumador cuando no había otra cosa que hacer que entretener a la gente.
Sí. Everett Guélin era una persona relativamente complicada.
A lo lejos vislumbró el Conservatorio. El reloj en su muñeca marcaba las 3:30 p.m. Hora libre.
Se alegró por revisar los horarios de su hermano antes de salir y gracias a eso, sabía que Anneliese compartía clases con él, por lo que sería más fácil encontrarla.
Cruzó la calle y entró por detrás, como si fuera un ladrón intentando ocultarse. Con un movimiento ágil se quitó la capa, ondeándola alrededor de su cuerpo. Se quitó el sombrero y el antifaz, posteriormente ocultó sus pertenencias detrás de un arbusto. Le daba flojera tener que usar la magia para hacerlo desaparecer. Solo requería de ella si era estrictamente necesario, no tanto por reglas absurdas del uso de la magia, sino porque no quería sentirse un verdadero inútil.
Lo único que hizo fue chasquear los dedos para cambiar su elegante traje por un conjunto más casual que lo ayudara a mezclarse con el resto de los artistas que rondaban el recinto.
Caminó por los pasillos, ignoró los coqueteos de cualquiera que se topaba con él y buscó a su objetivo.
Dio vuelta al pasillo y se detuvo en seco en cuanto la vio ingresar cabeza baja en la biblioteca.
Frunció el ceño.
No parecía en absoluto la chica que conoció días atrás. Lucía diferente.
Rectificó que su hermano no estuviera cerca y siguió de cerca hacia la biblioteca. Buscó entre los pasillos, revisó los estantes e ignoró al bibliotecario canoso que le pidió su identificación.
De uno de los estantes sacó Trilby de George Du Maurier. Fingió hojearlo para pasar desapercibido.
—Disculpa. —Una joven le habló tocándola por el hombro.
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Editado: 03.08.2022