CAPÍTULO }02{
¿Sabes cuál es una de las ironías más grandes?
No querer algo al tenerlo y cuando lo pierdes lo deseas, lo anhelas. Es igual a lo que no tienes, si tuvieras un collar rojo, quisieras el azul.
Pero, esto no se trata de collares
¿no? No. Esto se trata de ojos.
Esos ojos eran peculiares, no por su color, sino por lo que causaba al verlos, tenían esa intriga, esa superioridad que te hacía sentir pequeño, tal cuál una hormiga, cómo si en cualquier momento me fuera a escachapar.
Sonriénte, me acerqué a esos ojos. Sabía que mis hoyuelos se marcarían al acto y descarté que fuera una cosa fea la que me veía, por lo que me vi inofensiva.
Aunque no me acerqué más porque el dueño de esos ojos azules salió de las sombras y se mostró un chico rubio de pómulos levemente marcados, de forma que parecía un modelo de Calvin Klein. Su mandíbula era masculina y algo ancla, — sin parecer al anciano de Coraje, el perro cobarde,— labios delgados y rosaseos, sin dejar de ser masculinos. Pero al mirarlo directamente a los ojos inmediatamente envidié ese color tan bonito y peculiar.
En conclución : Era un catire exótico. No era para nada común ver a gente de su tipo en la calle, y si pasaba, te hacía preguntarte de inmediato : ¿Por qué soy una persona fea? ¿Por qué mis ojos son color mierda?
Porque así naciste chica, común, ojos color tierra, cabello igual de común y media hermana de pitufina.
Touché.
Él vestía elegante, o bueno no, su estilo era de buen gusto, apartando que su ropa era de diseñador, se notaba a yardas que tenía dinero que le salía hasta por el culo.
Era cómo de revista, tan perfecto, tan arreglado. Los dedos de sus manos estaban repletas de anillos, mostrándose cómo un Playboy enseguida.
Sólo que, a los pocos segundos descubrí un problema, :
Se veía engreído. Muy superficial, muy falso y un cara dura.
Yo veía en él todo eso, eso y más. De inmediato salí del trance en el que estaba, dejé de verlo cómo lo miraba hace unos segundos atrás y vi otra faceta de él. Después de todo, esa era MI especialidad.
Pasaron unos minutos en silencio absoluto, yo lo miraba, al igual que él a mí. Pero nuestras miradas transmitían cosas distintas, muy distintas.
Yo lo miraba con recelo, y algo de repulsión, en verdad lo hacía. Yo era una persona sencible en el aspecto de gente hipócrita, me caían mal por el hecho de ocultar su faceta.
Lo peor de la situación era que yo soy una hipócrita de primera, en verdad sí que lo era. Más cuando seguía teniendo esa exorbitante sonrisa plantada en mi rostro y mis ojos decían lo que sentía en verdad, desconofianza.
En cuánto a él, me miraba con frialdad, una expresión neutra, casi cómo un iceberg, de lo frío que se veía. Aunque su rostro mentía, sus ojos no, había diversión en ellos, tanta, que dudé de que fuera una persona sería, parecía más esos tipos que dan ganas de mearse de las risas por sus ocurrencias, o su personalidad.
No lo sé, tal vez eran ideas mías.
Quedé un segundo pensante en qué haría, hasta que me decidí acercar a él un poco más para entablar conversación.
Hipócrita pero educada.
Casi ruedo los ojos, el diablillo siempre entrometiéndose.
Todo estaba bien, yo acercándomele, sonriente, y él en la misma posición, parecía que ni respiraba. Pero cómo a mi alrededor nunca salen bien las cosas, y tengo una pitufisuerte de retrete una de las ruedas de mi maldita tortura se tropezó con una piedra y eso provocó que mi cuerpo se impulsara hacia adelante.
Caí boca abajo, acostada al suelo y, en una especie de shok. Una leve comezón en la rodillas y uno de mis codos me atacó, entendí que me había ráspando en el proceso de mi estupidez. Cómo pude, puse mis manos en mi espalda baja y cubrí mi trasero descubierto con la falda que, para mi desgracia se había subido lo suficiente cómo para que me hagan bulling de por vida si se enteraban los demás.
Y quedé ahí, sin saber qué hacer o decir. Cómo no creyendo lo ocurrido.
Sabes lo que debes hacer, no cuesta nada.
Opinó el Ángel.
No, claro, sólo te cuesta la dignidad, más nada.
El diablillo tenía un buen punto, pero, cómo el chico no se había movido de su lugar para ayudarme, supe que debía recurrir a la vieja confiable para poder levantarme, : Pedir un favor a el deconocido y, darle las gracias luego.
De a poco, fui subiendo la cabeza y vi al mismísimo Lucifer.
Resignadísima, abrí la boca buscando las palabras adecuadas para no caer tan bajo, pero presencié algo que me dejó boca abierta, :
El chico anchó las comisusras de sus labios, mostrando una sonrisa que más bien parecía aguantada, una que no pudo resistir. La sonrisa de dientes pelados era lo único que mostraba, parecía que se le hacía graciosísimo el asunto, pero para nada lo era, era una mierda no tener control sobre tu cuerpo, no poder levantarme, no nada.
Era tan horrible que no comprendía qué le causaba gracia y quise darle un sólo coquito en la cabeza.
Yo creo que hasta el más santo se caga de las risas por lo que acababa de suceder.
El único lado bueno era que cuando él sonreía, se veía, debo abmitir que guapo.
Qué digo, guapísimo.
Podría abmirar su belleza todo una eternidad. O sea, no miento, esos rulos eran cómo de rapunzel, pero no hablo de lo largo, hablo del color tan apreciable, esa cara que lo hacía ver cómo Ángel. Era cómo esos chicos de historias clichés de Wattman.
Pero, ante esa apreciación, de algo me pregunto, ¿Será así de hermoso por dentro?
La respuesta fue dada al instanten por mi cerebro, automática, : Nel.
Dejé de verlo al darme cuenta de que seguía en el suelo y hacía un calorón, tanto que, podía ver esa cosa extraña que se ve en el aire de los desiertos.
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escuela drama secundaria, asesinos y misterio, sarcasmo elevado
Editado: 18.12.2020