Dos cafés y Navidad

Capítulo 2

— Revisa si falta algo de lo que te voy diciendo, ¿vale?.

Josh hizo un saludo militar y ambos sonreímos. Era increíble lo bien que nos llevábamos, me había dado cuenta que había extrañado casa más de lo que admitía.

— Bien, Nutella, harina, crema de maní, galletas con chispas y de las integrales, pan, leche, huevos, papel sanitario, café...

— ¿Quién bebe café en navidad? —preguntó con una mueca de asombro.

— Yo —sonreí con picardía— no existe una época en la que yo no pueda disfrutar de mi café.

— ¿Para qué quieres café si puedes tomar chocolate? —hizo un gesto de bomba explotando.

— El chocolate está bien... pero el café es café, y esa es mi última palabra jovencito.

— Vale, sin comentarios. Procede con la lista.

— Así me gusta, soldado. ¿Artículos navideños?... no hemos pasado por ahí.

— Y creo que no lo haremos, recuerda que por  esta época el centro cierra más temprano.

— Oh, cierto. Pues vendremos otro día.

Nos dirigimos a facturar la compra hablando sobre temas triviales, recordando viejos tiempos cuando veníamos los domingos con nuestra madre a hacer los mandados de la semana.

— No ha sido tanto, pensé que me saldría más caro — dije mientras subíamos al coche.

— Esto no es Manhattan, Meg.

Arrancó el coche y encendió la calefacción, afuera hacía mucho frío.

— Aún no me acostumbro a la idea, de hecho, nunca pensé volver.

— ¿Y por qué lo hiciste? —indagó.

— La soledad y la adultez me abrumaron —miré el camino con incredulidad— nah, no te voy a mentir a ti, tenía novio allá, estábamos próximos a casarnos y me engañó, con un tipo.

— Oh —su cara era la personificación de la perplejidad— No sé que decir... este... ¿gracias por contármelo? —rascó su cabeza con nerviosismo.

— No tienes que decir nada, eres la primera persona que se ha interesado por el motivo de mi regreso, mamá está tan contenta con que haya vuelto que ni siquiera me ha preguntado por qué lo hice —encendí la radio— ¿Taylor Swift?.
 

— Sí... de hecho también quiero contarte algo —echó un vistazo hacia mí con disimulo.

— ¿Y qué esperas? —solté  con curiosidad.

— Bueno... pues resulta que hay una chica... que antes no me llamaba la atención en lo absoluto, y aún así estuve con ella, hasta que no pude más con la farsa y no quise seguir viéndola...—Hizo una pausa.

— ¿Y? —la intriga se apoderaba de mi ser.

— A diferencia de las otras ella no me siguió buscando, la quiero de vuelta, piensa que solo es un juego para mí,  y no es cierto, me encanta, de verdad, no para un rato, ella es especial, de una manera rara, pero lo es.

Sus ojos brillaban con ternura y algo de picardía,  no pude evitar recordar mis tiempos de instituto y mis antiguos amores... todos en el pasado.

— Bueno Josh, no soy la persona más indicada para darte consejos de amor, solo puedo decirte que no te rindas, los Adams no hacemos eso —me sentía muy bien después de haber dado semejante consejo de mierda.

— Tú te has rendido, Meg —espetó con antipatía.

— Es diferente,Josh. Hace 15 días que vi al amor de mi vida haciéndolo con un tío, ¿Cómo puedo no rendirme? —expresé con amargura y de un golpe cambié la canción de la radio.

— Eres una Addams, no nos rendimos —puso su mano sobre mi hombro y pude sentir el calor que emanaba— Además, estamos en navidad, no hay nada que no repare la Navidad.

Me sentí dichosa por tener la compañía de mi hermano, y por un momento recordé con melancolía lo sola que me sentía en Nueva York. Josh aparcó el carro frente a lo que parecía un café.

— ¿Qué pasa? —pregunté.

— Me dijiste que no me rindiera, y eso hago —pasó ambas manos por su cabello.

— Ya, pero estamos frente a un café —señalé el lugar como si no fuese obvio.

— Digamos que por esta vez te vas a beneficiar, te invito a un café —sonrió con calidez y sus ojos avellana emitieron un brillo pícaro.

— Josh, mira como ando —observé mi jersey viejo y mis jeans desgastados.

— Te recuerdo, querida Megan —salió del auto con confianza pasando una mano por su chaqueta de mezclilla— que esto no es Manhattan.

El lugar era precioso, lleno de adornos navideños que le daban un ambiente cálido y acogedor. Había olor a menta, vainilla y por supuesto, chocolate. Mientras pasaba por las mesas me iba fijando en las órdenes de los comensales, me sentí realmente decepcionada al ver que ninguno había pedido café. Nos sentamos en una mesa desde la cual se podía vislumbrar la calle, y pensé que eso solo había sido un golpe de suerte, era el mejor lugar del café, vacío, quizás la época navideña era mágica después de todo.

— Buenas tardes, ¿Qué van a ordenar? —una chica morena y de actitud algo tímida llegó al instante a tomarnos los pedidos.

— Rossie, hola —mi hermano inconscientemente no paraba de dar toquecitos en la mesa, y supe que esta era la chica de la que me había hablado— ¿Cómo estás?.

— Hola Josh —era evidente que no se sentía cómoda con su presencia ahí— Pues aquí me ves, trabajando —alisó su uniforme y acercó el lápiz a la agenda de apuntes— ¿Qué van a ordenar?.

Me echó una ojeada de arriba a abajo con curiosidad e inconscientemente tomé una galleta navideña de la fortuna que estaban en nuestra mesa, en lo que Josh pedía su clásico chocolate con malvaviscos abrí el dulce y me sorprendió lo que decía: "Pide café mocca con miel". Era mi café favorito.

Hice mi pedido y le mostré a Josh la galleta, pero no le dio mucha importancia, se refirió a que era el poder navideño y siguió observando desde la distancia a la chica, también hice lo mismo y me no me sorprendió que le gustase a mi hermano, era muy hermosa, de cuerpo menudo, por la manera que atendía a las personas me percaté de que tenía un carácter agradable, era de esas chicas que llamaban la atención por su sencillez.

Al poco rato llegó Rosie con las bebidas y de reojo vi como mi hermano le cogía la mano con ternura, ella soltó el agarre con rapidez y se marchó.




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